EL UNIVERSO NARRATIVO DE CLARA SÁNCHEZ
A lo largo de la literatura española, la mujer ha ido adquiriendo un lugar cada vez más
preponderante; si en la Edad Media apenas había algún nombre de mujer en los libros, en el
siglo XIX tenemos casos tan interesantes como la obra de Emilia Pardo Bazán o de Fernán
Caballero, en lo que respecta a la prosa, sin olvidar el magisterio de Rosalía de Castro en la
poesía, para culminar con un proceso cada vez más latente de protagonismo en la política
española, con la República, con nombres tan prestigiosos como Victoria Kent o Clara Campoamor.
En la literatura de los años cuarenta surge una generación de mujeres cuyo peso es ineludible,
Ana María Matute, Carmen Martín Gaite o Carmen Laforet, con precursoras de tanto peso como
Rosa Chacel o María Zambrano en el mundo de la filosofía.
La literatura ha ido acumulando nombres de escritoras que hoy no tienen nada que envidiar a la
escritura masculina, porque la literatura debe huir del tópico de los sexos y buscar la verdad
en los libros, lo que transmiten realmente, por ello, hoy tenemos ejemplos de peso en grandes
escritoras de la talla de Juana Salabert, Soledad Puértolas, María Dueñas, con su famoso libro
El tiempo entre costuras y una de las que más ha ido indagando en el poderoso universo del ser
humano, con una narrativa de gran calado emocional, Clara Sánchez, escritora que acaba de
recibir el Premio Planeta con la novela El cielo ha vuelto.
La escritora nacida en Guadalajara pasó su infancia en Valencia y acabó estableciéndose en
Madrid donde estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense, componiendo una
obra cada vez más sólida, cimentada en el ser humano contemporáneo, en sus angustias
existenciales, en una forma de ver el mundo que tiene diferentes perspectivas, como si
abriésemos una muñeca rusa que desvela otra, la realidad es extraña, contiene dentro de sí la
fantasmagoría de las apariencias, la visión surrealista que todo humano va dejando en su
retina.
Clara Sánchez abre ese universo con
Piedras preciosas, en 1989, donde nos sorprende con una
prosa estilizada, amena, pero envuelta en la búsqueda de la palabra certera, de allí inicia un
sendero que pasa por
No es distinta la noche (1990),
El palacio varado (1993),
Desde el
mirador (1996),
El misterio de todos los días (1999) a
Últimas noticias del paraíso, que
recibió el Premio Alfaguara de Novela en el año 2000.
Considero esta la primera etapa de la escritora, una etapa en la que la narradora va buscando
una forma a su estilo narrativo, va abriendo el sendero de personajes que se destapan, donde
es importante la capacidad de mirar, la presencia de lo cotidiano, donde el ser humano se
encuentra en la incertidumbre de las cosas banales que siempre tienen un reverso, donde las
luces también ocultan sombras.
ÚLTIMAS NOTICIAS DEL PARAÍSO: LA MIRADA HONDA A LA VIDA DE UNA NARRADORA CONTEMPORÁNEA
Por ello, una de mis favoritas en esta etapa es
Últimas noticias del paraíso, porque en esta
novela la escritora desvela su afán de ver, escrutando el paisaje que la rodea, donde Clara va
perfilando la vida de un chico que descubre en su familia, en sus amigos, en la casa, en todos
los rincones, la presencia de la vida en todo, porque todo deja huella para la novelista, en
este caso, cito unas líneas donde el personaje diserta sobre lo poético del mundo,
contrastando la falta de poesía en el ser humano, como si solo el afán de literaturizar la
vida pudiese dotarnos de ese enfoque, como una necesidad, como oxígeno necesario para seguir
viviendo:
“La luz del sol, la luz del fuego, la luz que se despeña por intrincadas arañas de cristal,
corpúsculos invisibles atravesando el espacio, misterioso oleaje luminoso. Es como si nuestra
mente fuera poética, pero no nuestra forma de supervivencia. Solo el amor nos eleva, nos
salva, a pesar de su gran imperfección. Nuestra capacidad de amar es tan imperfecta como
nosotros mismos. No hay pureza en el amor”.
