Podemos aceptar la realidad y amoldarnos a ella, ...o negarla y navegar contracorriente. Pero debemos ser conscientes de que la negación supone que todo cuanto nos rodea se vuelva del oscuro color de las dificultades, que los
caminos se nos muestre como pedregosas trochas insalvables y que las puertas aparezcan bajo el trance imposible de sus siete candados.
Y ello ocurre por la existencia de una
ley, la archiconocida y requetesufrida Ley del más fuerte, una ley pseudonatural tan innegable como imposible de eludir u obviar, que, apenas comenzado los albores de la Humanidad, adquirió su carácter cuando los más
dotados físicamente descubrieron que les bastaba una mirada o levantar un brazo para que todos se inclinaran sin rechistar.
Pero aquel tan mínimo como ineluctable perifollo esclavista -aunque sigue existiendo tal cual-, fue creado en sus formas más simples y primitivas. Pasados los siglos, entendido por los cerebros más brillantes y dotados de la necesidad de adecuar todas las formas y circunstancias de la
convivencia humana a los nuevos tiempos, en el que cada individuo gozara sitio acorde a sus capacidades intelectivas y valores intrínsecos, aún cuando la tal ley sufriría profundos cambios en su concepción y el
concepto que le daba nombre fuera relegado
a planos inferiores, se acordó que la misma permaneciera tal cual, nominada oficialmente tal cual ...y que no se hablara más ni media del asunto.
En la actualidad, la Ley del más fuerte se mantiene inalterada desde que
fuera adoptada, concebida, gestionada y legitimada, con
carácter de inalienable, por un ente tan poderoso como desconocido en sus perfiles al que llamamos capital. Y sin que conste la menor referencia explicativa en ninguna parte, pues, más que condicionada por su hermetismo, es negada en su nueva existencia.
De su existencia y acciones al margen de toda formalidad jurídica proveniente de las normas creadas por el ser humano para su convivencia, podríamos citar una descomunal e interminable lista de casos en sus vertientes más
significativas, la política y la financiera, pero, como para muestra
basta un botón, pongamos el irrebatible ejemplo de la guerra emprendida por el presidente George W. Bush contra Irak, saltándose a piola las decisiones de las Naciones Unidas y del resto del mundo; o las injustificables
torturas en el no menos injustificable centro de detención de Guantánamo; o la chulesca y racista acción del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, ordenando el desmantelamiento de los campamentos de gitanos y decretando su
expulsión en masa del territorio francés. Y si lo quieren más al límite, podríamos citar a Iván IV El Terrible, a Mao Tse-Tung, a Stalin, a Hitler, a Kim Sum y Kim Jong II...
También podemos meter en el mismo ejemplo la crisis económica sobrevenida en 2008 y de la que aún seguimos sufriendo sus efectos muchos países. Parece un contrasentido que una crisis financiera venga originada
-urdida o con la complacencia- por los
mismos que ostentan mando y control, pero así es. Los que están en la cima de la pirámide capitalicia no se ven afectados por la debacle económica, puesto que saben perfectamente cuándo y cómo se va a originar
(alguien gestó y puso en marcha las hipotecas subprime, alguien hizo la vista gorda para que pareciera un asunto legal, muchos alguien colaboraron para venderlas a más de medio mundo...). Ellos, los poderosos señores que
ostentan el poder supremo (no sé por qué me parece que pasan de uno y trino), sólo
tienen que cerciorarse de que su dinero y hacienda se mantienen a buen recaudo y aguardar a que estalle la bomba. Ocurrida ésta, sus consecuencias afectará a una ingente cantidad de países, gobiernos, entidades y ciudadanos del primer mundo -incluido
cofrades de las escalas medias y bajas de su colectivo (sin pertenencia directa)-, que perderán todo o buena parte de sus patrimonios y que, pasados los efectos de la onda expansiva, tendrán que pagar altos intereses para resolver sus
maltrechas economías y precarias situaciones. En resumen, un alto volumen de ganancias a engrosar las siempre bien nutridas arcas de los de arriba. Un río revuelto creado por los más expertos y hábiles pescadores.
No son necesarios grandes conocimiento para darse cuenta de esta realidad que nos afecta a todos. La Ley del más fuerte -en todas sus versiones- tiene largos tentáculos que están presentes e imponen sus irrebatibles criterios en todos los escenarios
políticos, financieros y de cualquier orden. De ahí que casi la totalidad de los países -en menor o mayor medida y tiempo- se vieran afectados por la crisis citada, siendo la Eurozona de las más castigadas. Las primeras
potencias, EE.UU. Reino Unido, Alemania, Japón, etc., afectadas en un principio, consiguieron resolver su situación en breve lapso de tiempo, pero no así España,
Portugal, Irlanda, Chipre y otros, que necesitaron un rescate financiero o bancario (caso de España) y aún mantienen sus economías a muy bajo nivel a la espera del milagro de la recuperación. El último caso, que nos refleja en
buena parte la manera de proceder de los semidioses que la dirigen y toda la virtud de su articulado -ausente de cualquier valor democrático y desprovista de alma y conciencia-, lo tenemos en el país heleno, Grecia, obligado al
cumplimiento de extraordinarias medidas coercitivas, que incluyeron drásticos cambios en sus leyes fiscales, administrativas, laborales y sociales, para prestarle las cantidades necesarias para su rescate y otorgarle
continuidad en la Eurozona.
Obligado a prostituir todo principio sobre derechos y estado de bienestar ciudadano, el primer ministro Alexis Tsipras, anunció su dimisión tras haber aceptado todos los condicionamientos impuestos para el referido rescate. Anteriormente, en los comienzos de las conversaciones, ya lo había hecho su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis.
Un gesto que les honra, pero que, en lo fundamental, no sirve para nada. Lo correcto hubiera sido continuar en el tajo, luchando por incrementar el conocimiento y aunar la voluntad de los hombres contra todo abuso de
poder -sin apologías ni extremismos, pero firmes- para que el mañana nos reconforte con
nuevos y más gratificantes amaneceres.
No sé si la Ley del más fuerte es un oportunismo arribista aprovechado por jugadores de ventaja al que habría que eliminar y borrar por completo de la faz de la tierra o, por contra, es un bien inmaterial y algo abstruso que
sirve -entre otras cosas- para crear conciencias económico-sociales más positivas y con mejores resultados a largo plazo para el colectivo de países menos capacitados o eficientes.
En cualquier caso, es ostensible que opera como una máquina sin alma ni conciencia a la que habría que humanizar. Un mínimo de sentido democrático y un poco de conciencia sobre los derechos inherentes a los seres humanos la
rescataría, siquiera temporalmente y a la espera de mejores tiempos, de las dudas que ahora la afectan en cuanto a la bondad de sus aptitudes y la conveniencia de su continuidad. Y debe ser así, y así deben entenderlo los
lúcidos cerebros que dirigen este desconocido ente, porque mantener el actual status roza el abuso, ...y todo abuso se acaba pagando. Reconvertir cualquier lógica en parcial y subjetiva desentona con la armonía del Universo.
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