
La crítica para “Soñar en cubano”, es primer punto harto dolorosa porque
se sumariza en un gran
matiz de colores y sabores el sentir de un pueblo reflejado en una sola familia a través de
tres generaciones. Destaca la manera como una familia sufre el proceso de desintegración de
todos y cada uno de sus miembros ante el establecimiento del nuevo régimen de gobierno y su
incapacidad de generar un nuevo espacio a los jóvenes y a las familias creadas bajo el
anterior molde tradicional. Tienen que emigrar y sufrir el doloroso proceso de la
transformación de lenguaje, vida, mundo y corazón. Es el dolor del pueblo cubano, de su
colección de angustias y dolores acumuladas a través de la historia, desde sus orígenes hasta
su última gran decepción, (a manera de una canción romántica y cadenciosa de la isla) del
pueblo cubano en la presencia del socialismo en la vida diaria de la comunidad. Las
condiciones de globalización de los mercados y de fragmentación de las sociedades, presionadas
por el crecimiento desmedido de un desequilibrio económico y por diferentes conflictos
sociales, convierten al fenómeno migratorio en una fuerza irreprimible.
Para entender la cultura en Latino América con relación a los inmigrantes y otros grupos de la
minoría, es necesario buscar el origen de los problemas en la sociedad, que son concentrados
en el gobierno, la religión y las relaciones entre los personajes y otras personas en sus
vidas. Sin dejar de considerar que: “El conflicto identitario y la resistencia social a la
migración, están atravesados por la singular resistencia de las sociedades a aceptar una
multiplicidad de visiones de una realidad compartida, fundada en el temor a la perdida de
homogenización, y el debilitamiento que esta condición genera dentro de las estructuras
hegemónicas y de control social”. (Useche). Todos estos elementos convergen de una manera
bastante peculiar en una pequeña isla del Caribe: Cuba, la más joven de las naciones
americanas, y al mismo tiempo una de las mayores víctimas de los impulsos colonizadores e
imperialistas del mundo occidental. Así, Cuba es un caso único, y por esta razón, los aspectos
sociales y culturales de la migración cubana deben mirarse desde una perspectiva distinta. La
complejidad de factores involucrados en una fenomenología tan particular, parecen, sin embargo
contar con una unidad estructural fundada en las ideas derivadas del concepto de otredad como
resultado de ser miembro de la minoría.
La obra de “Soñar en cubano” se desarrolla en la presencia de tres generaciones de mujeres
como primeras voces de una sola familia. En Soñar… se deja sentir, a través de la vida de las
mujeres de la familia dentro y fuera de la isla de Cuba: antes, durante y después del
establecimiento del régimen socialista con la presencia de “El líder”. La abuela Celia, siendo
una jovencita se casa con un cubano de familia acomodada venida a menos: Jorge del Pino (el
abuelo). Para su infortunio, en la temprana época de su matrimonio se da el cambio de régimen
en el gobierno de Cuba, de Fulgencio Batista a Fidel Castro y con ello le cambia la vida
totalmente a la protagonista inicial que es la abuela, a su matrimonio y a sus descendientes.
Celia y Jorge procrean dos hijas y un hijo; de los cuales, la mayor de ellas, Lourdes ya
casada y con una bebe en brazos, decide emigrar más allá, allende la mar a los Estados Unidos
como consecuencia de su disidencia política con el entonces nuevo régimen establecido.