En esta prosa podemos ver una de las claves de la narrativa de Clara Sánchez, la búsqueda de
lo hermoso en las pequeñas cosas, la necesidad de salvarnos de la rutina a través de la
mirada, como si fuese nuestra mente la que nos empujase a salvar un mundo mal hecho y
transformarlo en un ejercicio de belleza, el amor, como todo sentimiento profundo, nos salva,
demuestra que podemos romper la rutina de la vida, su paso inexorable.
La escritora logra en esta novela que todo funcione, el mundo está ahí, con su técnica, para
servirnos, pero también para utilizarnos, el peligro siempre está en el mal uso de lo que nos
rodea, como el amor que fracasa al abusar de él, sin duda alguna, nos hallamos ante una
narradora que maneja muy bien la descripción, sentimos, al leer el libro, que todo se
visualiza, se prende en nosotros, como una llama, se ilumina para que podamos mirarlo con
atención:
“Es mediodía cuando salimos. Y me despido en la puerta. Necesita libertad. Las ventanas de los
pisos altos lanzan destellos plateados al espacio. El suntuoso coche del veterinario arranca y
desaparece entre otros coches. Máquinas con cerebros en su interior, que contienen millones de
neuronas dispuestas a pensar sin limitaciones”
Todo es un ejercicio de pensamiento, el hombre y su poder, capaz de cambiar la banalidad de
las cosas, sin duda alguna, un tema crucial en la obra de Clara Sánchez, la imaginación es un
poder, donde podemos salvarnos de la infelicidad de la vida.
Clara sabe que todo parece complejo, pero es sencillo, así lo manifiesta su personaje, el
mundo hilvanado por muchos resortes, pero donde siempre ocurren las mismas cosas, guerras,
historias de amor, muertes, nacimientos… Para la escritora y para su personaje, el mundo de
sus padres es “imposible”, porque anida en la complejidad que se han impuesto, dice en la
novela lo que sigue:
“La sencillez en la vida es la muerte. Sencillez por mucho que se diga es precariedad. La vida
de un adulto no puede ser sencilla, es imposible, a no ser que renuncies sistemáticamente a
tener todo lo que quieres. Así que tanto mi padre como mi madre en el fondo me conmueven”.
En realidad, hemos amueblado la vida, dice el personaje, la hemos construido con lazos
afectivos, casas, coches, trabajos, para que se nos haga imposible, lo precario es derrocarlo
todo y volver a lo esencial, pero ya no hay vuelta atrás, solo el joven conoce el otro lado,
porque ve el mundo de los adultos y él sobrevuela en los deseos que no sabe si un día serán
realidad. El espejo de sus padres lo conmueve, pero no sabemos si quiere ser como ellos, son
una lección que debe aprender para elegir el camino verdadero.
En la amenidad de la novela, Clara hace preguntas de peso, desde el protagonista adolescente,
Fran, vemos un mundo interior que se abre camino, en el desasosiego de su vida, donde necesita
materializarlo todo para sentirlo real, comienza un día a leer la Biblia, también empieza a ir
al cine, a la Filmoteca, comienza un progreso desde la cultura que la escritora lanza como un
mensaje evidente hacia el camino autodidacta, verdadera iluminación para huir y enfrentarse a
la realidad, al mismo tiempo.
La huida de la realidad es necesaria para el chico, pero también, tras esa fuga, el encuentro
con lo real, como maduración, tras el proceso de autoaprendizaje que Clara nos cuenta en el
libro y que hace de esta novela una de las mejores de esta etapa, en mi opinión.
También sobrevuela un tema que ya va a ser una constante en la obra de Clara Sánchez, el mundo
del consumo, de la tecnología, como soma de la felicidad, donde los hombres y mujeres de este
tiempo hemos entrado sin pausa y en peligrosa continuidad, pero donde los jóvenes, sin haber
madurado todavía, se enganchan de forma irreversible, en un mundo visual que Clara no rechaza,
pero pone en tela de juicio, por ser pernicioso, por ello, el protagonista elige la escuela de
la lectura y el cine, donde puede crecer con la imaginación, lo que, sin lugar a dudas, nos
veta la técnica, ya que las imágenes apenas nos dejan ver más allá de lo que tenemos frente a
nosotros. El peligroso recorrido de los jóvenes está detrás de esta novela, profunda y donde
Clara expone sus principios como ser humano.
