He dicho que quiero vivir en poesía. Que la rutina es delincuencia existencial. Diecisiete mil y medio comienzos ya. Muchos círculos. Muchas impresiones. Por eso he de escribir sobre los suspiros en sepia. Para marcar
cómo lo veo.
Como dice Benavente, hay intereses creados. Pero también hay creaciones que interesan. Por eso existe el arte y cada artista quiere hacer su impresión. Pero no todos quedan impresionados. Pero si has leído hasta aquí, me
alegro.
Pienso en la impresión del tiempo, muy evidente, como las pinturas de Cézanne de la catedral de Rouen. Y menos visual, como el impresionismo de Machado en “Yo voy soñando caminos” y “A orillas del Duero” donde el poeta
marca pasos en el tiempo con la luz que se va.
Esto lo aprendí de mi profesor Carlos Bousoño hace muchos años, que los impresionistas eran conscientes, quizás obsesionados, con el tiempo porque la impresión es un matiz en el tiempo para marcar la vida de uno camino a
la muerte.
Empecé a verlo después por mi cuenta en muchas más cosas. Hay algo absoluto y algo particular con el tiempo. Bajtín presenta los cronotopos, momentos de un cruce de tiempo y espacio, como impresiones que se han hecho en
la literatura. Y cada una es única.
Pero la obsesión por el tiempo empezó mucho antes, antes de Villon y su canto famoso al “temps jadis”. Pero desde allí empezamos. Como dice Garcilaso, “Marchitará la rosa el viento helado”; como dice Quevedo, “y vi que
estuve vivo con la muerte”; como dice Rosalía de Castro, “ni hay para la vejez resurrecciones”.
Hay tantas impresiones negativas del concepto del tiempo hasta que llega el impresionismo como movimiento artístico. La belleza visual de Monet, Renoir y Sorolla. La belleza se ve en los versos de Machado, que mucho
expresan ese triste sentir sereno que le imbuyeron Garcilaso y la Guerra del ’98. Pero son versos profundamente bellos: “Las ascuas de un crepúsculo morado detrás del negro cipresal humean…”.
Otros escritores como Santa Teresa dicen que mueren porque no mueren, pero yo no tengo prisa. Yo prefiero abogar por los versos de Darío cuando dice, “¡Mas es mía el Alba de oro!”
Esa es mi impresión por ahora.
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