• Alfonso Estudillo

    La Voz de Arena y Cal

    Sólo nos queda esperar...

    por Alfonso Estudillo


Llevados a cabo todos los ringorrangos y repanochas que marcan las leyes electorales -sin que faltaran los habituales atascos en todos los buzones de correos de España con la utilísima propaganda electoral-, se han celebrado las esperanzadoras elecciones del 26-J. Y miramos y remiramos para la mediática galería donde se oficializan las grandes novedades de los asuntos patrios... y lo que vemos es que estamos exactamente en el mismo punto y lugar donde nos encontrábamos tras acabar las del pasado 20-D.

Contemplamos impertérritos a los cuatro grandes pseudopadres de la Patria bullendo todos alrededor de la gran interrogante, ignorándose unos a otros, hablando solos y perdidas las miradas en los espacios infinitos a la espera de un milagro del cielo que les traiga solución a sus quimeras imposibles.

Pero si los observamos desde una óptica más próxima a sus idearios, vemos de inmediato el boceto de sus sueños. Quieren construir un castillo. Un castillo, hoé. Sepan lo que dicen:

"Un soberbio castillo con monumentales torres y almenas, con salón regio y amplias estancias nobles, con graneros y caballerizas y un extenso patio de armas rodeado de tribunas desde las que poder contemplar la fortaleza  de nuestra economía, el poderío de nuestras finanzas y la grandiosidad de nuestros ejércitos y fuerzas populares." -dijo sin mover ni una pestaña el más viejo de los cuatro.

"Un castillo colosal en el que se asentará una gran ciudadela con huertos, escuelas, servicios sanitarios y multitud de viviendas para todos y cada uno de nuestros obreros y fuerzas sociales." -dijo parcamente y con su media sonrisa el del capullo en la solapa.

"Un castillo sin matacanes ni ladroneras, sin barbacana ni matafuegos. Vamos a dejar el salón del trono y las almenas y baluartes y atalayas y el foso y el aljibe, y hasta la casa del guarda..., pero al maestro armero hay que cambiarlo para que los ciudadanos podamos tener todos los derechos que queremos y nos merecemos los ciudadanos." -dijo con brío y dinamismo el joven de la pulserita naranja.

"Un castillo en mota castral a la orillita del río, con vistas a las Ramblas y al Paseo de Uribitarte... Eso, porque así podemos estar unidos y relajados para verlas venir. Si encartara otra cosa, pues ya veríamos, lo importante es lo principal, porque si no ya se sabe, las cosas son como son y no hay que darles más vueltas. Y podemos unidos, porque los temas ético lógicos son la legitimidad y limitación del poder, los fundamentos de la ley y los derechos y deberes que corresponden a los individuos... He dicho." -dijo con expresión de suficiencia y tono ex cátedra el señor de la coleta.

Un castillo. Quieren construir un castillo. Sin pilares ni zapatas ni pilotes ni pantallas... Sin cimientos, vaya. Castillos en el aire...

Difícil papeleta la de conjugar y armonizar los distintos criterios e ideologías de cada uno de los cuatro próceres para la construcción del castillo. Porque, evidentemente, sólo se puede construir un solo castillo. Uno y que, obligatoriamente, deberá reunir en sus estructuras todas las particularidades con que cada uno lo sueña. Un dignísimo e imprescindible castillo que llevará el nombre de Gobierno de España.

Sólo hay una solución: cada uno de estos prohombres, designados por el pueblo para la realización de esta magna tarea, están obligados, tanto a que se tenga en cuenta la aceptación -en todo o en parte- de lo fundamental de su ideología, como a la total renuncia de todo cuanto pudiera venir impuesto o formar parte de su filosofía y motivaciones personales (esto último, teniendo en cuenta que han de sentarse en una mesa, ya debería formar parte de la conciencia de cada uno antes de comenzar). De esta forma se podría confeccionar una lista con las necesidades que cada uno considere obligatorias o imprescindibles para un correcto gobierno y, tras una exhaustiva evaluación de cada una en su proporción de interés o necesidad con respecto a las presentadas por los demás (y también de sus posibilidades desde la perspectiva económica actual), ir clasificándolas por su exclusivo orden de interés general hasta obtener el listado que, definitivamente aceptado y respetado por todos los presentes, habría de ser la base doctrinal del gobierno que se formara.

Y este gobierno -que parece correcto una composición exclusiva por miembros de la formación que más votos haya obtenido-, estaría obligado a respetar durante toda la legislatura todos y cada uno de los compromisos acordados. De no hacerlo, además de que no podría llevar adelante pretensión alguna, se encontraría con que una simple moción de censura contaría con mayoría suficiente para, de acuerdo a la Constitución, forzar la marcha del mismo y su sustitución por el que convinieran los demandantes.

Aún más difícil que construir el castillo sería el proporcionarle unos buenos cimientos. Bastante más difícil. Porque, para ello, cada uno de estos hombres, tomando auténtica conciencia de que son -o están llamados a ser- padres de la Patria, debería reconstruir y convertir en sólido pilar sus fundamentos ideológicos, para, ajustados a una lógica, sin grietas, debilidades ni equívocos, hacerlos capaces de soportar las tormentas de la incomprensión y los cambiantes vientos de los tiempos.

Pero ello no es óbice para lo fundamental, que es formar un gobierno que -además de constitucionalista sin objeción y dispuesto a futuras actualizaciones de la Carta Magna- contemple tanto la parte económica y financiera del país como los derechos sociales y el estado de bienestar de los ciudadanos. Si esto se consiguiera, si la política que se empleara fuera proporcional y justa en su relación con ambos estamentos, es muy posible que tanto la fórmula empleada como los partidos y personas integrantes del gobierno así formado se repitiera y perpetuara en el tiempo. De no hacerlo, no sólo precipitarían a España al descrédito general de unas terceras elecciones, sino que estarían forzando una más que lógica intervención del Rey para -obligado por la ingobernabilidad y siguiendo otros modelos de Estados- decidir la conveniencia de nombrar a un tecnócrata independiente como presidente del gobierno.

Sólo nos queda esperar, y ver de qué son capaces estos hombres que el pueblo hemos elegido para que nos gobiernen. Pero no se ilusionen mucho... Nuestros electos líderes políticos sueñan bonito, sí, como los niños buenos, pero, soberbios, altaneros y obtusos donde los haya, ni saben ni quieren arriesgar lo más mínimo por hacer realidad los sueños de todos.

El 19 de Julio lo sabremos.


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