EL SER HUMANO Y SU DESHUMANIZACIÓN
La otra etapa surge con libros como
Un millón de luces (2004) y
Presentimientos (2008), dos
novelas luminosas donde el tema sigue siendo el ser humano, atrapado en el mundo de las
oficinas en Un millón de luces, un ser humano deshumanizado por la realidad que le dicta el
día a día, también un ser humano que se abre al interior, que destapa la luz de la verdad en
las emociones como en la muy notable Presentimientos.
SUS ÚLTIMOS LIBROS Y EL ÉXITO EDITORIAL
Pero llega una novela que alumbra todo lo que he dicho hasta ahora, los mundos interiores, una
novela que destapa la vida de seres a la deriva, en una narrativa amena, pero con verdaderos
alardes de estilo sobresaliente, me refiero a
Lo que esconde tu nombre, que fue Premio Nadal
2010.
En ella, la narradora nos habla de la doble vida de dos seres, con protagonismo directo en el
genocidio nazi, pero también de su perseguidor, Julián, y de una chica, Sandra, que entrará
dentro de los engranajes emocionales de Julián, donde contempla que el horror, el más temible,
nada en lo cotidiano.
El libro contiene páginas magníficas donde nos desvela el mundo interior, pero, para no dejar
al lector con la sensación de descubrirlo todo, cito estas que a mí me gustan especialmente,
pese a la dureza que contienen:
“Salva y yo vimos mucho en Mautahausen. Vimos esqueletos andantes, y montones de cuerpos
desnudos pisando nieve, una extraña clase de ganado de color ceniza. Nuestros cuerpos se
convirtieron en nuestra vergüenza. Los dolores de estómago por el hambre, las enfermedades, la
falta de intimidad. Todo iba al cuerpo”.
Para la narradora, la barbarie sí existe, está allí, en los lugares donde vive el recuerdo de
Julián, también en las miradas sosegadas de los dos ancianos, en la España soleada donde han
ido a descansar, pero también en los actos cotidianos que no delataban en nada la barbarie que
llevan dentro. Por ello, la novela mira al interior de los personajes, progresa en las
diferentes perspectivas, dando al lector una forma de mirar con atención, como un entomólogo
ante un insecto, como si dentro de nosotros, pudiese existir el bien y el mal al mismo tiempo.
La importancia del tiempo, el bueno y el malo, están presentes en la novela, porque ya nadie
puede volver atrás, para que el dolor se atenúe, de alguna manera.
Dos modos de ver la vida, el de la experiencia y el de la joven que va a ser madre, Sandra,
dos asideros de un mundo interior que Clara ha sabido captar, laten en ella y en nosotros para
siempre:
“Me miró con los ojos a punto de reventar de lágrimas. Estaba soportando una carga emocional
más fuerte de lo que creía. Lo sabía yo mejor que ella. Ella no podía ver desde fuera el
laberinto en el que estaba metida, por eso cuando se llega a mi edad y podemos verlo desde
arriba desearíamos volver atrás y recorrer el camino sin agobios ni angustias”.
La novela crea a personajes que saben que su destino está echado, pero que siguen
emocionándose, porque el mundo de Clara no se entiende sin la emoción, como en Últimas
noticias del paraíso, donde el personaje sabe que ser adulto es casi imposible, nunca
sencillo, pero atisba que siempre queda el amor, un tema esencial en la obra de Clara, el amor
que nos salva, como la cultura, que nos aleja de los espacios herméticos en el que viven
muchos jóvenes de hoy.
Su última novela vuelve al tema del dolor,
Entra en mi vida (2012), porque solo en las
entrañas del sufrimiento anida lo mejor y lo peor del ser humano. Su lectura impone un espacio
de atención, porque sus personajes silencian el dolor (con el trasfondo del maltrato), pero,
en su fuero interior, lo denuncian, como si con ello exorcizasen la vida.
