Los humanos, los hombres, la maquina más compleja de todo el Universo conocido, nacemos a la vida sin un manual de instrucciones que nos permita conocerla y tratarla sin que, a lo largo del tiempo que hemos de pasar por
ella, se nos revuelva y nos saque las asaduras cada dos por tres. Y no puede cabernos la menor duda de que, para poder llevar a cabo este tránsito vital, muy por encima de bienes y riquezas, de instrucción y formación que nos permita el acceso a los mejores puestos, a
los privilegios de las élites, el bien más preciado que tenemos es la salud. Y el conocimiento de la misma, y de la forma y métodos para conservarla, es justo la materia que nadie, absolutamente nadie, se preocupó de inculcarnos y hacernos tomar conciencia de
su extraordinaria importancia.
Es posible que mientras pasamos por la infancia, la adolescencia y los primeros años de adultos, a pesar de que no tengamos ni zorra ida sobre hábitos nutricionales y conductas saludables, la vida nos trate muy
favorablemente en lo que a la salud respecta. Pero, indefectiblemente, en cuanto la madurez comienza a pintarnos refilones de plata en las sienes, también la salud se nos va haciendo protagonista y comienzan a aparecer las
"goteras". Y es entonces cuando, tras que el hepatólogo nos diga que tenemos el hígado hecho polvo, el endocrino que el colesterol y los triglicéridos por las nubes y el cardiólogo nos advierta de los diversos problemas y
riesgos cardiovasculares, que nos miramos las abultadas chichas de la barriga y tomamos conciencia de que nadie nos dijo nunca que había que conocer y cuidar los hábitos alimenticios y realizar las suficientes actividades
físicas para que la señora salud nos acompañe amigablemente hasta el fin de nuestros días.
Efectivamente. Pero, aunque a Vd. y a mí y a tantos otros que ya superamos largamente el medio siglo nos han aparecido las dolencias en este ya avanzado tramo de nuestras vidas, aún nos podemos llamar dichosos. En la
actualidad, por diversos motivos -buenos y malos-, al episodio narrado en el párrafo precedente hay que quitarle todo el condicionamiento temporal de la primera parte para comenzar la parte afirmativa (el inicio de aparición de las "goteras") desde
el mismo momento en que nacemos.
Podríamos hablar de la altísima tasa de incidencia de enfermedades de todo tipo desde la Revolución Industrial -principalmente desde la segunda o era de la producción masiva-, derivada del extraordinario crecimiento de las
industrias químicas y eléctricas, de la energía fósil y los motores de explosión, y, sobre todo, de las relacionadas con el cultivo, la producción y elaboración de alimentos básicos -o complejos- y su puesta a disposición de
los consumidores. Pero, para no hacer demasiada prolija esta exposición, al tiempo que señalar la extraordinaria importancia e incidencia de la alimentación actual en las enfermedades que nos asedian, vamos a referirnos solo a la
Obesidad y el sobrepeso por su altísima incidencia en la población, por los innumerables riesgos que conlleva -predisposición a enfermedades cardiovasculares, ictus, diabetes mellitus tipo 2, osteoartritis, algunas formas
de cáncer, padecimientos dermatológicos y gastrointestinales, etc.-, y porque, aunque la obesidad es una condición clínica individual, las estadísticas nos refieren que se ha convertido en un serio problema de salud pública que va
en aumento.
De la gravedad del problema tenemos innumerables estudios y son muchos los científicos e investigadores que nos advierten de ello. Por citar uno, el doctor Pedro José Benito, profesor de la Facultad de Ciencias de la
Actividad Física y del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid, en un trabajo (2011) avalado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, nos
señala que España se ha situado por delante de EE.UU. en Obesidad Infantil, con un 19 % de niños obesos frente al 16 % de los estadounidenses, porcentaje que triplica al de hace 30 años.
La evidencia de que nuestros niños superan ya al país con más obesos del mundo, EE.UU., nos obliga a preguntarnos: ¿Por qué ocurre este despropósito?, ¿Quién tiene la culpa de que nuestros ciudadanos comiencen a ser enfermos
potenciales desde su más tierna infancia? Y la respuesta no puede ser otra que porque nadie, absolutamente nadie, se ha preocupado de decirles qué es la salud y cómo deben de cuidarla, de enseñarles unas correctas pautas de
alimentación junto con unos hábitos saludables donde no debe faltar la actividad física. ¿Y sus padres, por qué no se han preocupado de enseñarlos? Porque sus padres, desgraciadamente, saben aún menos que ellos del tema; entiendan que tampoco
nadie les enseñó nada sobre la alimentación y los buenos hábitos necesarios para conservar la salud.
