“No tenemos más necesidad de héroes”, es la leyenda provocativa que leímos a la entrada de la
exposición “Magos de la Tierra”, París, 1989. Se trataba de una de las obras presentadas, autora,
Bárbara Kruger: sobre una enorme foto del rostro satisfecho, casi harto, de un hombre comiéndose un
plátano, la leyenda cruzaba de lado a lado: “no tenemos más necesidad de héroes”.
¿Por qué? Hipótesis número 1: porque todos somos héroes ¿a qué agregar uno más? Luego, héroe igual
a: corriente. Hipótesis número 2: porque se acabaron las tareas heroicas. Luego, héroe igual a
desempleado.
Veamos un poco más de cerca. En la hipótesis 1, el heroísmo ya no consiste en ser un Fitzcarraldo
–el personaje del filme de Hertzog-, quien hace trepar una montaña por un barco de regular tamaño,
subir por una ladera y bajar por la otra. Tampoco consiste en ser un Fidel Castro, quien una
madrugada de un 26 de julio fue al asalto del cuartel Moncada armado de escopetas para matar
pájaros. Ni Colón descubriendo América, ni Armstrong dejando la primera pisada del hombre en suelo
lunar. No, el heroísmo ya no consiste en eso: Fitzcarraldo puede pedir desde un celular que le
manden un camión de remolque para su absurda empresa, Fidel Castro puede encargar las mejores armas
en cualquier negocio dedicado al ramo en Estados Unidos, América ya está descubierta y en la Luna
puesta la planta del pie.
Ahora bien, el heroísmo tomado a la manera tradicional, como hecho relevante y de excepción. Y
agrego que hoy todos lo platicamos: Viviendo asfixiados, apachurrados y estresados en las ciudades;
y de cara a la miseria en los campos.
Todos nos ponemos a prueba cuando el reloj despertador o el reloj biológico, nos ordenan salir a la
batalla diaria.
“No tenemos más necesidad de héroes”, los de antaño se han jubilado, los actuales somos todos, los
corrientes, la naquiza. Eso, según la hipótesis 1. De acuerdo a la hipótesis 2, no hay más materia
para el caso, todos nosotros somos vistos ya no en el heroísmo como rasero, sino, lisa y llanamente,
como los corrientes, la naquiza sin más. En el fondo, tanto da. “no tenemos más necesidad de héroes”
y, consecuencia, ya ni nacen. Para ser absorbidos en un común rasero o para darse con que no tienen
materia disponible, mejor ni nacen. Por necio, Superman, afectado por una dosis de criptonita,
pretendió renacer. Dijo que él no muere, y la gente se atacó de risa; ¡sabía que su criptonita no
vale lo que una bomba atómica de las buenas, y menos de las futuras nacerán de la antimateria,
investigación en curso? La gente no sólo se rió del patético Superman, sino que en el acto lo olvidó
pues no quería perderse las caricaturas de Popeye, que invencible se vuelve metiéndose las
espinacas…
¿O será que el rasero heroísmo se da en unos, los de abajo, mientras que arriban pululan los
villanos, tan bien armados tecnológicamente que la criptonita deviene un juego de niños?
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