• Dean Simpson

    Impresiones

    Mujeres en Palmerín de Inglaterra

    por Dean Simpson (Boston)


Modelos de mujeres en Palmerín de Inglaterra (parte 1ª)

Introducción.

Si un (una) feminista estuviera con el barbero y el cura ante la hoguera cervantina, ella optaría por alimentar las llamas con Palmerín de Inglaterra, en lugar de salvarlo como hicieron ellos. Los méritos de los hombres en este libro de caballerías son evidentes: las proezas de Palmerín y sus compañeros, las aventuras a tierras lejanas, y los obstáculos que los protagonistas han de superar merecen la adoración y consecuente salvación de este libro en Don Quijote. Sus defectos, desde una perspectiva que considera la equidad de los sexos lo hace destacar lo suficiente como para considerar su condena. Relativo a otros textos de caballerías, el descrédito hacia el sexo femenino en éste es desconcertante. Aquí tenemos los modelos de mujeres que se presentan en Palmerín de Inglaterra para ver cómo es la misoginia en ella.

La mujer bella.

En la tradición de la literatura artúrica los hombres siempre tienen muchas competencias entre sí para mostrar su valentía y posición en la jerarquía de los otros caballeros. Hay un tipo de competitividad que existe entre las mujeres también. Su carácter y fama están vinculados con su apariencia física: la más hermosa es la más cotizada. Entre ellas hay emociones de orgullo y celos, sobre todo entre las doncellas y señoras de la nobleza. Los hombres les hacen creer que su mayor virtud es la belleza, y éstas sólo se conforman con el dictamen masculino, nutriendo las mismas condiciones que las definen.

Los hombres no tienen de qué quejarse: tienen la vida por delante y toda la libertad que quieran. Las mujeres, en cambio, aprenden del hombre que su aspecto físico es su mayor virtud y para tener éxito en la vida necesitan afanarse al perfeccionamiento de su apariencia. Así se ha visto en la tradición artúrica desde Chrétien de Troyes. Éste, por ejemplo, hace resaltar la belleza de Énide:

Jamais semblabe beauté, Nature en témoigne, ne fut recontrée par le monde…Ses yeux semblait deux étoiles par la grande clarté qu’ils rendait. La nez était parfait, la bouche accomplie. Que dirais-je de la beauté du corps? Elle était attirante comme un miroir et faite en tous points pour être regardée.

Las más bellas son las más cotizadas, y es por eso que surge tanta competencia y celos entre las mujeres. Se visten elegantemente para captar al ojo ajeno. Aparte de las dotes físicas naturales de la mujer, su indumentaria es lo único que la mujer puede hacer para variar su apariencia.

En el Amadís se hallan los celos y la competencia entre Oriana, Briolanja y Grasinda. Aquí en el Palmerín las mujeres principales -Arnalta, Polinarda, Miraguarda, Targiana- experimentan las inquietudes y vanidades asignadas a su sexo. Arnalta, mientras tiene a Palmerín en su prisión, quiere saber si Miraguarda es más hermosa que ella, y manda a una doncella suya a averiguar. Polinarda también se muestra celosa cuando ve a Miraguarda: “y puesto que hasta allí nunca viera cosa que le diese ningún recelo, no supo entonces encubrir su pasión que aquella figura le hacía”(Ediciones Miraguano, 1979, vol. I, página 309). El hecho de sentir celos es para Moraes, el supuesto autor de la obra, señal de debilidad por dos razones: muestra la inseguridad que uno tiene de si mismo, y es una muestra de codiciar lo ajeno. Polinarda también expresa lo mismo con respeto a la belleza de Leonarda, “No es de creer sino que Palmerín tiene la razón ciega o la voluntad prendada en otra parte.”(II,25). De esta manera, al ver estas emociones surgir en las mujeres, quienes incesantemente se preocupan por sus apariencias, o sea, lo superficial, lo que se ve por fuera, el autor, quien en otras ocasiones recalca los valores del hombre que son más profundos --el honor, la lealtad y el orden--, implícitamente da a entender en el texto que la mujer es inferior.

En esta ocasión con Polinarda los celos surgen porque la belleza de la otra pone en peligro la suya. Desea que llegue Palmerín a la corte “para con sus fuerzas ganar el precio de aquellos escudos y perder el recelo de que vivía”(I,309). Esto afirma que ella también cree que la belleza "objetiva" tiene una relación directa con el éxito de las armas del caballero. Ella se siente decepcionada y no sabe qué hacer; experimenta el vaivén que el autor denota como típico de las mujeres: “alguna vez estaba determinada mandarle a buscar, después tornaba a determinar en otra cosa, porque en las mujeres mayor asiento las mudanzas que la constancia tiene.”(I,309).

