Andrés recorría las calles del centro comercial, en su bolsillo sonaban cinco monedas que eran
toda su fortuna y estaba dispuesto a invertirlas para un regalito posible.
-Siempre me pasa lo mismo, cuando se acerca el Día de la Madre se me parte la cabeza. Vos ves
que empiezan a decirte en la tele “si querés a mamá regalale…” y te largan una lista
interminable de cosas lindas y que a mi mamá seguro le vendrían muy bien y le gustarían mucho.
Pero no podés comprarlas con cinco pesos roñosos por más que para juntarlos hayas tenido que
estar días y días, que se yo cuántos.
- Yo me pongo a mirar las vidrieras y me quiero matar cuando veo los precios. Encima a los
diez años no hay Cristo que te de trabajo en ningún lado como para juntar algo, aparte te
sacan del medio como si estuvieras apestado.
-Y yo también la quiero a mi vieja pero quien va a creerme si no le regalo una cosa como
aquella, o esa otra, o un par de zapatillas porque estoy cansado de verla con ojotas todo el
día aunque llueva, haga calor o haga frío.
-Ella nunca pide nada, nunca se queja de que le faltan cosas y ni siquiera te dice qué le
gustaría, claro, si sabe que no se puede comprar, la vieja se las banca todas.
-A ver, ahí hay una juguera Moline, ah, hay que ponerle algo adentro para sacar jugo y en casa
nunca hay nada, con suerte arroz o polenta y que yo sepa no sale jugo de allí.
-Bah, por ahí de los gorgojos pero ajjjj, que asco, ¿Vos te imaginás una juguera para sacar
jugo de gorgojos? Jaja.
-Una planchita para el pelo, a ver cuánto vale, uhhhhhhh, no me alcanza, además qué vivo, para
usarla tendríamos que tener luz primero, así que a otra cosa.
-Ja, porqué la luz ¿Vos viste lo que vale? Ni que me regalaran los focos de la casa de
gobierno podría comprar esa planchita. Y bueno… ¡ A mami esos rulos le quedan tan lindos!
-Allá venden perfumes Eivo, pero dicen que si querés ser una persona exitosa tenés que
venderlos y a mami nadie le da nada para vender. Descartado entonces.
-Aquel horno para pan le vendría bárbaro, pero con lo que vale le compro una panadería entera.
A otra cosa, compañero.
-A ver ahí, dice “de ci le cu an to la queee res, re ga la le un Pi ti zen”, que reloj, loco,
qué reloj. Andrés siguió caminando, iba tras un milagro y como tal, inexistente. En el
recorrido encontró a Gerardo, el chiquito de la vuelta de su casa, compañero de travesuras
pero mucho más intrépido que el. Como Andrés también se abocó a la tarea de buscar el regalito
para mamá tan promocionado como imposible.
-¿Qué hacés, bolú? Dijo en ese extraño léxico tan de moda, tan instalado como el famoso Día de
la Madre en…
-Ando buscando un regalito para el domingo pero ¿viste? No hay nada barato loco, nada.
-Y encima te dicen que si la querés tenés que regalarle… y yo la quiero loco, pobre vieja que
se las banca todas aunque a veces se saque y me arranque los pelos por contestarle mal.
-Yo también bolú, pero cómo hacemos si no tenemos más que algunas monedas y el viejo anda sin
trabajo.
-¿Será cierto que si no les regalamos nada ellas se van a pensar que no las queremos?
-Y sí, debe ser cierto porque lo dice la tele y esos tipos se la saben toda.
-¡No loco, no me digas eso! ¿qué podemos hacer?
Gerardo se queda calladito por un momento, mirando un punto fijo y dispuesto a hacer lo que
fuera para cumplir el mandato contaminante de los medios.
-Mirá esa vieja, Andrés, dale, la arrebatamos y salimos de raje, por una vez no pasa nada.
Andrés se quedó pensando, miró a la señora que llevaba una cartera colgada de su hombro. Fue
un minuto, también, sólo un minuto, el suficiente para reflexionar desde sus diez añitos
vacíos.
-No bolú, no, jatejoder.
-Pero qué, si igual todos dicen que somos chorros aunque no afanemos nada.
-No, no, no bolú. Mirá, mejor el domingo me levanto tempranito, antes que ella. Preparo unos
mates, se los llevo a la cama, le doy un beso grande que le parta el cachete y le digo que no
pude comprarle nada pero le recontra juro que la quiero mucho. Y de paso le digo que no le
crea a esos que dicen que para quererla hay que regalarle algo lindo. Ella seguro que no se lo
cree pero yo se lo digo por las dudas, así me quedo tranquilo.
-Y sí, loco, me parece que yo haré lo mismo, porque además si se llegan a enterar que le
arrebatamos a esa vieja y vamos en cana, seguro se van a poner muy tristes.
-Vamos a jugar chabón.
-Si, vamos, pero mirá que bueno está ese vestido, si pudiéramos comprarle uno a ellas estaría
rebueno ¿no?
-Sí, claro, pero no miremos más nada porque se nos parte la cabeza de nuevo.
-¿Jugamos un picado, bolú?
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