¿Cómo ven lo demás la vida de otra persona? ¿Son magnánimos? ¿irreverentes? ¿comprensivos? ¿Es difícil ver con objetividad y sin críticas cómo el otro puede vivir su vida?

Cada uno hace lo que puede. Cada instante vivido es único, no experimentado.

Salvo las situaciones rutinarias todo lo demás son vivencias irrepetibles que forjan el alma marcándola, abrochándole un llamador para reaccionar si sucediera lo mismo.

Tenemos los elementos para no volver a equivocarnos, pero no siempre sabemos utilizarlos, o quizá no podemos. Entonces, inconscientemente mentimos, disfrazándolo, mimetizando nuestros errores para querer creerlos diferentes y es ahí, precisamente ahí cuando volvemos a equivocarnos, a sufrir, a desgarrarnos el alma.

¿Y cómo justificamos esta nueva y repetida equivocación? generalmente nos victimizamos clamando: ¿Por qué a mí?

¿Y por qué no? pregunto; ¡si tenía todas las herramientas para evitar el sufrimiento y no las utilizamos! Y eso sucede. No las usamos porque creemos que en esta oportunidad estamos bien plantados y todo será diferente.

¡Gran error!, lo que nace mal muere peor, lo que nos lastimó una vez nos vuelve a lastimar, lo que no supimos o no pudimos erradicar vuelve con más brío, más saña, más fuerza.

Entonces nos damos cuenta de que todo depende de nosotros, de cómo nos paramos ante los problemas, de cómo reaccionamos y fundamentalmente de qué es lo que ponemos al final: si coma, puntos suspensivos, o punto final.

Si nos queremos, si podemos volar sobre nuestros decapitados despojos, podremos construir reciclando pedazos de esperanzas un arco iris limpio y claro que nos lleve a recorrer el mundo de lo posible.

Pero de ese “posible” que nos haga vivir con dignidad sin bajar la cabeza, sin soportar humillaciones lacerantes que van degradando nuestro espíritu ocupando el espacio de la alegría, del querer hacer, del salir, caminar, correr, de pensar que para “todos” existen futuros mejores en los que uno no puede incluirse.

Recién ahí, cuando podamos ver la magnitud de lo que se puede lograr, comprenderemos que la vida es otra cosa, es mejor, es viable lograr la felicidad, el amor, porque sólo depende de nosotros.
Nos daremos cuenta de que no nos debe importar cómo puedan ver los demás nuestras vidas, el camino es nuestro como lo son nuestros pies y la capacidad o ganas de caminarlo.

Por lo tanto caminémoslo de la mejor manera que podamos hacerlo: llevando la mirada alta, los pasos cortos y precisos, una meta fija y una nueva mochila pero esta vez, cargada de esperanzas y de amor.

Ver Curriculum