De todos es sabido que, a los pocos días de nacer, nuestros padres nos inscriben en el
Registro Civil con uno o dos nombres (salvo que seas hijo de un aristócrata) y dos apellidos
(generalmente el primero coincide con el del padre y el segundo con el de la madre). Hasta
hace poco tiempo el nombre que registraron nuestros padres permanecía hasta nuestro
fallecimiento. En estos últimos años se ha modificado esa ley y podemos registrarnos, nosotros
mismos, con el nombre que más nos guste o esté más de moda.
No obstante, muchas personas que ejercen determinadas profesiones liberales les han puesto un
tercer apellido que hace referencia a su inclinación política, es decir, de derechas o de
izquierdas.
Este término (derecha o izquierda) está bastante desgastado por el transcurrir de los años y
la convergencia actual de ambas tendencias políticas hacia un elemento común que ninguno
desprecia: el poderoso caballero don dinero. Hasta los años sesenta del siglo pasado, las
personas que se decían de derechas se les conocía hasta en la manera de vestir. Lucían trajes
elegantes con su correspondiente corbata e incluso sombrero; eran los grandes capitalistas que
no viajaban en transporte público sino en taxi o en coche privado conducido por uno de sus
empleados. A este grupo se les unían los grandes terratenientes, importantes comerciantes,
banqueros y algún que otro médico o abogado.
La gente que se decía de izquierdas no llevaba nunca ni traje ni corbata, si acaso una visera o
boina adornaba su cabeza. Iban todos descamisados, muchos de ellos, con las mangas subidas
hasta los codos para que no les molestase a la hora de trabajar. Eran los jornaleros, los
obreros de todo tipo (albañiles, carpinteros, limpiabotas, basureros, mozos de tienda, impresores, boticarios…) y algún que otro literato y maestro.
Leían periódicos y libros donde les adoctrinaban en un determinado pensamiento ideológico que
creían que era el mejor sistema del mundo para arreglar todos los males y carencias sociales y
se creían, a pies juntillas, todos los artículos y programas de esos boletines, panfletos y
periódicos. Como muchos de ellos no sabían leer ni tenían dinero para comprar el periódico, se
reunían unos cuantos en la plaza del pueblo o en el bar y, el más avispado, leía en voz alta
las proclamas y directrices a seguir para conseguir un mundo mejor. Por estos ideales estas
personas eran capaces de los mayores sacrificios en defensa de los mismos.
Sin embargo, hoy en día, nos podemos encontrar con individuos que dicen ser de izquierdas y
van muy bien vestidos (a la última moda) son poseedores de 6 ó 7 pisos, varios coches y fincas
e, incluso, millones de euros en bancos nacionales y extranjeros. Su lenguaje es muy
socializante pero ellos viven como marqueses sin privarse absolutamente de nada sin dar
ejemplo de sus predicaciones.
En la actualidad muchas personas que hace décadas se encuadraban dentro del grupo social de
izquierdas hoy en día se consideran de derechas como es el caso de las señoras de la limpieza,
pequeños comerciantes o profesionales de todo tipo. No son los ricos de antaño sino personas
que apenas llegan a fin de mes.
Gran parte de los economistas e historiadores llevan consigo un tercer apellido que no tiene
nada que ver con su poder económico (economistas ricos de izquierdas y economistas de derechas
que viven con lo puesto) sino por una vaga y vacía ideología política. Así, si un economista
se decanta por las teorías liberales (todas las cuestiones relacionadas con la oferta y la
demanda) reajustes laborales, contención salarial o libertad de los mercados siguiendo las
directrices del FMI, OCDE o el BCE, ese economista sería tildado de derechas, mientras que si,
por el contrario, otro economista es partidario de cierta planificación de la economía por
parte del Estado, pretende incentivar las obras públicas o subir los salarios y las pensiones,
sería considerado como un economista de izquierdas.
En el ámbito de la historia existen tendencias y escuelas enfrentadas entre sí desde hace
décadas. Los historiadores considerados de derechas serían aquellos que se centran en el
análisis e investigación de aspectos relacionados con personajes de cierta relevancia
histórica dejando, a un lado, el estudio de las estructuras socio-económicas y culturales
existentes a lo largo de determinados procesos históricos. Si, por el contrario, como es el
caso de la escuela francesa, el historiador analiza exhaustivamente las estructuras sociales y
económicas de una determinada región o país sería encasillado como de izquierdas.
No obstante, prácticamente en todas las profesiones liberales, hay grupos de personas de
difícil encasillamiento. Son los denominados independientes que buscan la neutralidad y suelen
ir por libre. Unas veces apoyan ciertos postulados “de la derecha” y otras veces “de la
izquierda”. No tienen una posición claramente determinada y se mueven según la coyuntura
existente y el oportunismo e interés del momento. Ambas tendencias políticas “de derecha” o
“de izquierda”, creen contar con ellos entre sus filas.
Pienso, sinceramente, que la ideología política, tal y como se concebía hace décadas, ha
dejado de existir. Los profesionales liberales y no digamos los políticos (que son capaces de
enfrentarse entre sí para aumentarse el sueldo), buscan, en primer lugar, su propio y
exclusivo beneficio personal alejándose, cada vez más, de una serie de valores fundamentales
como son el de la solidaridad, el bien común o la justicia social.
La Iglesia también cuenta con un tercer apellido. Según palabras del propio Papa Francisco “
la Iglesia no es monolítica sino que, dentro de su seno, existen diversidad de tendencias que
nos enriquecen a todos.” Así podemos comprobar diariamente cómo existen distintas maneras de
interpretar el Evangelio. Hay sacerdotes y religiosos que buscan el Reino de Dios y la
salvación de los hombres más bien desde su interior (reflexión y oración) mientras que otros
salen a la calle y se involucran con los problemas de la gente.
Tal vez uno de los casos más sonados, en los últimos tiempos, haya sido el del presidente de
Bolivia, Evo Morales, que se atrevió a entregar una escultura de bronce que representaba la
hoz y el martillo y en la parte central, de dicha escultura, la cruz de Cristo. Pienso que
Morales, al entregarle esa singular escultura, tendría en mente una frase muy conocida y
popular que viene a decir que Jesús fue el primer comunista de la historia mientras que, por
el contrario, el Papa Francisco (que recogió la escultura con cara alargada y cierta sorpresa)
pensaría que Jesús siempre fue un hombre de paz, de amor y misericordia y que nunca admitió ni
la fuerza ni la violencia para imponerse a los demás, por muy justas que fueran sus
reivindicaciones, sino que siempre buscó la libertad y el amor entre todos los seres humanos.
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