LO QUE ESCONDE TU NOMBRE- LA CONSAGRACIÓN DE CLARA SÁNCHEZ EN EL UNIVERSO DE LA NOVELA
El tema de esta novela es realmente apasionante y nos envuelve otra vez en la idea de la
conciencia, de la culpa que pasea por nuestros más queridos lugares, sin que nadie se dé
cuenta, de la presencia del mal en señores ancianos que, en su apariencia, podrían despertar
afecto, pero que esconden el horror en un pasado atroz.
Clara Sánchez conoce la tradición literaria que sustenta esos personajes que despiertan de su
noche feliz para transformarse en el horror, recordemos La metamorfosis de Kafka, novela que
explica muy bien la quiebra de valores del siglo XX, ante el avance inexorable de los
totalitarismos en el mundo. Pero también conoce la novelista de Guadalajara la presencia
anonada del personaje de Robert Musil El hombre sin atributos, un hombre que presencia, desde
su atalaya de perplejidad y su aspecto indiferente hacia el mundo, el nacimiento de una época
de miedos y barbarie.
Por ello, la novelista se adentra en los mundos de la apariencia que esconden el horror, ese
pasado de los nazis donde nada era suficiente para experimentar con los seres humanos, para
cosificar al hombre hasta convertirlo en un juguete roto, en los enormes crematorios que se
descubrieron al acabar la Segunda Guerra Mundial, donde perecieron tantos inocentes, víctimas
de la locura de un hombre con delirios de grandeza, un psicópata sin paliativos, como fue
Hitler.
Con estos mimbres históricos, Clara Sánchez crea el personaje de Julián, un hombre que
persigue a Fredrik y Karin Christensen, reflejos del pasado, cicatriz que pesa en su memoria,
llama que le va pudriendo y que debe apagar.
Julián es diseccionado por la novelista con la capacidad del entomólogo, que sabe que en las
acciones se esconde el verdadero mundo, en los pensamientos, el juego de la verdad que inunda
la mirada de Julián cuando llega a Alicante:
“Sin embargo, nada era natural, porque si fuese natural no nos parecería extraño e
incomprensible. ¿Era yo digno de seguir viendo estos hermosos campos plateados?” (p. 21).
La vida, como un inexorable carrusel, hace de Julián un ser que se aferra al tiempo, que
niega, con su afán de descubrir al antiguo nazi, que el sino esté cumplido, sino que aún queda
algo por hacer.
Para la novelista, la mirada es fundamental, ya que sus personajes son desnudados,
desabrigados de cualquier apariencia, se muestran como son:
“No hacía mucho que me había dicho un médico que a mi edad la memoria es una memoria
cristalizada, lo que quiere decir que se recuerdan mejor los acontecimientos lejanos que los
recientes” (p. 24).
Es cierto, porque Julián recuerda el sombrero de su mujer, Raquel, en los años cincuenta,
cuando se casaron.
La novelista sabe que la memoria lo es todo, selecciona la vida, la va envolviendo de detalles
que son imprescindibles, motor de nuestros pasos. Esa memoria es la que Julián va dejando en
las páginas del libro y por lo que el personaje nos seduce especialmente.
Pero Sandra, la chica que conoce, está llena de la frescura del tiempo, en un espejo contrario
al de Julián, vertebrando una lozanía que se irá llenando de savia al contacto con Julián. Los
vasos comunicantes entre los dos enriquecen la novela.
Sandra que entra en contacto por casualidad con Fred y Karin, también lo hará con Julián, así
lo describe, como si se adentrase en el rostro del hombre, en sus interioridades, a través de
su ropa, como si el cuadro vital que dibuja se nos quedase grabado para siempre, gracias a la
habilidad de Clara Sánchez para construir personajes y situaciones:
“Julián ya estaba allí. Siempre llevaba la misma chaqueta azul claro porque seguramente cuando
decidió venir aquí no imaginaba que se iba a quedar tanto tiempo. Había añadido un pañuelo al
cuello, que junto con el sombrero panamá le daba un aire de película italiana, pero a no
tardar tendría que comprarse algo más de abrigo” (p. 121).
La ausencia de culpa de los criminales que persigue Julián acentúa la unión entre ellos, ambos
conocedores de hallarse ante una alta misión, seres que se sienten en el fondo náufragos en un
mundo que no entiende de compasión.
