A finales del siglo XX, la humanidad ha iniciado una nueva etapa histórica basada en la
denominada globalización. Todo está interconexionado entre sí. Lo que ocurre en cualquier
lugar del planeta lo sabemos, en cuestión de segundos, aún viviendo en las antípodas.
A pesar de tener los medios de transporte y técnicos necesarios para que lleguen todo tipo de
productos y mercancías a cualquier parte del mundo sin que se deterioren y con rapidez,
seguimos sin solucionar problemas vitales como puede ser el erradicar el hambre en el mundo.
Hoy en día, más de 15 millones de personas mueren cada año, por falta de alimentos en los
países subdesarrollados, mientras que, por el contrario, toneladas de leche, mantequilla o pan
se pudren en almacenes o se tiran porque no tienen venta para todos ellos. ¿Por qué no se
envían hacia los países pobres que los necesitan imperiosamente?. Sencillamente porque el
precio del transporte es caro y nadie lo quiere pagar (ni la administración ni los
particulares), tan solo una mínima parte llega a los países pobres a través de ONGs (como
Cáritas, Manos Unidas, Intermón o Cruz Roja y otras) pero se podrían enviar bastantes más
alimentos si hubiese una clara voluntad política para ello.
Casi todos los países del mundo han firmado donar el 0,7% de su RNB a favor de los países
pobres pero muy pocos son los que cumplen con el compromiso adquirido ya hace varias décadas.
Tan sólo seis países ricos alcanzan o superan el 0,7% para reducir la pobreza en el mundo.
Estos países son los países nórdicos (Suecia aporta el 1,40% del RNB y Noruega el 1,05%)
seguidos de Dinamarca, Finlandia, Holanda y Gran Bretaña. Nuestro país que también firmó el
acuerdo solo dona el 0,14% de su RNB y casi ningún país desarrollado condonó la deuda externa
contraída por los países pobres hace ya varias décadas lo que provoca el ahogamiento económico
de los países más pobres del mundo.
La globalización no es capaz de acabar con la corrupción existente en el mundo. Por el
contrario hace que se extienda por gran número de países a nivel mundial facilitando la
llegada de ingentes cantidades de dinero a paraísos fiscales situados a miles de kilómetros de
distancia de sus países de origen. Al disponer de rápida y eficaz información el capital se
mueve a sus anchas llegando a esos paraísos fiscales en cuestión de minutos por las
denominadas autopistas informáticas. Al disponer de rápida y eficaz información económica
(información privilegiada), los grupos de presión (lobbyes) agilizan y obligan a los gobiernos
a realizar lo que ellos quieren que hagan para mejorar sus condiciones empresariales privadas
en contra de las colectivas, es decir, del bien común. Para ello, buscan a personas que estén
en altos cargos dentro de la administración del Estado que, mediante incentivos de todo tipo,
trabajen para sus compañías multinacionales sin tener en cuenta los perjuicios que ello pueda
suponer para su propio país.
Pienso que el mundo globalizado, como el que tenemos en nuestro siglo XXI, deja bastante que
desear. Los países desarrollados (especialmente las clases dominantes de cada país) son cada
vez más ricas mientras que, por el contrario, los países pobres (si exceptuamos las
oligarquías) son cada vez más pobres.
Y, mientras tanto, nuestro “perfecto” mundo global hace que el terrorismo pueda trasladarse de
un lugar a otro de la Tierra en cuestión de horas para realizar un acto terrorista y
desaparecer de todo un continente (bien sea el europeo o el americano, principalmente) para
volver a su lugar de origen, dejando tras de sí cientos de muertos inocentes simplemente por
el capricho de unos fanáticos adoctrinados.
Mientras la globalización no busque los cauces adecuados para que las relaciones comerciales,
entre los países sean más justas y equilibradas, y se perdone, de una vez, las deudas que los
países pobres no pueden devolver, seguiremos hablando de la pobreza y el hambre en el mundo
por muchos años más e incuso décadas.
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