• RESEÑA de LIBROS

    Réquiem por un campesino español
    de Ramón J. Sender.

    DestinoLibro 15 - Barcelona.1998

    por Edith Lozano-Pozos


Réquiem por un campesino españolCuando Réquiem... vio su primera publicación en 1953, apareció bajo el nombre de Mosén Millán y no es hasta que el propio autor viéndose en la necesidad de preparar la versión al inglés, que la misma obra aparece bajo el nombre que la haría internacionalmente famosa: Réquiem por un campesino español. Novela breve presentada en tres actos, es una tragedia intensa puesta en un argumento aparentemente sencillo, la cual paradójicamente resulta indispensable lectura para la comprensión y conocimiento de las grandes obras de la literatura de posguerra. De esta misma obra junto con Mr. Witt en el cantón, se expresaría Fernando Sabater como “rarísimas piezas perfectas de la narrativa española moderna”, ciertamente es una obra de aquellas que reflejan la plena madurez creadora de Ramón J. Sender de la cual se dice que le bastó una sola semana para escribirla. Tal pareciera que las grandes piezas, resultan atemporales como lo son las tragedias humanas emanadas de las guerras todas, muy especialmente las fratricidas.

Réquiem por un campesino español es como dijera Max Aub, un libro “claro y alucinante” es una tragedia llena de simbolismos donde se advierte el coro griego y la presencia del potro blanco en la misa de muerto, como único doliente de Paco el molinero. En cuanto al humilde corcel a juzgar por su actitud bien pudiera hallársele analogía con las ilustres cabalgaduras de Tirant lo Blanc, de El Cid o Don Quijote por la fidelidad ostentada y la valentía para sostener el sueño justiciero y el valor. En Réquiem […] Sender, nos expone con preciosura los eternos, las constantes universales de la problemática del hombre: la lucha por la tierra, la pobreza extrema en el hambre del oprimido, la lucha por las nobles causas. Sin obviar la clara presencia de los tres pilares de la literatura de la postguerra española: la iglesia, los terratenientes y la milicia. La primera, magníficamente mostrada a través de la figura culposa, dubitativa y dolorosa del cura del pueblo, Mosén Millán arrepentido ante el horror de haber entregado –como un judas- al que fuera su acólito y discípulo; al mismo que vio nacer, bautizó y casó y posteriormente entregara a las armas del ejército y los dueños de la tierra como siempre apoyados entre ambos ostentando el poder que los hace irreconciliables con la vida.

Resulta también harto interesante la figura de la Iglesia representada por Mosén Millán quien se juega todo por miedo, incluso a sus propios cristianos hijos desvalidos por cobardía a la confrontación o a la violencia…y desde ahí, desde la sacristía, mientras espera que la gente llegue a la misa de cuerpo presente, rememora, llora y se conduele por la ausencia de los que supuestamente debieran hacerse presentes en la última misa de Paco el del Molino. Mosén Millán, le acompañó en todo, desde el nacimiento hasta ahora en la última misa, cómo cuando al casarse le dijera: “Este humilde siervo del Señor ha bendecido vuestro lecho natal, bendice en este momento vuestro lecho nupcial -hizo en el aire la señal de la Cruz-, y bendecirá vuestro lecho mortal, si Dios lo dispone así. In nomine Páter et Filius..." a guisa de premonición.

Abundante en citas de la liturgia de la iglesia, fraseología popular y tradiciones, Réquiem por un campesino español nos lleva a observar la reacción epifánica de la indignada persona de Paco ante la pobreza ignominiosa del miserable campesino habitante de las cuevas, el cual solo puede ser confortado al final de su vida por los Santos óleos con que el cura le asiste en vez de luchar contra la injusticia del terrateniente. Tal cual arguye: “Cállate, Paco. […] hay que andar en esas cosas con pies de plomo y no alborotar a la gente ni remover las bajas pasiones”. Desde aquellos días, a Mosén Millán la conciencia no le dejaría casi vivir, de hito en hito siguió la trayectoria de su condenado, hasta que le fue a rogar que se entregara, sin más argumento que salvaguardar del sayón la vida propia. Sobrevino como siempre la traición de los militares que habiendo jurado hacer a Paco un juicio justo, una noche le llevaron al paredón… y Mosén Millán allá fue a darle la última bendición. Ahora al final, el cura solo espera que se reúna la gente en la última misa, con la cabeza agachada, sentado con los ojos cerrados y tratando de rezar… de nuevo la controvertida y repetitiva figura de la madre iglesia que suele en guerras y violencias fratricidas entregar al verdugo al más débil de sus hijos sin meter por él las manos, en silencio, sin gritar siquiera ¡Páter noster!


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