Las noches
de calaveras endiosadas
se bifurcan
entre sátrapas sin fin.
Surge
una luna de calabaza rancia
y las estrellas de celofán
bambolean su cintura de vedette
haciendo guiños mareantes.
Sólo el hombre
será capaz de vaciar
los nubarrones del olvido
para re-encontrar la voz
en promesas de futuro.
Sólo
el hombre indefenso
devorará
el silencio cómplice
para definir
auroras.
Sólo el hombre-amor
recalificará los besos en milagros.
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