Libros recuperados

Fallecido en el pasado marzo, a los ochenta años poco más menos, Diego Sánchez del Real ha sido
creador de la Colección de poesía Vientos, de la que se hicieron varias entregas, entre ellas ésta
que hoy reseñamos aquí, además de unos Pliegos con diversas colaboraciones. No hay que olvidar su
iniciativa para la creación del Premio de Poesía El Olivo en Jaén, su patria chica. Animador de este
quehacer minoritario en nuestra sociedad pragmática, el autor nos deja en esta publicación una
muestra de su tarea como intérprete de las musas.
La noche encendida nos llega de la mano de un prologuista paisano del autor y muy conocido en el
mundo de las Letras, como es Juan Eslava Galán. Dejemos que Eslava Galán nos sitúe a nuestro poeta
en su contexto histórico: “…nació de la generación de la poesía social que en las décadas de los
cincuenta y sesenta produjo, en Jaén, aquellas dos interesantes versiones locales que fueron “Advinge”
y el grupo “El Olivo”, dos empresas que difícilmente se hubieran fraguado sin el inquebrantable
entusiasmo de Diego Sánchez del Real”.
La noche encendida es un poemario existencial, que significa una entrega literaria en el que está
nuestro tiempo con todas sus zozobras, sin por ello renunciar a una intimidad donde tiene cabida
también el amor. Compuesto de veintiún poemas, el poemario se inicia con “Cuando la ciudad duerme”,
como si ello fuera indicativo de una reflexión de la vida diaria acariciada como cuerdas de un arpa
que evita la estridencia de lo que dejamos atrás: “Es la hora exacta de palparse a uno mismo / sin la
carga de huidas, palomar de lunas, / en la quietud de una danza que se hace invisible, / para
adentrarse prófugo en inhóspitos caminos, / donde crecen las rosas en colores opacos”.
En la noche que se enciende en la memoria del poeta, están las pasiones humanas menos bellas, como
es la envidia o la provisionalidad de lo existente cual si fuera una prórroga del
tiempo: ”Provisionalidad del traje que visto, / la voz que escuece, / un insomnio de fuego…” Tiempo
como prestado que no puede evitar que el poeta ame: “Tu cuerpo es un monte inaccesible de colmenas
sembrado, / y en tus valles crecen las luces amarillas / donde la naturaleza no tiene memoria.”
La noche está presente en la latitud emocional del poemario, de ahí que “la sombra no tiene
secretos” para el poeta y siente la “levedad de la noche”, aunque haya un ”pájaro violador” y sepa
que hay “jóvenes en la noche” que exprimen su juventud “para apagar la angustia de saberse nacido” y
que quizás por ello, también haya, seguidamente, “mal humor”. En la noche interior el poeta quiere
parar el tiempo porque “son muy duros los días”, pero hay un “diálogo nocturno” y el poeta no “muere
con el alba”.
Entre el realismo de la expresión y un anhelo de belleza que lo entreteje, este poemario, como
escribe el prologuista, “apuesta una vez más por la vida, es decir, por la poesía”.
Con ilustraciones de Luis Gonzalo, esta entrega de Diego Sánchez del Real que se aparta -como dice
Eslava galán- de los modelos al uso y mezcla el verso métrico con el verso libre, “advertimos
-sigue
diciendo Eslava Galán- la reciedumbre casi castellana de su Jaén natal adobada con las deslumbrantes
claridades salinas del Cádiz donde reside”.
SIN EMBARGO, YO NO MUERO CON EL ALBA
(Fragmento)
Yo no muero con el alba,
pero cuando mis ojos abro,
gimo por la ciudad llena de angustia,
por las risas falsas y lisonjeras,
por las manos con manchas de sangre inocente,
los perversos designios, las discordias del necio,
la vanidad estable, la guerra perpetua
que se compra y se vende,
y el dolor de la amada,
azucena entre espinas,
fuente sellada para no deleitarme.
Sin embargo, ¡yo no muero con el alba!