La vida cotidiana de la pareja de ancianos de terrible pasado, sirve para que se vaya
fraguando una trama, que no voy a desvelar, pero que está llena de matices, donde vive el afán
vouyerista de Sandra, presente en el interior de cada uno de nosotros, lectores del libro,
pero espectadores de ese mundo de apariencias y de trágicas realidades.
Sandra sabe que en la vida cotidiana se condensan los verdaderos tejidos de la vida, su amor y
su desamor, se crean los espejos donde se ve la condición humana, como el momento, muy
dinámico, donde Fred discute con Karin:
“Fred prácticamente empujaba a Karin, y Karin se vencía sobre una cadera y sobre la otra
agarrándose a la barandilla como podía” (p. 245).
Las lágrimas de Karin se centran en un asunto de joyas, lo que demuestra que las cosas nimias
fundamentan sus vidas, mientras yacen otros seres debajo de su falta de conciencia. Para la
novelista, las acciones cotidianas cobran mayor horror, porque esconden la falta de moral, la
falta de compasión de los dos ancianos.
Sin querer indagar más para que sea el lector quien libre una batalla con esos personajes que
se nos meten en la piel, en la memoria, decir que Clara Sánchez da un paso más y trenza una
novela intensa (con un estilo narrativo ágil y sin hermetismos para el lector), lleno de
espejismos, entre el presente y el pasado, donde lo cotidiano, en su extrema simplicidad, está
lleno de sombras que nos hablan de un mundo mucho más oscuro, en la senda de los grandes
personajes de ficción de nuestro siglo XX, como el de Gregorio Samsa, quien descubre el horror
una mañana o el Dorian Gray quien sabe que el cuadro es su alma corrompida, como el pasado de
los nazis que aún pasean por algunos lugares de nuestros veranos del Mediterráneo.
Julián o Sandra son los seres que viven por dentro de nosotros, se hacen nuestros al
contemplar lo que no quieren ver, al igual que tanto crimen que nos asola en la actualidad y
que está presente en nuestro mundo cotidiano, desde la pantalla aséptica del televisor, tan
lejos que no nos conmueve, pero que, si estuviera frente a nosotros, encarnados en Fred y
Karin, nos revelaría nuestro miedo y nuestra cotidiana indiferencia.
La novela de Clara, un paso más en su madurez narrativa, nos enfrenta, con esos fantasmas
cotidianos que no queremos ver, logrando una novela que deja huella en nuestra retina y en
nuestro corazón.
ENTRA EN MI VIDA: LOS MUNDOS INTERIORES EN LA ÚLTIMA NOVELA DE CLARA SÁNCHEZ
La última novela de Clara Sánchez indaga en los mundos interiores de unos personajes a la
deriva, seres que buscan entender el por qué de sus vidas. El hilo que teje la trama de la
novela es muy fino, va hilvanando la historia de Verónica, mujer que se nos muestra en todas
sus reflexiones y pensamientos, desde el descubrimiento de la foto de una chica, Laura, hasta
la relación con su madre, la operación a la que tiene que someterse la última y todo lo que su
mundo empieza a percibir desde la hondura de su femineidad latente.
La belleza con que mira a su padre, taxista, más guapo que la mayoría, la notable fuerza con
qué describe el carácter de su madre, ya nos hace ver a una joven de gran agudeza, que capta
lo que le rodea, lo que la obliga a hacerse preguntas, desde que ve la foto en la cartera de
su padre, sobre Laura. La descripción de la madre, en su estado de nervios, nos recuerda al
poder visual de una mujer lorquiana, como si Doña Rosita, la soltera, volviese desde sus
umbrales de silencio, para iluminar la historia:
“A mi madre, Roberta, todo el mundo la llamaba Betty. Estaba mal de los nervios, y el médico
le había recetado que hiciera mucho ejercicio. Correr, nadar, bailar. A mí no me hacía ninguna
gracia que bailase porque llegaba un momento que se ponía a llorar y no se sabía si era de
pena o de alegría. También le recomendó rodearse de flores, por lo que la casa parecía muy
alegre”.