Lourdes, su marido Rufino y la pequeña bebé Pilar se mudan a los Estados Unidos empezando su
propia lucha de subsistencia en Brooklyn, desarrollando un amplio propósito de asimilación. Lo
cual nunca logran del todo, ni juntos ni por separado, pues cada uno de los integrantes de esa
familia viven su propio proceso de adaptación de manera digamos que exitosa, pero solo
parcialmente pues en sus corazones y en su intimidad siguen pensando e incluso viviendo y
soñando en cubano, en medio de una añoranza por la isla y la vida que han dejado encabezada
por el sentimiento de nostalgia por la presencia de la abuela. La hija segunda hija del
matrimonio Del Pino, llamada Felicia, se casa también con un cubano llamado Hugo, con quien
procrea a las gemelas Luz y Milagros y al niño Iván. Este matrimonio fracasa tempranamente,
culmina en separación y ella, Felicia cae en graves cuadros depresivos que afectan severamente
a sus hijos en un contexto de carencias materiales en la Isla. Se observa el decaimiento de la
vida intrafamiliar como reflejo del decaimiento social y moral del pueblo cubano ante el
periodo de transición político que sufre. Felicia a diferencia de su hermana, nunca piensa en
huir de Cuba, decide permanecer pero más que por solidaridad con el líder lo hace mas por
depresión e impotencia ante el proceso de cambio y los sufrimientos que sabe tendría que
enfrentar al salir de su país. Decide quedarse y se aferra con un manejo enfermizo de la
santería; de esta manera se refugia en su micro mundo de soledad, aislada con sus hijos, los
cuales no son del todo partidarios de ella pero solo le tienen como única opción.., su madre
Celia trata de ayudarle a que se integre al mundo comunitario del partido socialista, que se
adhiera a la vida de comunidad en torno al nuevo régimen, que se muestre partidista como vía
de integración social y en búsqueda de un equilibrio de vida que no fácil adquirir en la isla.
Javier, el único hijo varón del matrimonio de los abuelos Celia y Jorge, a temprana edad, como
víctima de los desacuerdos ideológicos familiares, emigra a Checoslovaquia donde permanece
largos años, se casa con Irina y procrea a una niña a la que se nombra Irinita. Después de
muchos largos años de silencio regresa a la isla en medio de una fuerte depresión al haber
fracasado su matrimonio y por haber sido traicionado por la esposa Checa quien lo deja por
otro hombre llevándose con ella a la niña. La presencia del hijo Javier es importante en la
obra, porque es un reflejo del espejismo que el bloque socialista dejo en la vida de muchos
cubanos tanto en lo ideológico como en lo emocional. Pues Javier nunca supera esa crisis de
ausencia y se pierde en el mundo del mercado negro y el alcoholismo usando el dinero que había
traído consigo desde Checoslovaquia.
La obra se desarrolla en tres secciones; “Seducciones cotidianas”, “Invierno imaginario” y
“Lenguajes perdidos”. A guisa de guion de una obra teatral, en “Seducciones…, la autora hace
un precioso recuento de los manjares sencillos pero cotidianos y no por ello menos deliciosos
de la vida cubana, de los sabores del arroz con los plátanos fritos, el coco rallado y el olor
del mar, en medio de la exuberancia que tiene la vida en el trópico, llena de color vibrante y
empapada en la brisa del mar. La voz de la abuela Celia haciendo guardia en la costa frente al
mar, desde el porche de su casa, como si fuera un vigía, un soldado tratando de atisbar la
presencia de un barco enemigo, como si esto evidenciara su solidaridad y pertenencia
partidaria al régimen del el líder, e imaginando siempre como sería esa Rusia en su eterno
invierno imaginario. Por otra parte, siempre en soliloquio al vivir los lenguajes perdidos, lo
que ella lamentaba como los lenguajes perdidos de los miembros de su familia, divididos,
alejados por la mar y la tierra. La voz pasa a describir la presencia de Felicia como la voz
de la mujer cubana, sus felicidades y frustraciones en su vida cotidiana, al sumergirse en el
submundo de la santería ella trata de evadir su realidad llena de carencias afectivas y
materiales. Evidenciando su desequilibrio emocional acentuado por la pobreza. En cuanto a
Lourdes, esta trata diariamente de convencerse que no pertenece nunca más a Cuba, que detesta
lo tropical porque le recuerda la violencia de la que fue víctima en la isla, por sus propios
soldados enajenados por la creciente enajenación del socialismo. Ahora solo recuerda que ella
fue víctima, no partícipe. Se auto convence que su nueva vida en Brooklyn es lo mejor que han
podido hacer su marido y ella para sí mismos y para su hija. La nieta Pilar ha crecido y es la
