EL ZAPORITO, SU NOMBRE, SU ORIGEN Y SU HISTORIA O UN LEGADO PARA LA IDENTIDAD ISLEÑA
De un tiempo acá la historiografía de la Isla se viene enriqueciendo con frecuentes aportaciones, todas ellas
complementarias de lo que a la larga habrá de ser una sustanciosa bibliografía sobre temas isleños.
En la primera entrega se cumple el sueño de un hijo de San Fernando que alimentó, entre sus problemas cotidianos,
una preocupación nacida al compás de sus vivencias infantiles y juveniles: evocar la historia de su barrio. ¿Y no es
esa la ambición de todo isleño? Pedro Martínez Chamorro, de la mano de su hija María Elena Martínez Rodríguez de
Lema, amanuense de la memoria fiel de su padre, entra en la nómina de esos cañaíllas que hacen nostalgia
documentación y perennidad.
La obra de buena factura editorial, publicada por Gráficas San Fernando, se compone de una jugosa presentación a
cargo del doctor Juan García Cubillana, en la que queda aclarada la cuestión semántica del vocablo Zaporito, que no
procede de San Hipólito, titular de una antigua salina de la zona, sino de Juan Domingo Saporito, genovés casado con
una gaditana y que, siendo dueño de una vasta finca, intuyó las ventajas y posibilidades comerciales que tenía una
comunicación marítima directa con el Caño Sancti Petri. Sigue un prólogo del sacerdote Pablo Antón Solé, que evoca
un encuentro con Pedro Martínez Chamorro y narra las peripecias e inquietudes de éste hasta configurar su objetivo
de reivindicar la historia y la importancia geográfica del Zaporito.
La co-autora del libro, Elena Martínez, explica a continuación los avatares que antecedieron a la elaboración
definitiva de la obra, y advierte que no es una nostalgia del pasado, sino un trabajo de investigación; añade
asimismo, un capítulo de agradecimiento a colaboradores fotográficos, a consejo de asesoramiento y a medios de
divulgación, especialmente cuando mantuvo una entusiasta polémica con Quintín Dobarganes, que defendía el
significado de San Hipólito tras el nombre de Zaporito.
Viene después el cuerpo de la obra con texto y fotografías ilustrativas que nos trasladan al pasado, cuando, en
efecto, el muelle del Zaporito tuvo una actividad de Astilleros al calor de una industria de carpintería de ribera
(no sin antes exponer con rigor aspectos de la familia Saporito, fundamento del término que da nombre al lugar).
Se destaca también la utilidad que tuvo el muelle en sus tramos de circunnavegación desde Chiclana a Gallineras
dejando en esta entonces esplendorosa ensenada artificial abundante productos de la pesca que luego era pregonada
por los barrios isleños, especialmente por las Callejuelas.
No se olvide la importancia social que tuvieron los Baños, dependencias anexas al muelle, así como el interés de la
familia Martínez Caballero por la explotación industrial de la zona, que marca un hito en la historia de la
construcción naval en San Fernando, con un afán de trasmisión ininterrumpida que viene de padres a hijos, hasta
culminar en la figura de Manuel Martínez Caballero, padre de Pedro Martínez Chamorro.
Los isleños cabales han de agradecer a la autora esta aportación que a través del encanto irrepetible de las
fotografías de Fernández Bey y de Joaquín Quijano —además de las conservadas entre los recuerdos familiares— , nos
adentra con innegable cariño en un ayer que ya queda alumbrado y mejor conocido en la conciencia isleña.
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