LIBROS RECUPERADOS

Este libro, dedicado por el autor a las generaciones de posguerra, nos muestra un amplio
panorama de todos aquellos elementos que caracterizaron el régimen franquista. Desde el
entierro del general Franco hasta la estela dejada por él y su sistema político, se enumera
toda una gama de resortes sociales que dieron cuerpo a cuarenta años de un estilo de vida que
marcó a millones de españoles. El autor, con un análisis minucioso, va poco a poco
desmontando, como él dice, todo el aparato de la cobertura socio-político y cultural de una
forma de gobierno que es considerada chocante para los jóvenes que no conocieron el tinglado
donde se movieron sus abuelos y, en parte, sus padres. Lo que vimos en el artículo anterior
Libro de estampas isleñas, dentro de un contexto isleño, ahora se extiende a un contexto
nacional.
Hemos, pues, de destacar signos de la época que estaban fuertemente arraigados en la
conciencia de los españoles. El saludo de signo político con el brazo en alto, el rezo antes
de empezar la clase, la formación del espíritu nacional con el envío de mensajes consabidos
para integrarse el individuo en el concierto patriótico, la radio al servicio del llamado
Movimiento con el parte radiofónico a las dos y media de la tarde y a las diez de la noche en
unos tiempos en que la juventud se recogía a una hora “prudente” (dicho sea de paso, sin dar
problemas a los padres ni a los vecinos), el feroz centralismo en el que los documentos tenían
que venir firmados desde Madrid…
Llega la televisión y es evidente que funciona para el régimen, hasta que van llegando las
cadenas independientes. No hemos de olvidar el famoso NO-DO antes de comenzar la película de
turno como informativo de las novedades que se generaban en el país como consecuencia del
avance económico y social.
Hay una serie de rasgos distintivos que tipifican la época, tales como la famosa alpargata,
los lutos, las motos Guzzi y la Vespa, las tiendas de comestibles con fiado a los clientes, la
aparición del Set 600, el ”milagro” económico, los técnicos de gobierno y los planes
económicos, como el famoso Plan de Badajoz.
Se hace un repaso de la situación de la mujer, su velo permanente en las clases populares, ya
desapareciendo a medida que avanzaban los años sesenta, su dependencia del marido incluso para
firmar cualquier recibo, su lenta admisión en los trabajos pero fuera todavía de detentar
altos cargos, la enseñanza de rigor nacionalista, la afluencia a las clases universitarias y
la rebelión de profesores y universitarios en el año 1956 con una huelga, la lenta pero segura
marcha hacia una escuela pública de calidad seguida de los institutos de segunda enseñanza,
cada vez más frecuentes.
En los ámbitos sociales el autor destaca aspectos de interés que no deben pasar desapercibidos
como son los síntomas crecientes del consumismo, las publicaciones que se las veían con la
censura, como las películas para mayores, cuya recomendación se encontraba en las puertas de
las iglesias, las bicicletas del Consejo, las primeras motos y los familiares seiscientos,
como mencionábamos antes.
Pero el autor no reduce su obra a una exposición sino que analiza y juzga aspectos que en
algunos casos son inolvidables o, mejor, para olvidar, como una sensación de miedo reinante en
la sociedad, la emigración de los parados a otros países, las dificultades para comprar el
pisito, los pregones callejeros, el velonero, que en la versión popular traía el levante, los
serenos, el tranvía con sus troles y chispazos, Mangolo con el ataúd a domicilio, sobre un
rodete en la cabeza, los entierros paso a paso desde la casa del difunto hasta el bar La Bahía
y, ya con los dolientes y los íntimos, al cementerio, el luto en el brazo con el consiguiente
“alivio del luto” pasado cierto tiempo, los grandes patios con sus lavaderos y retretes
colectivos, sin olvidar el ditero voceando nombres de clientas a la puerta de esos patios, la
presencia de los guardias municipales en determinados puntos de la Calle Real, de manera
permanente cumpliendo su servicio, sobre un taburete en la Plaza de la Iglesia, de donde
partían las llamadas “carterillas” hacia Cádiz.
En Franco y negro, como recomendábamos con Libro de estampas isleñas, no debe faltar en
ninguna biblioteca dentro y fuera de La Isla. Es un libro que queda como memoria de lo que fue
aquel tiempo, que José Carlos Fernández relata con detalles tomados de su experiencia vivida y
reflexionada. En suma, un testimonio inestimable que sirve de recordatorio a las memorias
holgazanas.