Como hay competencias entre los hombres para ver quién es el más valiente, de la misma manera las competencias entre las mujeres sirven para jerarquizarlas por lo que a ellas más les importa: la belleza. En Las sergas el autor mismo entra en el texto para juzgar la belleza de las mujeres. En este texto y en el Amadís, por la cantidad de pruebas que hay en ambos, no es difícil saber quiénes son las más bellas; sin embargo, en el Palmerín hay menos pruebas que en el Amadís. Hay un instante curioso, no obstante, que coincide con los otros textos que hemos analizado. Palmerín va a la Ínsula Firme (del Amadís) para ver todas las mujeres de todos los tiempos, y observa que Oriana y Briolanja eran iguales de hermosas, y que “En medio de todas estaba la linda Polinarda, que parecía hacer ventaja a las otras.”(II 121). Este viaje anacrónico sirve para mostrar no sólo la supremacía de Polinarda sobre las otras mujeres del Palmerín, sino la hegemonía entre todas las mujeres de todos los tiempos.

En el Palmerín las mujeres entre sí, motivadas por la vanidad y los celos, quieren verse con otras para ver quién es más hermosa. Esto lo vemos, por ejemplo, en un caso entre Arnalta y Miraguarda. Miraguarda no deja que ella entre en su castillo porque, como explica Moraes, “el natural de las mujeres en no querer ninguna disculpa en las cosas que no se hacen a su placer.”(II,56). Arnalta se pone furiosa y manda a un caballero suyo forzar la entrada, pero no puede éste contra Florendos, quien está guardando el escudo de Miraguarda. Arnalta reacciona a esta pérdida de la misma manera que Miraguarda; considera la desventaja una afrenta personal y despide al caballero, “tan olvidada de él como si nunca le conociera.”(II,58). Hay poca diferencia entre estas dos mujeres; las dos se han mostrado precoces, reaccionarias e ingratas hacia los servicios de las caballeros. Parece que Miraguarda le lleva la ventaja a Arnalta, ya que hasta ahora no ha sido rechazada ni conquistada, y tiene más control sobre su harén de cortejadores.

La vanidosa

Hemos visto que hay mucha competencia entre las mujeres. En el Palmerín, como en otros libros de caballerías, son celosas, agresivas y, sobre todo, vanidosas. Esta última calidad la considera el autor (Moraes) como un defecto de la mujer. Cuando a Florendos le toca guardar el escudo de Miraguarda ella sale y “le estaba acechando de entre unas almenas”(II,49), y cuando oye a Florendos cantar con palabras “que le salían del alma”, ella se cree la destinataria de tanto sentimiento: “Y sobre ello tan suntuosa y altiva, que creía que todo aquello se debía a su merecimiento”(II,49).

Según Moraes, la competencia entre las mujeres es una característica innata de ellas, lo que el autor parece notar con más frecuencia a medida que se desarrolla el libro. Una mujer desprecia a otra, aunque sea más guapa: “Como el natural de las mujeres es, puesto que algunas de sí conozcan que deben poco a la naturaleza, ser tan vanas que la fea no confiesa que otra alguna en hermosura y placer le haga ventaja”(II,159). Ellas son como el prototipo del caballero malo que se jacta de sus destrezas guerreras, nunca cediendo el paso a la humildad, característica que se venera entre los buenos y los virtuosos. Según ellas, la más guapa, para ser como el héroe y sus compañeros, debería exhibir las calidades que a tal persona corresponde. El héroe es humilde porque sus hazañas son las portavoces de su reputación. La dama del héroe también debe dejar que su belleza hable por ella, y su modestia debería ser señal de su rango. Pero son todas retratadas como rivales empedernidos:

Vanidades que entre las mujeres más se estima y desea, que como de su propia naturaleza sean soberbias y presuntuosas, poderlo ser entre las de su tiempo y poder usar de desprecio a quien con ellas vive, es para ellas el mayor precio que en esta vida se puede alcanzar (II,226).

Así es la vida de la mujer de la corte en el libro. El ambiente de lujo, la rica indumentaria y el ocio es tierra fértil para cosechar la soberbia femenina: “con muchas damas ataviadas para aquel día de muchas riquezas, deseosas de ver cosas nuevas a costa de otras, por seguir su natural.” (II,281). Moraes retrata de esta manera la prototípica mujer del Palmerín. La emoción más prominente que tiene es la vanidad y todas las emociones negativas asociadas con ella. La mujer se preocupa mucho por sus apariencias, su belleza física y su vestimenta. Cuanto más bella la mujer, más vana, celosa y codiciosa es ella. Esto lo vemos, por ejemplo, en la cuadrilla de mujeres que sigue a Florián en el segundo libro. Torsi, la más hermosa, es también la más cruel porque “todo su fundamento era en la esperanza y confianza de su hermosura. Y como de ninguna otra cosa se quisiese ayudar, todo a su parecer era acomodado de desdén, desprecio.”(II,232).

