Una playa no debe estar en silencio, al menos el sonido del mar embravecido debe llenarla,
las carcajadas de los chico/as, los ladridos de los perros, las declaraciones de amor y otros
tantos detalles universales que llenan nuestras existencias de contenido importante.
Playa Belle es lugar de encuentro y de paseantes, invita a relajarse y a entregarse al Sol y a
las divinas estrellas.
La playa y su sustancia son protagonistas, somos todos especiales en medio de ella,
divertidos, en Playa Belle se pasan buenos momentos, son instantes que van a quedarse en
nuestras memorias para siempre. Grabadas a fuego se insertan en nuestra piel todas las
historias vividas y sentidas sobre su blanca e inmaculada arena.
Ahora, sentada en mi mecedora de mimbre, me recuerdo de Nancy, una encantadora gata tricolor
que tuviera cinco gatitos a los que he buscado hogar calentito y seguro
lejos de los lobos de nuestro tiempo, los crueles hombres que maltratan animales. Deseo que
les salga muy caro a esos seres los malos tratos de indefensos.
La vida fue dura para mi Nancy, posteriormente la he llevado al veterinario a castrar y ahora
es una gata gorda, saludable y con una vida con un mejor futuro. Segura estoy.
Pero hay otros gatos en Playa Belle, por ejemplo Pepinolo de Oro, el gato del chalet de
Aurorita, que es muy mimoso y abierto a caricias, lleno de tolerancia con las travesuras de
los chicos y gordo, tanto, que casi no puede ni andar.
En el primer piso de ese edificio azulito vive Tom Tum, un gato blanco sordo que pertenece a
Peregrina Roulitt. Lo encontrara en la calle Reyuitt un 1 de noviembre y muerto por la
frialdad del temporal que nos asolaba.
En el segundo piso del edificio de color rosa encontramos a Yiyiya y Chichie.
Yiyiya es una gata del Himalaya, con mucho pelo beige y unos ojos azul cielo que me enamoran.
Desde el amplio Paseo de Playa Belle, me la puedo quedar observando hasta una hora sin
aburrirme. Y la otra, Chichie es la hermana de Tom Tum, blanca y de ojos amarillos, de modo
que la ha tocado la fortuna, no es sorda y siempre guarda la cordura y sus patas para golpear
y educar a los otros michis.
Truffa vive en la casita del Parque Du bruit, su ama es Mary, una buena amiga que en el
colegio siempre me ayudaba a estudiar mejor y a aprobar. Tru es una negrita salerosa,
chiquitina, de ojos amarillos y pelo largo, pues es persa, de las muy bonitas.
Ya calle abajo vive Chitiko, un gato muy guarrete porque hace pis en todas partes menos en sus
areneros y la verdad, harta a cualquiera, pero se ve que le quieren y por eso mismo lo
soportan con una desdibujada sonrisa...
Bebecito es el minino del Chiringito Paskualle. Es un gato que vive en libertad pero que tiene
dentro del kioskete camita, agua y buen pienso, de marca cara. A Paski le compro siempre los
helados de chocolate y en ocasiones le llevo golosinas para su bebecito, que es como si lo
fuera porque no tuvo hijos.
Y finalmente os hablo de mi Margarita, que ha vivido en el abandono hasta conocerme y que os
aseguro que iba a vivir mejor si dejase que la cogiese, pero no me deja, tan solo puedo
acariciarla y con cuidado de no asustarla. Ahora se cobija en una casa abandonada dentro de la
cual le he trasladado unos sillones viejos de pana, una mesa, cacharros de comida que lleno a
diario y agua fresca del manantial La Roulette. Muy conocido en todo el mundo.
Todos estos hermosos animales forman parte de mi vida cotidiana en esa preciosa playa del sur.
Todos ellos llenan mis momentos de felicidad y paz.
Lucho por ellos. Luchan porque me quieren ver, porque somos amigos y saben mi secreto de amor,
por el 2012.
Fue de aquella cuando ese joven diez primaveras menor que yo, se me ha declarado, muy cerca de
la casa deshabitada de mi Margarita.
A Gabriel, le he conocido en las cenas de Playa Belle. Era un joven atractivo y morenazo y eso
es todo. Pero ha pasado el tiempo y su amor me ha llegado como una ola del embravecido mar.
Todo me hizo engordar, pero igualmente he comenzado a salir de su mano. Visitando mis
trayectos le fui presentando uno a uno a mis animales sagrados.
Pero paso a paso recorrido con ilusiones fui sintiendo que mi amor hacia su persona era
maternal, no carnal ni matrimonial como deseaba Gabriel.
Tuve que decidirme y se lo he contado. Para mi sorpresa, ha cogido tanta furia que forcejeando
conmigo, me ha despojado del vestido y me hizo suya. Yo, que nunca estuviera con nadie ni
volviera a estarlo en el futuro.
Fue mi primera vez.
Finalmente se fue corriendo y no he vuelto a saber de su destino.
Los gatos de Playa Belle fueron testigos de todas nuestras conversaciones y besos forzados,
para Gabriel sagrados y amablemente saboreados, bajo la luna llena de abril, que segura estoy,
es lo que le ha enloquecido.
Lo perdono porque gracias a su persona he conocido ese tacto, esa presencia e intercambio, al
que, por ocasiones iba cediendo sin rencor aquella noche.
Los gatos sintieron pena por mi estrella, pasados meses y muchos, me siguen viendo transitar
en soledad y pensativa, en ocasiones con una sonrisa fresca.
Todo se ha desvanecido, cuando si mi respuesta hubiera sido otra, tal vez, ahora viera los
ojos de unas criaturas cuyas bocas me iban a llamar mamita.
Es el destino, una frase puede cambiarlo todo.
Gabriel no ha insistido con Raquel, que soy yo. Gabriel ha salido huyendo por miedo a una
denuncia y porque no ha sabido luchar por lo nuestro del mismo modo que explotan los volcanes
o hay tsunamis.
Es de idiotas pensar en regresar al pasado y rectificar, en retomar las palabras mal dichas,
arrepentirme y amarle de verdad. Porque ciertamente amigos, no he podido dejar de pensar en mi
chiquito Gabriel, en nuestra noche, su atrevimiento, sus ojos negros y sus sentimientos que he
despreciado sin saber de estas desagradables consecuencias de las que esos mininos son
silenciosos testigos.
No olvides esta historia.
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