el único personaje que habla a ratos en primera persona, además de su madre Lourdes. Pilar es
la tercera generación, es propiamente una chica americana, aunque sus conversaciones más
intimas con su novio prefiere realizarlas en español; el español es en definitiva el idioma
que más le devela su interioridad o su afectividad. Su madre, al par que ella vive en dos
mundos, trata de sumergirse en la anarquía de la cotidianeidad teniendo múltiples empleos(al
menos dos) que el permiten formarse un entorno de mujer de éxito. Compra una pastelería a unos
judíos y empieza a crecerla en un medio ambiente de hispano americanos, logra satisfacer
paladares delicados lo mismo que paladares ociosos de dulzor compensador de las durezas del
trabajo diario. Tiene éxito e incluso crea, diseña, podríamos decir en su propio mundo de los
pasteles. En su otro empleo como policía, también se siente orgullosa, se desarrolla como una
buena mujer americana, cumplidora de la ley haciéndola cumplir, es definitivamente una buena
guardiana y se hace respetar en su pequeña comunidad, aunque se burlen en su micro mundo
familiar. La abuela Celia empieza a develar a su nieta Pilar sus cartas dirigidas al enamorado
español, el mismo que tal vez nunca vuelva de la España y que tal vez nunca lea ni menos
conteste las misivas. Mas sin embargo estas servirán de puente para que las generaciones
abuela-nieta establezcan puentes de conocimiento y de asimiento de sus propios mundos. La
situación de Felicia se agrava, pasa un periodo de delirio en el cual empieza a ser peligrosa,
pierde contacto con la realidad y empieza a ser peligrosa y es sujetada en un hospital
comunitario donde se le somete a todo tipo de trabajos que le permitan mantenerle activa y al
par ser productiva a la comunidad. Todo esto sin ningún éxito, en tanto sus hijas e hijo son
recluidos en un sistema de internado donde sufren su propio proceso de adaptación al régimen,
las niñas son adaptables, solo el pequeño Iván sufre también ya tempranamente su proceso de
desadaptación. Felicia delira, y se refugia en la santería, creyendo hallar una respuesta solo
agrava su situación al grado de enloquecerla. Una vida de enajenación imposibilitada para la
adaptación a cambios sustanciales en lo social y en lo familiar. Esto aunado al contexto
social, agrava su situación y termina enloqueciéndola victima de la superchería de los
santeros en los submundos afro caribeños. Su madre, en el afán de ayudarla hace reflexiones de
su vida llegando a la conclusión que no puede ayudar más a su hija y empieza un proceso de
recuperar momentos tiernos con ella y con las nietas, que le faciliten el proceso propio de
auto exoneración. Ella solo fue una mujer de esperas, con la paciencia necesaria para saber
esperar. Lourdes por su parte, desde Brooklyn reflexiona y se pregunta si su vida ha valido la
pena, en su cada vez más deteriorada vida familiar. Sufre alucinaciones creyendo escuchar a su
padre muerto quien le direcciona y le da consejos para el éxito de su negocio y mejora de su
vida diaria. Le preocupa cada vez más la relación con su hija al verle en franca rebeldía, sin
valorar sus esfuerzos, sin saber de su lucha por salvarle de la vida en cuba.
Pilar por su parte, se encierra en su propio mundo desde su perspectiva punk sigue añorando a
la abuela Celia, la presencia frente al mar e incluso ha llegado a desear embarcarse e irse de
regreso a Cuba. Por supuesto sin el consentimiento de su madre. Llega finalmente el momento de
salir de la casa para marcharse a continuar estudiando en alguna otra escuela fuera de la
ciudad de Brooklyn, ella escoge una escuela nada representativa, con poco estatus muy lejos de
lo que su madre hubiera querido para ella. Pilar sin embargo no le preocupa grandemente y
sigue su camino, nunca ha sido solidaria con el trabajo y el esfuerzo de su madre,
definitivamente no son hermanas de lucha, ni siquiera de ideales. La pastelería de Lourdes
entretanto mejora en cuanto a potencial éxito, se empieza a transformar en cafetería como
centro de reunión de publico más diverso y con ello se llena de satisfacción a su dueña, sin
embargo ella sigue pensando en lo fracasado que ha sido la vida de sus hermanos, especialmente
de su hermana Felicia, siempre tan divagante y poco decidida y para colmo enajenada en sus
supercherías, le preocupa también su madre en su necia militancia con el líder, y su casi
enfermiza adhesión al régimen. Ella entretanto prosigue su camino diario siempre atenta a la
vida personal de su hija. Entreteje las vidas de las mujeres de su familia definitivamente.
