Terrible suceso el acaecido el 7 de enero pasado en las instalaciones del semanario satírico francés Charlie Hebdo, con doce personas muertas y cuatro heridas de gravedad. Dos encapuchados vestidos de negro y portando
fusiles automáticos Kalashnikov fueron los autores de la matanza, perpetrada ésta -según se confirmaría más tarde- en nombre de la organización terrorista Al-Qaeda de la Península Arábiga, que se adjudicó el ataque y lo
argumentó como venganza por el honor del profeta Mahoma.
Los asesinados en la sede del semanario fueron el dibujante y director del mismo Stéphane Charbonnier, conocido como "Charb", el policía encargado de su escolta, ocho dibujantes y empleados y un invitado. En la huida aún
sería herido y rematado de un tiro en la sien otro policía nacional. Al día siguiente, 9 de enero, los atacantes fueron identificados y abatidos por la Policía en un polígono industrial. Paralelamente a estos hechos, un
individuo de la misma facción terrorista, tras asesinar a otro policía en Montrouge, llevó a cabo un atentado y toma de rehenes en una tienda judía cerca de Porte de Vincennes. Las fuerzas del orden intervinieron en la misma
abatiendo al terrorista, no sin que antes éste asesinara a cuatro de los rehenes y dejara a varios gravemente heridos.
Sucesos trágicos y condenables de todas todas. No solo por cuanto supone quitar la vida a unos seres humanos, sino porque, además, han sido realizados "en nombre de Dios", como venganza, como aparente justicia y castigo a
quienes ultrajaron el nombre y la imagen del profeta Mahoma, el enviado de Alá.
Estoy completamente convencido de que cuando el Dios de todos, el Omnipotente y Supremo Hacedor, el Divino y Todopoderoso Yahvé o el Compasivo y Misericordioso Alá, les tenga delante y haya de juzgarlos les dirá airado:
"Jamás salió de mi boca palabra que no fuera de amor y fraternidad para con todos vosotros. Ninguna de mis criaturas puede ocupar mi espíritu ni tomar mi nombre para destruir lo que yo creé con mi hálito. Habéis manchado
vuestras manos y mi nombre con la sangre de vuestros hermanos los hombres. ¿Quiénes sois vosotros, malditos hijos de la locura? ¿De dónde os irrogáis una ley que solo es potestad de vuestro creador? Iros..., iros ahora y
para siempre de mi presencia".
La palabra Yihad -que se traduciría por "esfuerzo en el camino de Dios"- es un concepto del Islam que aparece 41 veces en el Corán y describe una obligación religiosa de los musulmanes. Son muy numerosas las interpretaciones
que se hacen del término, pero también son numerosos los expertos y especialistas en los estudios islámicos que sostienen que yihad no significa "guerra santa". Yihad es "un concepto básico y extenso que incluye el esfuerzo
por mejorar la calidad de vida en la sociedad, esfuerzo en el campo de batalla en defensa propia, o luchar en contra de la tiranía y la opresión". Actualmente, el yihadismo es un neologismo occidental utilizado para
denominar a las ramas más violentas y radicales dentro del islam político -como Al-Qaeda-, caracterizadas por la frecuente y brutal utilización del terrorismo en nombre de una supuesta yihad a la cual sus seguidores llaman
una guerra santa en el nombre de Alá. Buena prueba de ello lo tenemos en los atentados del 11-S en Nueva York, el 11-M en Madrid o el 7 y 21-J en Londres. Ideológicamente, el yihadismo como doctrina política es un ideario
teocrático totalitario de corte antiliberal y antidemocrático que, según sus críticos, «desprecia sistemáticamente la vida humana». Por esa razón se va abriendo paso la consideración de que es una de las amenazas más graves
a las que se enfrentan las democracias liberales, particularmente en Occidente.
Es evidente que los actuales seguidores del yihadismo nada tienen que ver con el concepto coránico ni con los auténticos fundamentos de la religión musulmana. No se atienen a otras normas que a las que les dicta sus propios
intereses y obran con total desprecio a las vidas y los derechos de los demás. Diferenciados, pues, de toda sustentación en argumentaciones religiosas, solo cabe considerarlos simples terroristas y una amenaza a la que es
preciso controlar y combatir con todas las de la ley allí donde se encuentre.