La visión de la madre como una mujer inestable refuerza el trasfondo de la historia, porque
Verónica va asumiendo su papel de testigo de un mundo interior que debe ser desvelado, donde
la madeja debe ser destapada. La foto parece que habla, de lo oscuro, de lo clandestino, por
ello, Verónica dice:
“Ni por lo más remoto se me habría ocurrido preguntar quién era esa niña: un sexto sentido me
advertía que habría sido mejor para todos que no la hubiese descubierto. La lata estaba
cubierta de vaho helado y de la cocina al jardín me fue quemando los dedos”.
La verdad quema, nos dice la narradora, a través de los ojos de Verónica, que ven el trasfondo
de los seres, que ahonda en los silencios de sus padres, llenos de ecos, donde se desvela el
misterio que contiene la foto.
Introduce Clara Sánchez a Laura, porque la novela se estructura en dos mundos paralelos, dos
chicas que no se conocen, pero que viven entre hilos de silencio, en una comunicación que, al
final, se establece, porque la tensión debe crecer, para que la novela viva, respire en el
lector, llegue al fondo de la verdad.
Laura es una chica que ya piensa en la muerte, una chica que lleva en lo hondo una huella,
algo que la ocurrió al nacer, por ello, Clara la describe a través de sus pensamientos, como
si su poderosa imaginación fuese también una corriente de comunicación secreta con su hermana,
he ahí la luz de la historia que ha de destaparse, Verónica:
“Desde los diez años hasta los doce me dormía todas las noches pidiendo que no muriese nadie
de mi familia, sin acordarme de que la pobre Sagrario había muerto. Y por el momento mis
ruegos habían sido atendidos. Y si yo tenía ese interés por que todo siguiera igual es que
seguramente era feliz”.
La duda ante la felicidad expresa ya la duda ante el origen, una familia que quería conservar,
pero una sombra en el fondo de sí misma, que la narradora va tejiendo en la urdimbre de ese
misterio que supone la novela.
El descubrimiento en una tienda de su hermana da a la novela su clímax, lo que refuerza el
estilo de la narradora, que va in crescendo, hasta ir destapando las verdades de la misma, con
una notable descripción de Laura:
“En el mostrador estaba examinando unos papeles una chica castaña clara con mechas rubias, más
o menos de mi edad, quizá mayor que yo porque yo siempre parecía tres años mayor de lo que
era. Me acerqué a ella y le describí la cartera de piel de cocodrilo que le habían regalado a
mi padre hacía unos años y que se había estropeado. Le dije que quería otra igual. La chica
tenía los ojos claros, entre azules y grises, los labios un poco gruesos, la nariz recta y la
cara llenita, un poco redonda, aunque era muy delgada de cuerpo”.
El encuentro es uno de los momentos más logrados de la novela, donde Verónica la mira desde
fuera de la tienda “atravesando estanterías de zapatos y bolsos extraordinarios, reflejos de
cuero y de remaches dorados”, donde el sol que va quemando el cristal, la va calentando la
espalda, la sensación de angustia, de un descubrimiento esencial en su vida, se va demorando,
ya que representa uno de los momentos más tensos de la vida de Verónica, el descubrir a
alguien de su sangre, reconocer en esa chica a su hermana.
Como el mundo interior de Verónica va aceptando la realidad, como empieza a tejer la posible
verdad de una hermana, ocultada por sus padres, se convierte para el lector, sin duda alguna,
en una angustia donde crece la novela y Clara Sánchez muestra toda su pericia por implicarnos
emocionalmente en la trama de la historia, ante un hecho que se repite cada vez más en
nuestros programas de la televisión, donde muchos, aguzados por la crisis, van a los mismos, a
destapar historias de hermanas desaparecidas, en encuentros forzados en un plató, pero Clara,
huyendo de todo maniqueísmo (hubiese sido fácil envolver la historia en un reality y todo el
chantaje emocional que representa para el espectador, ávido de conocer vidas ajenas), crea una
historia verosímil, donde el descubrimiento huye del fácil espectáculo y se desarrolla en un
mundo real, cotidiano, donde, como en sus novelas anteriores, ocurren los sucesos más duros
(no hay que olvidar su anterior novela y el descubrimiento de los dos ancianos, un matrimonio,
antiguos nazis, en la Costa del Sol).