En el Amadís las emociones principales de Oriana se ven también en el Palmerín -- los celos, la imprudencia, y la ira -- pero en otra forma. Los celos de Oriana son más transitivos, ya que su motivo es el amor de Amadís, pero aquí en el Palmerín son mayormente reflexivos, con fines individuales. La vanidad es la característica sobresaliente en ellas: “…lo natural de las mujeres es estar compuesta de vanidades, que darán la vida y el alma por hacer cosas con que otras las tengan envidia. Este deseo es entre ellas de tanta fuerza, que no lo quebrarán por ninguna cosa”(II,331). Moraes, al reiterar estas calidades prevalecientes en la mujer, también renueva el rencor que siente hacia el sexo femenino, retratándola como inferior y superficial comparada con los valores eternos de la caballería. Mientras que el hombre es un ser social por naturaleza, compatible entre sus compañeros, la mujer, en cambio, es incompatible: “que lo natural de cada una es ver siempre discordia en todo género de persona”(II,163).

Como las mujeres en estos textos son controladas por sus emociones, les falta la razón, una característica de los hombres, y por lo tanto surgen antisociales y discordantes: “que en las mujeres la ira y la venganza están aparejadas, y el perdón más aparejado”(II,126). Las citas del texto dicen verdades de la misoginia de la época.

La mujer como imagen

La manera de comprobar la belleza de una mujer es por el combate. Este tipo de prueba también es una prueba entre los hombres para establecer su rango en la jerarquía caballeresca. Se halla en el Amadís, pero aparece con mayor frecuencia en el Palmerín. El autor mismo afirma la razón por la que este fenómeno existe, por absurdo que parezca:

Como las mujeres tengan tanto poder con nosotros que nos dejan vencidos, en especial las hermosas, que éstas obligan a los hombres a no temer los peligros para acometerlos ni sentir sus recelos para dejar de pasar por ellos (I,205).

Aquí explica la valentía y la ceguera del esfuerzo caballeresco. La que más hermosura tiene, más ánimo le da al combatiente. En el Palmerín encontramos muchas veces a Floramán con una imagen de Altea, su dama. También Beroldo, príncipe de España, se acuerda de la imagen de Onistalda antes de un combate: “acordáos que esta batalla es sobre vuestra hermosura, y cualquier ofensa que a mí se haga, ofende a vos.”(I,88). Más adelante en la historia se presenta el Caballero de la Fortuna (Palmerín antes de descubrirse) para luchar con él, y “dio con Floramán tan gran caída en el suelo, que le dejó sin ningún acuerdo. Que fue verdadera muestra de la hermosura de la otra.”(I,98). Aquí se establece la jerarquía de la hermosura, con Polinarda encima de todas. Palmerín, al vencer al que ya había vencido a todos los demás, elude la necesidad de pelear con muchos, y sale con una victoria más dramática.

Hemos visto como el más valiente tiene este prestigio de llamar a su dama la más “hermosa”. También discutimos la incongruencia de relacionar la apariencia física de una persona con la salida de una pelea. No sólo es absurdo, sino que desprestigia a la mujer, reduciéndola a un objeto de motivación.

Con esta lógica se puede concluir, por ser Amadís, Esplandián y Palmerín invencibles, que Oriana, Leonorina y Polinarda son las más bellas. En el caso de Floramán, él pelea por la memoria de una mujer. Es el que más pelea con otros; es curiosa porque él combate por la belleza de su amada muerta. Tiene una imagen de ella que lleva consigo por todas partes, una representación de ella, un recuerdo, y con esto como impulso procura combatir con el mayor número posible de caballeros para afirmar su belleza. Con esto se pierde el motivo principal del combate. No es sólo para afirmar la belleza de la dama, sino para ganar también sus favores, y como Altea está muerta, Floramán nunca logrará gozar de los frutos de su labor. Uno de los otros caballeros se lo pregunta: “¿Para qué quieres, Floramán, seguir las armas ni la orden de ellas, pues ya no puede galardonar tus trabajos quien siempre te metió en ellos?”(I,277). Esta cita asimismo hace que uno sospeche de la legitimidad que estas justas tienen sobre la belleza de una mujer.

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