Sentir que los huesos se rebelan
es sentirse vivo y caminante
a pesar de las grasas y los años
que vas arrastrando a tus espaldas,
sentir
que los futuros se van quedando
detrás de las pasiones incompletas,
que no hay empresa ni proeza
que pueda resistirse a tu fervor inusitado
porque solo la muerte rompe el calendario
y da vueltas a la vida que te queda.
Saberse luchador de mil batallas
aparentemente perdidas u olvidadas
y tener el coraje de emprenderlas
a pesar de ser irreverente en el combate
y asaz vulnerable y derribable
con las artes vergonzosas de la lucha
que rebasan cortesías y elegancias.
Pensar que solo soy un eslabón diminuto
de una cadena de intentos infumables
que navegan contra el viento y las mareas,
contra la soledad y las miserias,
contra el dolor y el egoísmo
de millones de compañeros de peaje
en una larga marcha donde el ostracismo
se va haciendo el amo del cotarro.
Escarceos
con pasiones de otros tiempos:
escarceos
con tu vida y tus milagros.