En el instante en que empieza a hablar con su hermana para ir destapando la historia, para
culminar la obsesión de la búsqueda, Clara Sánchez demuestra como su escritura fluye para
dejarnos totalmente inmóviles ante ese instante de importancia trascendental para ambas
chicas, cuando le dice que la adoptada es ella, nacida el 12 de julio de 1975, en la clínica
de Los Milagros, a las once de la mañana, famosa clínica, ahora, por los hechos acaecidos que
todos conocemos, del robo de bebés. El entorno en que se desarrolla esa conversación
trascendental es clave para entender el peso de la verdad y cómo afecta al mundo externo:
“Afuera la noche era oscura y aterciopelada. Las luces de las ventanas de los pisos de
enfrente brillaban”
La novela crece, con la savia del descubrimiento, lo que hace a Laura meditar, en ese mundo
interior que la novelista, con su pericia narradora, ha sabido dar, sobre su origen, hasta
que, ya al final de la novela, se nos cuenta la verdad, el robo de bebés, la figura sombría de
la anciana monja, Sor Rebeca, donde confluyen la supuesta bondad de la religión, tan denostada
por tantas razones conocidas y el mal, su implicación directa en el robo de niños. Con el
pretexto de una ayuda en una situación difícil, Verónica descubre la verdad, la figura de Sor
Rebeca como implicada, cuando era comadrona, en el robo de bebés. Clara la describe con
maestría:
“La hermana Rebeca tenía mirada rígida, voz rígida, mandíbulas rígidas, cara de haber sufrido
o de haber hecho sufrir. Ojos astutos entre pliegues de pellejo”.
Sin duda alguna, es el rostro de un ser que asemeja a un cuervo, a una persona dura, sin
nobleza, capaz de todo por dinero. La historia va culminando y el lector ya sabe que todo
había sido una madeja que escondía la verdad.
Lo más notable de la novela es el crecimiento interior de dos chicas, Verónica y Laura, con
secundarios muy bien descritos (Ángel, los padres de Verónica, etc.), pero donde tenemos la
sensación de asistir a una historia dura, con final feliz, la llegada de Laura a casa de
Verónica para quedarse, como si algo se nos hubiese abierto dentro de nosotros, una herida que
sangra al leer la historia, donde Clara Sánchez nos habla del mal que hay en personas
aparentemente bondadosas y en el esfuerzo que el bien, cuando tiene su origen en una noble
causa, descubrir a una hermana perdida, puede triunfar sobre la maldad. La crítica de fondo
late, porque la novelista sabe del uso y el abuso que se ha hecho de la intimidad en tanta
telebasura y la novela, como si fuese un azote a ese mundo que destapa, por dinero, el mundo
interior de la gente, que no tiene casi nada, aguzados por la crisis galopante que vivimos,
queriendo que la historia tenga vida, nos llegue, sin trampas a nuestros ojos, para que, al
final, nos sintamos aliviados por el reencuentro y por ese final feliz, tan necesario en
nuestros días.
Sin duda alguna, nos hallamos ante una buena novela, donde Clara Sánchez da un paso más en la
construcción de su narrativa, con personajes que viven y respiran dentro de nosotros, con
esencia de verdad, todo un libro que merece la pena leer y disfrutar, aunque suframos un poco
en el camino.
EL CIELO HA VUELTO: PREMIO PLANETA 2013
Llega esta última novela, premio Planeta y Clara Sánchez logra el galardón que confirma la
importancia de su mundo narrativo, de ese deseo de llegar al lector, a través de una trama,
donde, con un lenguaje ameno, nos introduce en las circunstancias de una modelo que cree estar
amenazada de muerte y que pensará que todo lo que la rodea puede tener que ver con esa
amenaza.
Clara Sánchez escribe una historia que nos llega a través de esa forma de narrar, donde lo
cotidiano se une a lo extraordinario, porque nuestras vidas, aparentemente anodinas, tienen
siempre algunos momentos estelares, que brillan con luz propia.
