Cuando era joven/éramos jóvenes, hace ya unas cuantas décadas, teníamos unos profundos deseos
de que nuestro país pasase de una dictadura a una democracia como la que tenían y tienen
Francia, Alemania o Italia. Los jóvenes de aquella época éramos inquietos y nos movíamos con
el deseo de saber más de política, de economía y cultura en general. Esa inquietud cultural
nos llevaba a leer libros de poesía, novelas, obras dramáticas y de historia que, en aquel
entonces, pongamos a principios de los setenta del siglo pasado, o estaban prohibidas o eran
muy difíciles de conseguir ya que estaban editadas en México o Buenos Aires.
Éramos jóvenes utópicos que queríamos cambiar España y, para ello, buscábamos refugio en un
club cultural que nosotros mismos fuimos creando en un local disponible e incluso en alguna
dependencia eclesial. Allí montábamos algunas estanterías metálicas e íbamos depositando en
ellas los libros que teníamos en casa para completarlos con otros que ya estaban disponibles.
En nuestro club cultural “Los Campones” éramos unos quince jóvenes de entre catorce y
diecisiete años. Recuerdo que ninguno de nosotros era todavía mayor de edad y para poder
legalizarlo nos vimos en la necesidad de pedir la firma a una hermana mayor de uno de nuestros
fundadores de la organización cultural.
Poco a poco, las estanterías se fueron llenando de libros, casi todos prohibidos, o de difícil
adquisición. Tampoco faltaban revistas como: Interviu, La Codorniz, El Cocodrilo, Ajoblanco o
Cambio 16, ni periódicos como El Socialista o La Voz de Asturias; también disponíamos de
discos de vinilo de los cantautores españoles de moda en aquella época como: Lluis LLac,
Serrat, Víctor Manuel, Amancio Prada, Paco Ibáñez, Kraus…e íbamos al Paladium o al Clarín,
cines de Oviedo, que proyectaban películas con indudable transfondo político y social, hoy
tristemente desaparecidos.
Nuestro club no era solo cultural sino que teníamos una serie de secciones de las que caben
destacar dos: la deportiva que llevó a cabo la realización de un pequeño polideportivo y la de
baile folclórico asturiano. Esta última, la folclórica, tuvo mucha más duración que todas las
demás y cuando, después de tres o cuatro años abandonamos el ámbito cultural, el grupo
folclórico asturiano de “Los Campones” se mantuvo participando en diversos bailes regionales e
incluso en Francia y Bélgica, manteniéndose, durante muchos años más, en funcionamiento hasta
casi nuestros días.
La transición democrática, y el cambio político que se produce en nuestro país a finales de
los setenta, no fue debido a los políticos ni a los altos cargos de la administración del
Estado sino que, por el contrario, fue la base de la sociedad española la que la impulsó
utilizando, de modo pacífico, todos los medios de los que se disponía en aquel entonces. De
todos ellos, caben destacar los clubs culturales, conferencias, encuentros, seminarios y
multitud de manifestaciones pacíficas en las universidades y por todas las calles y plazas de
las ciudades de España, para lograr conseguir la tan deseada democracia en nuestro país. Una
democracia que se deseaba clara, transparente y pura, es decir completa, basándose en una
Constitución en la que se reflejase los derechos y libertades fundamentales para todos los
ciudadanos. Por todo esto, los jóvenes españoles luchamos durante varios años en nuestro país.
Hoy en día, los jóvenes de la democracia no tienen, afortunadamente, que luchar para
conseguirla. Han nacido dentro de su sistema pero, gran parte de ellos, no saben en qué
consiste, ni se les ve con un excesivo interés por conocerla. Cuando les explicas lo que es un
sistema democrático, en qué se basa, qué recoge y para qué sirve nuestra Constitución de 1978
o cuáles son los pilares básicos en los que se sustenta el sistema democrático, no se les ve
tan entusiasmados como lo estábamos nosotros hace cuarenta años. Los veo de igual manera que
si tratase cualquier otro tema de sociales que tienen que estudiar, sin más, para sacar la
asignatura adelante. No les ves con las ganas ni el deseo de entrar en la profundización de
este tema y el profesor se encuentra mucho más cómodo e interesado en explicarles lo que es el
sistema democrático que la mayor parte de sus alumnos.
Este desinterés y desgana de muchos jóvenes por saber los principios por los que se rige el
régimen democrático o los derechos y libertades recogidos en la Constitución del 78, no hemos
de achacárselo solo a ellos. La democracia actual está siendo corrompida todos los días al no
ser capaz de cumplir con los derechos fundamentales que están expuestos, claramente, en
nuestra Carta Magna. El derecho a un trabajo digno, a la vivienda, a la sanidad universal e
incluso a la libertad de expresión son artículos que están sobre el papel pero que no se
cumplen en la práctica.
Hemos de procurar ser coherentes y lo que se puede leer en nuestro texto constitucional hemos
de procurar llevarlo a la práctica lo antes posible y para todos los ciudadanos sin ninguna
distinción. Así, los jóvenes y no tan jóvenes volverán/volveremos a creer en la democracia con
mayúscula, en la democracia que creíamos cuando carecíamos de ella, en un sistema en donde
esos valores se creían posibles y realizables. Una democracia real que sea capaz de resolver
los problemas de las personas en un tiempo prudencial y no una democracia teórica, impresa
sobre el papel pero que no lleva a cabo sus principios y, por tanto, no resuelve los problemas
reales del país.
Mientras los políticos siguen enzarzados en discusiones políticas y, muchos de ellos,
implicados en temas de corrupción, se está haciendo un flaco favor a nuestro sistema
democrático ya que los ciudadanos estamos viendo que los políticos utilizan el sistema para su
propio provecho sin importarles lo más mínimo, las carencias del pueblo que, por cierto, les
ha elegido como diputados o senadores para conseguir el bien común de todos los españoles y no
para “engordar” sus fortunas personales.
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