LA LUCIDEZ DE UN INTELECTUAL CONTEMPORÁNEO
El mundo es un espejo donde vamos completando nuestra vida, un lugar donde nos hacemos y nos
deshacemos en miradas que vuelven a nosotros, son nuestra infancia, el edén perdido, aquel
paraíso que la vida, en su indigencia, nos ha ido negando.
Crecer es asombrarse, hacer de cada respiración un espacio de reflexión, por ello, la obra de
Claudio Magris, ensayista nacido en Trieste en 1938, hombre de gran calado intelectual,
catedrático de literatura germánica en la Universidad de Trieste, traductor de Ibsen, Kleist,
Schnitzler, creador de El Danubio, El anillo de Clarisa, Otro mar, Microcosmos, Utopía y
desencanto o El infinito viajar, entre otras obras, es un viaje por los sentidos, cada lugar
que contempla es un paisaje donde vive el recuerdo de una Europa que ha desaparecido para
siempre, un espacio que nunca podremos olvidar.
En El Danubio, la prosa de Magris lo cincela todo, como un buen escultor, nos ofrece el
paraíso de los lugares donde ha amado, Praga, la Antigua Baviera, la Selva Negra, todo es un
edén por descubrir, el escritor mira y se detiene en cada pasaje, inventa así el mundo, le da
forma, esculpe con su prosa un escenario de estatuas intemporales que prevalecen al tiempo, no
mueren nunca.
En Microcosmos, tenemos al prosista que pinta los paisajes que ve, como podemos ver en Café
San Marcos, principio del libro, en el fragmento que cito:
“El San Marcos es un arca de Noé, donde hay sitio, sin prioridades ni exclusiones, para todos,
par toda pareja que busque refugio cuando fuera llueve a cántaros y también para los que
carecen de pareja”.
El lugar para la compañía, pero también para los detalles, de este fino prosista, que hace del
ensayo una novela, porque la descripción está cincelada a la página, nos llega con su
corporeidad:
“La gente entra y sale del Café, a sus espaldas las hojas de la puerta continúan oscilando,
una leve bocanada de aire hace ondear el humo estancado. La oscilación tiene cada vez un
aliento más corto, un latido más breve. En el humo flotan franjas de polvillo luminoso,
espiras de serpentinas se desarrollan lentamente”.
Hay en Magris un deseo de describir, de que el lector vea cada paisaje, pero no elude la
reflexión, la intelectualidad que hay detrás de cada mirada, un eco que persiste en el alma
del que viaja, como nos deja claramente en este Microcosmos:
“La vejez es una exuberancia caótica; vida que crece destruyendo su propia forma y muere por
exceso”.
En Utopía y desencanto, un libro magistral, el escritor habla de la literatura y de muchos
escritores, el libro es un deleite de sabiduría, de saber mirar el mundo, de diagnosticar los
problemas que nos asolan, aquello que hemos perdido, ese espacio de tiempo que ya es recuerdo,
las voces que ya no llevan ecos, los olvidos que perecen en un rincón, cuando era fácil mirar
atrás y hacernos más sabios, algo extraño se nos va, un pasado que nos enriqueció, una estirpe
que se ha ido alejando, porque el mundo todo lo fagocita, hasta no dejar nada.
Su visión de la literatura, en este afán de mirar a la literatura y al mundo, como dos
espejos, es muy interesante, porque, según Magris, todo está en ella, en ese afán de envolver
lo mejor de nosotros para ser contado:
“Hay una irresponsabilidad que la literatura reivindica como su derecho inalienable y que
protege de la insoportable seriedad de la vida, de sus deberes y sus atosigamientos,
recordando que es necesario asistir a clase, pero también hacer novillos”.
Es en la literatura donde vive el afán de dibujar otra realidad, donde quepa el sentido del
humor, donde lo trascendente no lo sea y donde lo banal pase a primer plano, la mirada del
escritor escruta el mundo y lo define, como si fuese un entomólogo.
Y en El infinito viajar, otro libro esencial, nos dice que el viaje supone el reencuentro
consigo mismo, pero también la pincelada necesaria para fundamentar su vida, es el viaje un
eco que viene de lejos, de otros que viajaron antes y de otros que lo harán después, en esa
simbiosis de mundos que se encuentran, el viaje es un caleidoscopio donde el hombre se mira
hacia la eternidad, solo en el viaje uno vive del todo y para siempre, se hace inmortal,
porque el viajero conoce que el paisaje lo bautiza y le hace nacer de nuevo, cada país es un
nuevo nacimiento, una nueva alborada:
“No me basta con viajar solo en la cabeza porque me interesan las personas y las cosas, los
colores y las estaciones, pero me resulta difícil viajar sin el papel, sin libros que poner
delante del mundo como un espejo, para ver si se confirman o se desmienten recíprocamente. Hay
dos tipos de libros que el viajero puede llevar consigo: los escritos por autores que expresan
el
genuis loci, que lee para comprender mejor la realidad desconocida en la que se adentra, y
los escritos por autores llegados desde lejos sabiendo poco, como él mismo, sobre aquellos
lugares y que lee para comprender cómo los miraron otros por primera vez”.
Sin duda, el libro que se lleva en el viaje y el que se va creando en el interior, porque el
viaje invita a escribir, pero también a leer, mirar un paisaje nuevo es esculpirlo con los
ojos, es darlo forma, para mostrarlo en un cuadro, en una estatua, en una sinfonía o en un
papel. El libro nace en el viaje, porque viene de otros libros, se alimenta de ellos y la
literatura copia a la vida y la supera, para que la vida sea también literatura a la vez.
Sin duda alguna, Magris es un gran pensador y un gran prosista, es consciente del derrumbe de
la antigua Europa, como nos dejó claro en El Danubio, pero también es el viajero que vive el
mundo como un eco de otro tiempo, de épocas pasadas, historiador de un ayer que aún se
presiente en las ciudades amadas, pero es, desde luego, el viajero, que se enamora del mundo,
porque cree que literatura y vida son la misma cosa, ambas se nutren a la vez, para configurar
el paraíso de la página en blanco.
Acaba de recibir el Premio de la Feria Internacional de Guadalajara por su obra, es un
pensador que hace falta, porque reivindica el pasado para entender el presente, porque nos
invita a leer para ser más sabios, con sus estudios de los grandes escritores, Hesse, Goethe,
Mann, Kafka, Joyce, para dejar huella en los lectores, para que estos sean más cultos también
y sepan decir no a la mentira que rodea el mundo. Nada más y nada menos.
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