Me gusta especialmente como Clara juega con la idea de la soledad, de esa interiorización a la
que somete a los personajes, como cuando habla de la abuela de Patricia, de ese diálogo
consigo misma, porque, parrafeando al poeta, quien habla solo espera hablar a Dios un día.
Cito unas líneas de este momento de la novela: “Carolina y yo nos pasamos la infancia oyendo a
nuestra abuela hablar sola mientras hacía las camas, cocinaba, se bañaba y en su cuarto antes
de acostarse o lavarse. En cuanto se consideraba a solas y no tenía a nadie a la vista
comenzaba su frenética charla”.
Para la narradora, los personajes son escrutados con atención, en su perspectiva física o
psicológica, tal es la habilidad de Clara Sánchez para saber mirar al interior de los mismos:
“Viviana llegó hasta mí con un vestido ligero blanco largo hasta los pies apartando con las
manos las ramas que caían del techo. Algunas partes del vestido estaban mojadas y el pelo le
goteaba por la espalda, los pechos se le redondeaban y agrandaban bajo la tela húmeda. Parecía
no llevar nada debajo, lo que me hacía preguntarme si tendría relaciones sexuales, si tendría
pareja o la habría tenido. Me preguntaba si las personas como ella se enamoraban”.
El afán de preguntar, de saber, de conocer la interioridad de los otros, está en los
personajes, al igual que nuestra curiosidad innata de saber del otro, con quién anda, qué
hace, la narradora conoce el alma humana y lo transmite muy bien en la novela.
El tema va in crescendo, la posibilidad de creer en un conjuro contra ella, nos introduce en
la desconfianza de Patricia hacia todo, a través de lo que le dice Viviana en el asiento del
avión. El creer o no creer en el destino es un tema de la novela, lo que lleva a Patricia a
desconfiar de los seres que la rodean, como ocurre con su propia hermana.
Desde el principio, con el accidentado vuelo, con la tormenta que va fraguando la duda en
Patricia, con la conversación que tiene con Viviana, sabemos que la historia está llena de
intriga, que el interés no va a decaer, sin que Clara nos deje pendientes de un hilo, la
narradora combina los sucesos cotidianos y extraordinarios, con su habilidad para crear
personajes. La idea de la muerte está presente al principio, porque la vida es azar y la
escritora lo sabe, todo puede cambiar en un momento, por ello, Patricia empieza a creer a
Viviana, donde origen a una novela más que notable, merecedora del premio Planeta.
Otros personajes, Irina, Elías, condimentan la novela, dan a la trama un aderezo necesario,
que consigue que nuestro paladar de buenos lectores se halle satisfecho y que degustemos el
plato literario que nos ofrece Clara Sánchez, como una gran gourmet de la literatura. Tampoco
podemos olvidar como la novela está llena de imágenes, lo que augura a la misma una buena
adaptación a la pantalla, porque la narradora sabe crear atmósferas que la relacionan
íntimamente con el cine, ya que su cinefilia es evidente y se palpa en su narrativa.
En definitiva, merecido premio, ahora clara consagración de una narradora que seguirá
deparando a los lectores grandes sorpresas, ya que sabe mirar a sus personajes y dotarlos de
vida, para que queden para nosotros en nuestro interior, sabe hacer literatura sin olvidar lo
atractivo de una lectura amena e intrigante. Un nuevo triunfo de Clara Sánchez, a los que,
seguro, vendrán muchos otros, que así sea, para disfrute de los lectores.
CLARA SÁNCHEZ: UNA NARRATIVA LLENA DE IMAGINACIÓN
Para concluir, estoy seguro que la narrativa de Clara Sánchez nace del deseo de exorcizar la
vida a través de la imaginación, un puente donde ha ido creciendo, una savia que la ha
convertido en una de las más prestigiosas novelistas de la actualidad, sus personajes, en
cierto modo, somos nosotros mismos, en nuestros espejos interiores.
Estoy seguro que la narradora nos irá dando nuevas sorpresas en futuros libros, porque la
pericia narrativa de Clara Sánchez se une a una escritura ágil y amena, sin dejar de lado la
hondura de los personajes a los que ha ido dando vida.
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