Pilar en su divagar de vida universitaria, llega a dejarse en medio de un actuar depresivo,
caer por curiosidad en el mundo de la curandería puesto en marcha también en plena vida
americana como reducto de la nostalgia afro americana. En medio de auto revelaciones, Pilar
llega a la conclusión de que debe ir a cuba de regreso al menos por una temporada. Al mismo
tiempo, su madre ha tenido, en pleno proceso alucinatorio, una revelación del abuelo donde
éste le pide que regresa a Cuba a ver a su madre y le pida perdón a su nombre. Acto seguido la
nieta le llama a su madre diciéndole que irán juntas a Cuba.
Entretanto sobreviene el final de las mujeres de la familia cuando la hija Felicia fallece
víctima de delirios y pérdida de vitalidad que la lleva a la muerte. Su madre la abuela Celia
le sobrevive con sus tres nietos y queda devastada. Celia se coloca su bañador se sienta
frente al mar y casi pierde la noción del tiempo en gran desanimo. Cuando Lourdes y Pilar
llegan a la Habana, en medio de gran desilusión ven el mundo que les ha estado esperando… como
paralizado por la ausencia de recursos; la pérdida de la brillantez propia de la Habana que
dejaron antes o que idealizaron, pagan un taxi y Pilar cree vivir su propio exilio a manera de
autoexilio. Llegan al encuentro de la abuela Celia y le haya medio muerta ante su pena por
haber perdido al hijo Javier primero, a la hija Felicia después sin poder haberlos ayudado
como ella cree que debió haberlos ayudado. Reclamándose a sí misma el no haber retenido a sus
hijos cerca de sí. Sin comprender como es que el mundo de “El líder” no bastó para llenar la
vida de Felicia, como fue posible el que no fuese militante y que la militancia la hubiese
hecho feliz. Su hija Lourdes dilapidando su vida precisamente en el país por antonomasia
dispendioso, en pleno concurso y carrera en vez de estar haciendo patria a la sombra de “El
líder”. En medio de estos soliloquios es como la encuentran madre e hija sumida a la abuela
casi en la inconsciencia. Para Lourdes, la presencia en la casa materna, la presencia en la
Isla, le confirman que nada tiene que hacer allí, la no pertenencia, que de nada sirve para
ella los colores y los sabores en esas condiciones, prefiere vivir rememorándolos o
recreándolos fuera de allí, en su micro mundo de la pastelería o cuidando de su barrio, no más
su mundo desde allí. Su hija Pilar en cambio demuda ante la realidad cubana, la presencia de
la abuela en su pérdida de realidades, le hace asumir una realidad a la cual no pertenece, y
se da cuenta que definitivamente no ha pertenecido ni pertenecerá. Boceta a la abuela, recibe
las cartas de regalo, en testimonio de la vida de la abuela, desde ahí la pintara mejor. La
novela termina en que Lourdes y Pilar retornan a Brooklyn y deciden raptar-enviar al pequeño
Iván fuera de Cuba. La abuela Celia por su parte, al más puro estilo de Alfonsina Storni,
decide morir caminando hacia el fondo del mar…
Una familia, una sangre, una identidad, realmente difícil de adaptar, readaptar y de hacer
olvidar-cambiar las cadenas que van de lo físico a lo intelectual. Hacer pasar a los cubanos
de una esclavitud a otra hasta llegar a la asimilación en pleno mundo de
inmigrantes… imposible. Tratar de llevar el frio del bloque socialista a cubita la bella, fue
un fracaso al menos para esta familia de mujeres. Tres mujeres con vidas dispendiadas,
divididas lejos una de las otras en contextos diferentes con puntos en común tan fuertes, sin
embargo con grandes disidencias. La ideología marxista, el color del mar, el buen arroz
guisado, los moros y cristianos, la música de Benny Moré, la figura del líder y la autentica
vida caribeña llena de alegría, nunca fueron buena combinación para ser vivida en el Bronx por
tres generaciones de mujeres.
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