Tanto la OMS como la FAO, así como un alto número de Universidades, investigadores y científicos, recomiendan que el conocimiento de las conductas alimentarias y las relacionadas con la nutrición y la salud deben ser materia
fundamental impartida por profesorado competente en las escuelas desde los primeros tiempos educativos de los niños. A este respecto, la FAO señala:
Educación en nutrición en las escuelas primarias (S. Olivares, J. Snel, M. McGrann y P. Glasauer)
La educación en nutrición, entendida como la combinación de experiencias de aprendizaje diseñadas para facilitar la adopción voluntaria de conductas alimentarias y otras conductas relacionadas con la nutrición que conduzcan
a la salud y el bienestar, ha sido reconocida como uno de los elementos esenciales para contribuir a la prevención y control de los problemas relacionados con la alimentación en el mundo (FAO, OMS, 1992 y FAO, 1995).
Frente a la diversidad de factores ambientales que afectan la calidad de la alimentación, se considera que la educación en nutrición en la escuela representa una manera eficiente de alcanzar a un amplio sector de la
población, que incluye no sólo a los niños y jóvenes, sino también a sus maestros, sus familias y la comunidad de la que forman parte (OMS, 1998).
Los niños en edad escolar constituyen uno de los grupos prioritarios que deben recibir una educación en nutrición; y es particularmente importante impartir esta formación de forma efectiva.
(
http://www.fao.org)
¿Se hace algo en España? Nada. No tenemos la menor constancia de que el Gobierno -ni el actual ni los anteriores- se haya preocupado nunca del tema. Lo único que podemos señalarle es una página en Internet del Ministerio de Sanidad,
Servicios Sociales e Igualdad titulada "Campañas 2007- Prevención de la obesidad infantil" en la que, aunque algo desfasado (es de 2006), se reconoce ciertas cifras estadísticas y parte de la problemática provocada por los hábitos
alimentarios y sedentarios. Se reconoce el problema y su importancia, pero no se hace nada para corregirlo (Véanlo aquí:
MSSSI - Campañas 2007).
De que el Gobierno tiene una perfecta conciencia de toda la problemática que referimos también nos da pruebas en el
Informe anual del Sistema Nacional de Salud 2012. Señalamos un par de capítulos:
1.3. Morbilidad
Las enfermedades crónicas y las no transmisibles vienen experimentando un incremento continuado desde las últimas décadas del siglo XX y han reemplazado a las enfermedades infecciosas como principales causas de morbilidad y
mortalidad.
2.5. Obesidad y sobrepeso
La obesidad afecta ya al 17 % de la población de 18 y más años (18 % de hombres y 16 % de mujeres). Si consideramos también el sobrepeso, un 53,7% de la población de 18 o más años padecía obesidad o sobrepeso. Desde la
primera Encuesta Nacional de Salud en 1987, la obesidad sigue una línea ascendente en ambos sexos. Mientras que en 1987 el 7,4% de la población de 18 o más años tenía un IMC superior a 30 kg/m² (límite para considerar
obesidad), en 2011 este porcentaje supera el 17 %.
Sería algo tan importante como imprescindible que las autoridades de salud y educación de España -y de todos los países, aunque algunos ya lo hacen- se pusieran de acuerdo en proporcionar los conocimientos suficientes para
algo tan fundamental para sus ciudadanos como es la salud. Y la mejor -si no la única- forma de conseguirlo es impartiendo clases dedicadas en exclusiva al conocimiento de los alimentos y la nutrición, las conductas
alimentarias y las relacionadas con los hábitos complementarios necesarios para su mantenimiento (como ejercicios y actividad física). Tan solo con eso iríamos restándole buen número de dígitos a las cifras de las
principales causas de morbilidad y mortalidad.
Y puestos a educar a la población para apartarlos de las garras de la enfermedad y de la muerte, debemos imaginar que, si no desde los comienzos -quedan por resolver muchos intereses en juego-, poco a poco irían incorporando los nuevos descubrimientos sobre la nocividad y efectos patogénicos de
determinados alimentos en el
desencadenamiento y proliferación de enfermedades consideradas actualmente como de etiología desconocida y, por tanto, no curables
(vean más en
La Web de la Artritis Reumatoide).
Sería como proporcionarnos la parte más importante de ese manual de instrucciones que nunca se nos dio cuando nacimos. Sería como tocarnos la Lotería a todos.
Ver Curriculum