No obstante, tenemos que dejar perfectamente claro que no todos los musulmanes o seguidores del Islam son yihadistas. La inmensa mayoría de musulmanes son excelentes personas, buenos padres de familias, cumplidores de sus
obligaciones y fieles observadores de los derechos de los demás. Y estamos obligados a considerar que creen firmemente en Alá su único Dios y en su profeta Mahoma, de la misma forma que los católicos creen en Dios y su hijo
Jesucristo o los judíos en Yahvé y su patriarca Abraham. Y que la fe religiosa está profundamente arraigada en todas las religiones, destacando sobremanera en los casi 4.500 millones de creyentes seguidores de estas tres
referidas religiones monoteístas. Y es por ello que debemos condenar todo cuanto suponga burla o escarnio de su Dios, sus profetas, sus ideologías y sus símbolos.
Soy defensor a ultranza de la libertad de expresión, y, como saben, suelo poner a parir cada mes en estas páginas a todos los rangos políticos, gubernamentales, bancarios, financieros, empresariales y raleas asimiladas,
cuando por ladrones, corruptos, sinvergüenzas, incompetentes, negligentes o inhábiles causan daños o interfieren negativamente en la buena marcha del país, del mundo, de los estamentos sociales o de cualquiera de los
derechos consustanciales de los humanos y de todos los seres vivos. Pero no apruebo que esta libertad de expresión comprenda cachondearse de los más firmes principios y convicciones de los demás. De ninguna forma se pueden
justificar esas muertes, pero tampoco que se violen los derechos inalienables de las personas, de todo humano, a ser, sentir y pensar como les dé la real gana. No se pueden herir los sentimientos más íntimos y arraigados en
los hombres, los que conforman sus principios, su ética, su integridad y decencia, su honor, los fundamentos y pilares de su vida toda.
Ya hablé del tema en su día, en 2006, en un artículo titulado "
Caricaturas". Estas caricaturas de Mahoma fueron publicadas
por el periódico danés Jyllands-Posten y, posteriormente, por diarios y revistas alemanes, noruegos y franceses. Causó una conmoción en el mundo islámico con multitud de incidentes y el incendio de las embajadas de Dinamarca
y Noruega en Damasco, Siria. Hubo diversos muertos en Afganistán y otros países del entorno árabe.
Y decía en el mismo que la libertad de expresión es una prerrogativa que tenemos los que habitamos en países donde las leyes y la forma de gobierno se asientan en fundamentos democráticos. Es una manera más de proclamar y
afirmar nuestra libertad. Pero hay limitaciones, autocensura... Ni aún en el más libre de los países se le ocurre a nadie mentarle la madre a ningún individuo -por mucha razón que lleváramos y mucha verdad que fuera- so pena
de tener que soportar una reacción de insospechables consecuencias. No voy a reproducir aquí los supuestos que describo en el mismo, pero servirían como argumento para explicar por qué acepto y entiendo la reacción del Papa
Francisco cuando, días atrás, en relación con los sucesos de Francia, dijo lo que haría si alguien dijera una palabrota sobre su madre.
En resumen, unos sucesos estos de 2006 con reacciones tan salvajes y muertes tan injustificables como las ocurridas el pasado mes en Francia. Mi profundo respeto por todos ellos.
Ciertamente, lamentable. Pero, como así somos -todavía- los hombres, no nos sorprende ni la barbarie de los unos ni la total falta de respeto de los otros.
Lo que sí puede sorprendernos es que el que está arriba, el de los mil nombres, el muy amado de todos y tantas veces requerido en mil lenguas diferentes, todavía siga prolongando aquel séptimo día y no se plantee volver al
trabajo para poner orden en este caos. Daría mil veces mi vida porque mis nietos -o los nietos de mis nietos- pudieran leer un Génesis corregido y aumentado que dijera:
"Y continuó Dios su obra. Y el octavo día puso la luz del entendimiento en la mente de los hombres..."
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