Llevados a cabo todos los ringorrangos y repanochas que marcan las leyes electorales -sin que
faltaran los habituales atascos en todos los buzones de correos de España con la utilísima
propaganda electoral-,
se han celebrado las esperanzadoras elecciones del 26-J. Y miramos y remiramos para
la mediática galería donde se oficializan las grandes novedades de los asuntos patrios... y lo
que vemos es que estamos exactamente en el mismo punto y lugar donde nos encontrábamos tras acabar las del pasado 20-D.
Contemplamos impertérritos a los cuatro grandes pseudopadres de la
Patria bullendo todos alrededor de la gran interrogante, ignorándose unos a otros, hablando solos y perdidas las miradas en los espacios
infinitos a la espera de un milagro del cielo que les traiga solución a sus quimeras
imposibles.
Pero si los observamos desde una óptica más próxima a sus idearios, vemos de inmediato el boceto
de sus sueños.
Quieren construir un castillo. Un castillo, hoé. Sepan lo que dicen:
"Un soberbio castillo con monumentales torres y almenas, con salón regio y amplias estancias
nobles,
con graneros y caballerizas y un extenso patio de armas rodeado de tribunas desde las que
poder contemplar la fortaleza de nuestra economía, el poderío de nuestras finanzas y la
grandiosidad de nuestros ejércitos y fuerzas populares." -dijo sin mover ni una pestaña el más
viejo de los cuatro.
"Un castillo colosal en el que se asentará una gran ciudadela con huertos, escuelas, servicios
sanitarios y multitud de viviendas para todos y cada uno de nuestros obreros y fuerzas
sociales." -dijo parcamente y con su media sonrisa el del capullo en la solapa.
"Un castillo sin matacanes ni ladroneras, sin barbacana ni matafuegos. Vamos a dejar el salón
del trono y las almenas y baluartes y atalayas y el foso y el aljibe, y hasta la casa del
guarda..., pero al maestro armero hay que cambiarlo para que los ciudadanos podamos tener todos
los derechos que queremos y nos merecemos los ciudadanos." -dijo con brío y dinamismo el joven
de la pulserita naranja.
"Un castillo en mota castral a la orillita del río, con vistas a las Ramblas y al Paseo de
Uribitarte... Eso, porque así podemos estar unidos y relajados para verlas venir. Si
encartara otra cosa, pues ya veríamos, lo importante es lo principal, porque si no ya se sabe,
las cosas son como son y no hay que darles más vueltas. Y podemos unidos, porque los temas ético
lógicos son la legitimidad y limitación del poder, los fundamentos de la ley y los derechos y
deberes que corresponden a los individuos... He dicho." -dijo con expresión de
suficiencia y tono ex
cátedra el señor de la coleta.
Un castillo. Quieren construir un castillo. Sin pilares ni zapatas ni pilotes ni pantallas...
Sin cimientos, vaya. Castillos en el aire...
Difícil papeleta la de conjugar y armonizar los distintos criterios e ideologías de cada uno
de los cuatro próceres para la construcción del castillo. Porque, evidentemente, sólo se
puede construir un solo castillo. Uno y que, obligatoriamente, deberá reunir en sus
estructuras todas las particularidades con que cada uno lo sueña. Un dignísimo e
imprescindible castillo que llevará el nombre de Gobierno de España.
Sólo hay una solución: cada uno de estos prohombres, designados por el pueblo para la
realización de esta magna tarea, están obligados, tanto a que se tenga en cuenta la
aceptación -en todo o en parte- de lo fundamental de su ideología, como a la total renuncia de
todo cuanto pudiera venir impuesto o formar parte de su filosofía y motivaciones personales
(esto último, teniendo en cuenta que han de sentarse en una mesa, ya debería formar parte de la conciencia de cada uno antes de comenzar). De
esta forma se podría confeccionar una lista con las necesidades que cada uno considere
obligatorias o imprescindibles para un correcto gobierno y, tras una exhaustiva evaluación de
cada una en su proporción de interés o necesidad con respecto a las presentadas por los demás
(y también de sus posibilidades desde la perspectiva económica actual), ir clasificándolas por su
exclusivo orden de interés general hasta obtener el listado que, definitivamente
aceptado y respetado por todos los presentes, habría de ser la base doctrinal del gobierno que se
formara.
Y este gobierno -que parece correcto una composición exclusiva por miembros de la formación que
más votos haya obtenido-, estaría obligado a respetar durante toda la legislatura todos y cada
uno de los compromisos acordados. De no hacerlo, además de que no podría llevar adelante pretensión
alguna, se encontraría con que una simple moción de censura contaría con mayoría
suficiente para, de acuerdo a la Constitución, forzar la marcha del mismo y su sustitución por
el que convinieran los demandantes.
Aún más difícil que construir el castillo sería el proporcionarle unos buenos cimientos.
Bastante más difícil. Porque, para ello, cada uno de estos hombres, tomando auténtica
conciencia de que son -o están llamados a ser- padres de la Patria, debería reconstruir y convertir en sólido pilar sus fundamentos ideológicos, para, ajustados a una lógica, sin grietas, debilidades
ni equívocos, hacerlos capaces de
soportar las tormentas de la incomprensión y los cambiantes vientos de los tiempos.
Pero ello no es óbice para lo fundamental, que es formar un gobierno que -además de constitucionalista
sin objeción y dispuesto a futuras actualizaciones de la Carta Magna- contemple
tanto la parte económica y financiera del país como los derechos sociales y el estado de
bienestar de los ciudadanos. Si esto se consiguiera, si la política que se empleara fuera
proporcional y justa en su relación con ambos estamentos, es muy posible que tanto la fórmula
empleada como los partidos y personas integrantes del gobierno así formado se repitiera y perpetuara en
el tiempo. De no hacerlo, no sólo precipitarían a España al descrédito general de unas
terceras elecciones, sino que estarían forzando una más que lógica intervención del Rey para -obligado
por la ingobernabilidad y siguiendo otros modelos de Estados- decidir la conveniencia de nombrar a un tecnócrata independiente como presidente del gobierno.
Sólo nos queda esperar, y ver de qué son capaces estos hombres que el pueblo hemos elegido
para que nos gobiernen. Pero no se ilusionen mucho... Nuestros electos líderes políticos sueñan bonito, sí, como
los niños buenos, pero, soberbios, altaneros y obtusos donde los haya, ni saben ni
quieren arriesgar lo más mínimo por hacer realidad los sueños de todos.
El 19 de Julio lo sabremos.
Ver Curriculum
