AFIRMACIÓN POÉTICA O DEFENSA DE LA IMAGINACIÓN
Mucho antes de que apareciera la crisis, ya era un tópico decir que no corren buenos tiempos
para la lírica. Posiblemente ahora la frase tenga más persuasión, pero, al revés de lo que
quería el poeta de Hernani, Gabriel Celaya, la poesía no es un arma cargada de futuro, aunque
cada poeta la escriba en el tiempo que le ha tocado vivir sin afán alguno de que lo que
escribe le sirva a sus contemporáneos.
Vista con ojos occidentales, cada vez más tecnificados, la poesía no sirve para nada
absolutamente, y en esto le aventaja un poco el amor romántico, que, al menos, une a los
hombres y a las mujeres con fines de procreación o no.
La culpa de su aislamiento se debe, en parte, a que siempre se ha identificado a la poesía con
la Belleza, con el sentimiento y con el recuerdo, tres fuentes que hoy están próximas a su
desecación para instalar en ellas el mundo de la imagen, la frivolidad, la consagración del
consumo y el ser igual a tener. Sin embargo, no podemos creer que el papel del poeta ha
desaparecido en la sociedad, y no porque algunos pasen la frontera del verso y se instalen en
los predios de la novela. Podría desaparecer la poesía pero siempre quedarán frases tópicas
con que los cantantes de moda se enriquecen, económicamente hablando, gracias a una masa de
seguidores que está de espaldas a los registros poéticos.
Se puede ser indiferente a la poesía, incluso enemigo de ella, pero no se puede negar que la
vanguardia del lenguaje se debe a la poesía; es decir, que las metáforas que se emplean en los
argots del fútbol y el toreo, por poner espectáculos de mayorías, han salido de la retórica
literaria. Mientras que la mayor parte de los ciudadanos se conforman con una comunicación
cotidiana y funcional, manoseada y redicha, la poesía goza de una capacidad de recreación de
la lengua que es privativa de la emoción poética. Las metáforas que hoy crea el poeta, mañana
serán repetidas inconscientemente hasta la saciedad por sus vecinos.
El progreso en su formación de las lenguas romances —pongamos por caso el italiano con la
Divina Comedia de Dante Alighieri, el gallego-portugués con las Cantigas de amor y amigo y el
castellano con el Mío Cid— se debe exclusivamente a la poesía. Y permitidme recordar aquello
de “de bien nacido es ser agradecido”.
No quiero hacer una defensa de la poesía, sino presentarla para recordar a los ciudadanos de
bien que tienen una deuda con ese género literario que en todas las civilizaciones ha puesto
el primer ladrillo de la lengua para que se entienda la gente. La Matemática y la Lengua son
las dos columnas del templo del conocimiento y la cultura. Ahora bien, una cosa es la poesía
dicho así, universalmente, y otra es la poesía concreta que pueda leer un autor en un
determinado recinto, cuyo sentido o mensaje no pueda ser descifrado, tal vez, a las primeras y
necesite una segunda lectura.
De hecho la complejidad poética actual requiere una minuciosa lectura, y quizá una iniciación;
aunque está en la habilidad de los poetas que lo que lean en público pueda ser descifrado
simultáneamente por los que escuchan, pero cada mensaje requiere un nivel de comprensión que
lo da el dominio que tenga cada cual de su idioma.
En cuanto a su variedad, la poesía es como una familia numerosa de la que cada hijo no se sabe
a quién sale, si al padre, a la madre o a los abuelos. Quiero decir que cada poeta es su
poema, recordando aquello del francés Buffon: “El estilo es el hombre”.
En sus albores, la poesía siempre ha ido acompañada de la música; después ambas tomaron rumbos
particulares y hoy se puede leer un poema en verso libre con la misma fruición que cuando iba
de la mano por las plazas públicas con los juglares y por los salones cortesanos con los
trovadores.
Para concluir esta presentación, que no es un alegato, ya que la poesía no lo necesita, he de
decir que escribir en sintonía con la intuición es una actividad que siempre fue respetada y
admirada incluso por muchas generaciones, ya que el poeta, en otros tiempos, gozaba de un
prestigio próximo al oráculo, tanto que la lengua latina acuñó el sustantivo vate, que viene
de "vaticinium", semejante al verbo "femi", de donde viene profeta.
Pero, claro, los tiempos son otros y la prisa, así como los condicionamientos mencionados
antes, hacen que en las Ferias del Libro se diga poesía con la boca enana, sin pasar de Lorca,
Neruda, Gala o Benedetti.
Los poetas que van a leer -Ricardo Bermejo Álvarez, Blanca Flores Cueto, José Manuel García
Gil, Charo Troncoso González- son distintos en su idiolecto, como se dice en literatura, o
sea, cada uno con sus peculiaridades, y esta diferencia no es un caos, sino una riqueza que
hay que agradecer a los que heredan la inquietud de quienes hicieron posible que hoy hablemos
una lengua para entendernos, tanto a nivel de información, como de recreación imaginaria. Y
pregunto: ¿Hay mayor garantía de libertad que la imaginación?
(Texto leído en el acto de la Real Academia de San Romualdo, en su V convocatoria, realizada
en el Hotel Sal y Mar de San Fernando el día 9 de Junio de 2009)
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