Del dicho al hecho hay mucho trecho. Muchas veces lo que propone hacer la universidad no es
suficiente para prepararnos para el mundo laboral. Incluso los estudiantes más estelares pueden
parecer trabajadores de pocas luces frente a las demandas en el lugar de trabajo. Nos sentimos
estafados al darnos cuenta de que hemos aprendido el qué pero no el cómo, y muchas veces solo
llegamos a entender esto cuando empezamos a trabajar.
La verdad es que el aprendizaje no termina con el título en mano. Allí es donde realmente empieza.
No obstante, fiarnos de la universidad para formarnos no es malo. Hay que ser conscientes de las
exigencias y oportunidades periféricas y no andar con miras estrechas cuando el caso se presenta. El
propósito de terminar un proyecto, escribir un ensayo, dar una presentación o tomar un examen no es
exclusivamente para sacar una nota. Hay mucho más en juego. Por ejemplo, con un proyecto podemos
aprender a trabajar en equipo y desarrollar destrezas para resolver problemas. Al escribir un ensayo
tenemos que analizar, organizar, evaluar y transmitir información. Al dar una presentación hay que
saber vender una idea, interaccionar, ser claro y contundente, tener suficiente presencia magistral,
convencer y conectar al publico con el propósito. Al tomar un examen es menester organizar,
recordar, filtrar y sacar a colación la información adecuada en el debido momento. Los que se
aprovechan concienzudamente de estas oportunidades, sabiendo que se están preparando para más que
una nota, hacen que este trecho entre dicho y hecho, entre el qué y el cómo, sea menos difícil de
vadear una vez que se gradúan. Son los que saben que cuando andan a la deriva en el mundo real ese
título será un remo y no un motor.
En la universidad los que tienen éxito tienen que “aprender a aprender” y se adaptan a las demandas
de su sistema educativo particular. Al graduarse muchas veces es otro cantar, y no son
necesariamente los que también tienen éxito fuera. Los que si salen adelante son los que se adaptan
a las demandas particulares de su nuevo sistema profesional.
Lo que se aprende en la universidad son las competencias locales, o sea, los principios, ideas y
teorías de una carrera, sea la arquitectura, la ingeniería, la educación o la filosofía. Estas
competencias son más explícitas que las competencias globales, o universales, que también aprendemos
en la universidad, pero de forma mas implícita. Y a veces sabemos más de lo que creemos; es solo
cuestión de despertar a las musas.
Muchas competencias globales que son importantes en el lugar de trabajo ya las hemos desarrollado en
la universidad: la habilidad de aprender rápido, la administración y diseminación de ideas, trabajar
en equipo, la resolución de problemas y el pensamiento crítico. Todos son importantes en ambos
espacios.
Pero al dejar el aula y entrar en la oficina hay variaciones de estas competencias y otras nuevas
que muchos no han experimentado. no se han visto. A menudo hay que desarrollarlas rápidamente si uno
quiere ser un trabajador eficiente y colaborativo. Ejemplos de estas nuevas competencias son:
• Aprender a ser flexible
• Seguir las reglas existentes al mismo tiempo que ayudar a desarrollar las nuevas
• Ser sensible a las necesidades ajenas y mostrar empatía
• Actuar con presteza y raciocinio en la toma de decisiones
• Ser innovador y siempre estar al acecho de nuevas oportunidades
• Reconocer la función que tiene en la maquinaria empresarial
• Ser positivo y mostrar buena cara ante descalabros y contratiempos
• Actuar con ética, asumir responsabilidad y aceptar consecuencias sin buscar chivos expiatorios
• Hacer las cosas con resolución, empeño y consistencia
• Saber compartamentalizar actividades y prioridades sin fragmentarlas
• Autoreflexionar (autoevaluarse) y dar retroalimentación a otros
Hay que recordar que los novatos tanto como los veteranos se encuentran en atolladeros en el lugar
de trabajo. La diferencia es que unos tienen más experiencia y conocimiento que otros para salir
fácilmente de ellos. Los que tienen dificultades en salir podrían considerar la experiencia como una
oportunidad para aprender algo nuevo.
El/la que piensa que no tiene más que aprender se equivoca y se fosiliza. Muchas empresas tienen
programas de desarrollo profesional para poner a los empleados al día, no solamente de las ultimas
tendencias e información de su campo, sino también para otorgarles la oportunidad de reconectarse
con algunas de estas competencias. Como trabajadores podemos hacer lo mismo y tomar la iniciativa
nosotros mismos para mejorar lo que hacemos.
Si uno quiere mejorar su rendimiento laboral, es necesario hacer lo que se llama la practica
deliberada, es decir, ser consciente de lo que hace y como lo hace, y de lo que tiene que hacer para
mejorar y ser un experto en algo. Todos podemos ser mejores profesores, mejores ingenieros, mejores
padres, mejores estudiantes, mejores gerentes, mejores doctoras. En realidad siempre hay más que
aprender. Cuando uno piensa que lo sabe todo, la realidad es casi siempre lo contrario.
Con la práctica deliberada uno trabaja con vigilancia y propósito. Hace las cosas concienzudamente,
observando lo que funciona y lo que no. Cuesta trabajo, pero a largo plazo se pueden ver los
resultados. Es cuestión de descarrilar una costumbre contraproducente y encarrilar otra más
rentable. Al aprender más sobre las competencias universales y reflexionar sobre cómo podemos
integrarlas en el lugar de trabajo, podemos practicarlos y llegar a ser más competentes con lo que
hacemos.
Ver Curriculum
