En el artículo anterior recordábamos a José María Hurtado Egea como cronista fotográfico de la ciudad de San
Fernando. En este otro artículo nos toca recordar la saga de los Quijano
(Manuel Quijano López, Antonio Quijano Gómez Juan Quijano Gómez y, en lo que se refiere a este libro, Joaquín
Quijano Párraga) y su contribución al valioso archivo fotográfico que lleva su tan conocido y admirado epígrafe.
En 1998 se publica San Fernando. Evocación de un siglo, del que es autor Joaquín Quijano Párraga, el último
mencionado en la nómina anterior. Editado por el Grupo de Publicaciones del sur, s.a. Editores, la obra tiene 257
páginas y un sin fin de fotografías con sus respectivos comentarios.
En este volumen el autor nos despierta la conciencia de la Isla que se fue. Ya sé que otros han hablado y han
escrito elogiosamente acerca de este libro. Por mi parte, cuando he recorrido con la mirada y de mano del corazón
las imágenes y los datos de él, un cierto escalofrío, entre la interrogación y el asombro me ha sacudido de vez en
cuando.
Los que hemos pasado la cincuentena tenemos muchas remembranzas que se sienten actualizadas en fotos de lugares y
referencias que vivimos; y las que no hemos conocido, nos remiten a nuestros ascendientes inmediatos, nuestros
padres y nuestros abuelos que enriquecieron sus pupilas con los encantos provincianos de una ciudad todavía pequeña
y fiel a su herencia urbanística, a sus salinas, sus huertas, sus patios, sus personajes relevantes, sus
representaciones municipales, la presencia de la Marina, y costumbres populares centradas en determinados enclaves
ciudadanos, amén de la importancia de su arteria ciudadana como escenario de su devenir cotidiano: la calle Real con
sus carruajes de a principios de siglo, el tranvía recién inaugurado, gentes con indumentaria de época, los primeros
autobuses, incipientes automóviles, además de cierros y casapuertas para la grata y nostálgica inmovilidad del
recuerdo…
A través de sus diecisiete capítulos, Joaquín Quijano nos describe, con el apoyo de la imagen fotográfica, sitios
unidos a acontecimientos que le dieron existencia y configuración a San Fernando.
Mas, para detallar reseñas que incluso pudieran parecer nimias, se necesita cariño por el tema, además de poseer un
material idóneo para ilustrar eventos y pasajes de otras generaciones que nos precedieron.
Nos da la impresión de que el autor tiene en su archivo a la Isla como decía Juan Ramón Jiménez que tenía en su casa
a la Poesía por el gusto de ésta y por el suyo propio. Que Quijano ha dado muestras de su amor y conocimiento de la
Isla, lo sabíamos ya por otras publicaciones dedicadas a todos los aspectos de la vida isleña. Pero este libro
conserva todos las imágenes más representativas de nuestra ciudad y como en una sucesión de estilos, observamos el
paso de una época a otra.
Gracias a esta deliciosa reunión de fotos entrañables y comentarios precisos, tenemos en nuestras manos un documento
en el que la Isla que no conocimos y la que hemos conocido recientemente, que es nuestro pueblo, sigue viviendo y da
más solidez a la conciencia de cada uno de los que vivimos aquí: digo solidez como si dijese identidad, sentido del
pasado y del presente.
Sea como sea, La Isla que se nos ha ido, resurge de las páginas de este libro que en nuestras manos busca y
encuentra el calor del recuerdo para los mayores o el de la curiosidad para los más jóvenes.
El legado fotográfico de los Quijano es como un conjunto de señales orientadoras para caminar a gusto por los
entresijos del corazón de la Isla del pasado.
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