Parece que Ciudadanos está consiguiendo lo que,
hasta ahora, parecía imposible: que el Partido Popular
acepte introducir en la gestión de su nuevo gobierno una serie de medidas que contemplan el
plano social desde diferentes ángulos.
Éstas incluyen, entre otras, una objetiva ayuda complementaria a los
salarios más modestos, reducción en la declaración de la renta para los mismos, reducir los tipos de contratos laborales a sólo tres, igualar los permisos de
maternidad y paternidad, aumentar los gastos en Educación y Sanidad -incluyendo la
dependencia-, recuperar el dinero que se perdonó a los defraudadores durante la
denominada amnistía fiscal -que se cifra en 2.800 millones de euros-,
despolitización de la justicia -donde serán los propios jueces los que elijan a 12 de los 20
miembros del Consejo General del Poder Judicial-, y cambios en el sistema electoral para que
los alcaldes sean elegidos de modo directo. Otra de las medidas acordadas por los negociadores
es la de reducir los gastos de varias instituciones, entre las que se encuentran las
Diputaciones Provinciales - que no se suprimirán como había pedido Ciudadanos-.
Parece confirmarse que son más de cien las medidas acordadas por ambos partidos
para la investidura. Todo un hito que, de confirmarse, con los positivos
efectos que supondría para España y su nuevo gobierno, vendría a demostrarnos que el PP parece
renunciar a las orejeras, tomar conciencia de que ya no son una mayoría y que están obligados
a aceptar, con la misma convicción que sus inamovibles argumentos económico financieros, los
inalienables derechos sociales de los ciudadanos.
Esta misma postura de aceptar y proponer acuerdos sociales es la que, de haberla tenido y
observado desde un principio -puesto que no hay ninguna otra solución-, nos hubiera evitado
tener que repetir estas segundas elecciones, la posibilidad -aún existente- de unas terceras y
el bochornoso espectáculo, amén de los perjuicios económicos, que está suponiendo tan dilatado
período de ingobernabilidad. Y para evitarlo, tendrá que hacer más uso de esta nueva y lógica
óptica y -sin ceder en nada que pudiera alterar la unidad de España- proponer acuerdos
socioeconómicos a los demás partidos -principalmente al PSOE- para, si no la aprobación de la
investidura del Sr. Rajoy como presidente del gobierno, al menos cambiar el fatídico NO por la
abstención.
De no hacerlo no conseguirán nada ni en la primera ni en la segunda vuelta de la sección de
investidura. Sí, es muy probable que el Sr. Sánchez no quiera acuerdos de ningún tipo, que
considere más favorable aprovechar el punto a favor que le supondría un nuevo fracaso de
investidura del actual presidente en funciones, pero el PP -que dispone entre sus filas de
personajes con más enjundia, simpatía y capacidad de convencimiento (sólo les faltan seis SÍ o
abstenciones) que el Sr. Rajoy- no puede aceptar estas
negativas como voluntad única, incontrovertible e incuestionable del PSOE (también entre sus filas hay
muchos varones -más de los seis necesarios- con sentido común dispuestos a que se solucione y acabe esta legislatura sin
causar más embrollos y cuanto antes. Saben que la ciudadanía valoraría en positivo su ayuda al
país para salir del complicado caos en el que estamos inmersos). Hay muchas posibilidades no
tocadas hasta ahora para conseguir la ansiada y necesaria solución. Se trata de pensar. Y
actuar. Le siguen cuatro años de gobierno que se pueden aprovechar por unos y otros.
Cuatro años no son muchos, pero es tiempo suficiente para valorar todo lo sucedido y sacar
algunas conclusiones que evitarían su repetición en siguientes elecciones. Además, como las
causas del actual caos no son otras que el multipartidismo, el que el llamado voto útil se
haya dividido entre los partidos de siempre y otros muchos emergentes de nuevo cuño -y que no
deviene de otra cosa que de que los españoles están hasta el gorro de tanto político corrupto
e incompetente-, es más que posible que el pueblo tome nota de ello y, considerando que por
ahora ya
está bien (como castigo, que supone un auto castigo) consideren la posibilidad de retornar sus próximos votos a uno u otro
de los dos partidos mayoritarios que tenemos desde que comenzara la actual etapa política.
Hasta el más corto de ideas y reflejos es capaz de entender que lo menos malo de una
democracia es el bipartidismo. Bastará con echar un vistazo a EE.UU., Reino Unido, Italia,
Grecia..., o, en algún momento, muchos de los principales países del mundo, para comprobar que
siguen esa línea.
Y si el bipartidismo no fuera convincente para muchos, quizás fuera conveniente ir pensando en
otra forma de gobierno, democrática pero distinta. Ésta podría ser la Tecnocracia, es decir, que
en lugar de políticos nos gobiernen técnicos profesionales e independientes. Un gobierno de
tecnócratas podría ser una solución definitiva a todos los males que encontramos en este
sistema de partidos políticos.
Ya hablaremos de la Tecnocracia y sus posibilidades cualquiera de estos meses. Ahora, como
terminaba mi artículo del pasado mes de Julio, sólo nos queda seguir esperando y ver de qué son capaces
estos hombres que el pueblo hemos elegido para que nos gobiernen.
Y no quiero terminar sin decirle al Sr. Sánchez que, a pesar de tener sus particulares razones
y buenos argumentos para decirle NO al Sr. Rajoy, el no ceder a su investidura con la
abstención, no sólo está cometiendo un acto de total irresponsabilidad, sino que está negando
toda colaboración a la normalidad política, y con ello poniendo por delante sus intereses
particulares a los de España y los españoles.
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