¿Qué quieren los españoles? ¿Por qué este caos y cuáles son sus causas? Veámoslo.
Si tenemos en cuenta que el PP (según ellos, "ganador de las elecciones"), lo que obtuvo el
20-D fue un 28,72% de la totalidad de los votos emitidos, nos queda claro que el pueblo
español no está de acuerdo con la gestión llevada a cabo por el Sr. Rajoy y su partido de
derecha en esta última legislatura. Por lo tanto, ni tienen votos para formar gobierno ni
están legitimados para gobernar.
Si le añadiéramos los votos obtenidos por Ciudadanos (con cierta afinidad ideológica pero
determinados a imponer cambios en la actual política), un 13,93%, sumarían el 42,65% del
total, insuficiente suma que supone que la mayor parte de los españoles no quieren continuar con
políticas de derecha, que necesitan y consideran imprescindible un cambio sustancial en la
forma de gobernar este país.
Aceptado esto como un determinante impuesto por la libre voluntad de los ciudadanos, legítimos
y únicos ostentadores del poder soberano en nuestro estado democrático, el esquema a seguir
-bueno o malo- no
es otro que el de aceptar que los partidos de izquierda -o centro izquierda- tomen las riendas
del país.
Lo dicho hasta ahora, que el partido más votado, ni aún sumándole los votos del único que le
ofrecería apoyatura, conseguiría suficiencia para formar gobierno, supone un problema que deja
al país inmerso en una situación caótica.
Pero, cuando éste toma visos de atolladero insoluble es cuando hemos de enfrentamos a la realidad
de lo que nos queda.
El partido socialista, PSOE, siguiente en número de votos con el 22,01%, aunque la clara
imposibilidad de formar gobierno del Sr. Rajoy le ha hecho obtener el beneplácito del Rey,
tendría que sumar a ellos los votos del tercero de la lista, Podemos, con 20,66%,
enfrentándose a discrepancias ideológicas de difícil solución. Pero, aún cuando llegaran a
posibles acuerdos para su apoyo -y toda vez que el Partido Popular a reiterado que no les va a
permitir gobernar de ninguna de las maneras-, seguiría con un número insuficiente de escaños
para su investidura. Debería conseguir los votos del cuarto de la lista, Ciudadanos, 13,93%,
para obtener una mayoría absoluta (serían 199 escaños). De no conseguir acuerdo entre los tres
partidos, aún podría obtener la investidura con mayoría simple (en segunda vuelta) sólo con
Podemos (e IU y algún otro) y la abstención de nacionalista y otros.
El candidato del partido socialista, Sr. Sánchez, parece animado estos días y dispuesto a
conseguir con Podemos y Ciudadanos los acuerdos necesarios para la investidura -además de
otros más puntuales con grupos nacionalistas, independentistas y demás formaciones
minoritarias-. Una difícil tarea cuajada de incógnitas, ruedas de molino, humos y utopías y con
resultados más que improbables.
Los resultados los tendremos el dos de marzo (el debate da comienzo el día
anterior) o 48 horas más tarde si no consigue mayoría absoluta en la primera votación. Y de no
ser -lo cual también es probable-, aún tendremos otra posibilidad para reconducir el país con nuevas elecciones el 26
de junio. Pero, ¡ojo!, estas nuevas elecciones, tal como está el patio, sólo serán para más de
los mismo. Y en tal caso se haría imprescindible la figura del Rey -como Jefe del Estado, y
perfectamente legitimado para ello por la Constitución- para proponer un gobierno de su completa
elección (el llamado gobierno a la italiana).
Todo esto que les cuento, si bien no nos sirve como consuelo de nada ni nos reporta nada que
no esté cada día en los medios en estos últimos meses, nos sirve siquiera para hacer unas breves
reflexiones de qué es lo que pasa y qué tenemos aquí en España en el panorama político. En
primer lugar, la dejación absoluta de todos los derechos sociales y laborales por parte del
gobierno actuante hasta ahora, y sin el menor atisbo de cambio. El pueblo español ha sufrido y
sobrellevado estoicamente esta privación de derechos. Hasta ahora... Y puede que lo hubiera
seguido sufriendo si no fuera porque el comportamiento de muchos de los políticos que
gobiernan en partidos e instituciones -de todas las banderas-, los mismos en quienes confiaron y dieron su voto para
hacerlos guías de su futuro, viene demostrando a lo largo del tiempo, y cada vez en mayor
proporción, que carecen de toda honestidad.
La corrupción, la
inmoralidad y la conculcación de todas las leyes habidas y por haber es la materia prima con la
que se alimentan rotativas y cámaras y con lo que nos desayunamos todos los días. La vergüenza
nacional. Sí, es
cierto que en todas partes cuecen habas, pero, cualquiera que lea la prensa de otros países de
los que componemos el primer mundo, le dirá con cara compungida y la mirada baja que, en este
aspecto, España se lleva la palma. También es cierto que tenemos políticos de moralidad
intachable y honestidad a toda prueba, pero casi nunca son los que alcanzan las cimas del
poder ni las potestades suficientes para imponer sus criterios de manera efectiva.
No debemos perder la confianza, pero, a la vista de lo que vemos en gran parte de
los que luchan por el poder ahí arriba, tenemos que convenir que necesitan imperiosamente un
buen baño de humildad, un profundo examen de conciencia y un buen manual de ética para que lo hagan su libro de cabecera. Puede que,
si no en éstas, en las siguientes -o en las que le siguieran-, tengamos como conductores de
nuestro pueblo a personas capaces de, no sólo de decirlo cada dos por tres como parte de la
rutina, sino de llevar a cabo con total conciencia y honestidad lo de anteponer a España y a sus ciudadanos por encima de toda
ambición personal.
¿Que les gustaría? Pues, vayan poniéndole su velita a San Judas Tadeo...
Ver Curriculum
