Apresúrate. Aún es tiempo de reconciliar laberintos y dibujar salidas en las que el dolor no sea el único
superviviente.
Recuerda que la sed se sacia con aventuras posibles, y que el hambre no siempre encoje el estómago, porque
el cerebro se insatisface más tarde.
Cuando se olvidan pasados, pueden renacer futuros, aunque el blanco y el gris siempre te acompañen, y los
surcos –los que te nacieron y los que te crearon- serán cada vez más hondos, mucho más hirientes y duros.
Todavía hay azucenas que cosechar y musgos que besar: debajo del verde
-siempre- existen sabores indecibles, coleópteros sin ojos que se ríen de la noche, yeguas desbocadas,
águilas inciertas con las alas replegadas y avizorando la aurora.
Apresúrate. Ya van viniendo las tormentas de Otoño y el mar esconderá su brisa para hacerla borrasca.
No digas, después, que los cadáveres no tienen imaginación ni saben abonar las tumbas…