• Ricardo Iribarren

    La Agonía del Unicornio (41)

    El viento Cargado de Sustancia

    por Ricardo Iribarren


“Reconozco, Petrov, que nuestro gobierno presentó el sagrado ejército como el salvador de la patria. Fíjese ahora: el país se convierte en un gran desierto y ya no nos queda qué salvar. Siempre fui un admirador de Primo de Rivera, y ahora siento en carne propia su famosa frase: "Las dictaduras son como las bicicletas: si se detienen, se caen".
Presidente del país a cargo de la Junta de Comandantes.



1
La cucaracha gigante paseaba con aire majestuoso por los arrabales, las zonas desérticas y las colinas que rodeaban las ciudades. En los momentos en que se paraba en sus patas traseras y el cuerno en la cabeza crecía y vibraba como un rayo, era la señal; los remolinos del viento cargado de sustancia emergían de la caparazón y se instalaban en las entrañas de los habitantes. Entonces se producían los arrebatos: vuelos misteriosos de los que nadie regresaba. Hombres, mujeres, familias enteras, se elevaban con expresiones de gozo y desaparecían entre las nubes.

Al poco tiempo, a las personas siguieron animales; luego fueron algunos edificios, automóviles y el asfalto de ciertas calles. Una enorme fuerza parecía surgir de las estructuras y arrancaba los cimientos con absoluta facilidad, como si se tratara de súbitos terremotos o tornados. Resultó frecuente ver edificios de varios pisos, vehículos de todo tipo, y hasta tanques del ejército, volando como livianos pájaros. Los departamentos de estadísticas del gobierno, contabilizaban entre tres o cinco instalaciones arrancadas de aquel modo en diferentes puntos del país.

Cuando una mañana se produjo la desaparición de una planta del ejército con quinientos cadetes, el Comando en Jefe se declaró en sesión permanente. Un grupo de científicos propuso entonces el uso de una “Bomba Atómica Blanda”. La misma se insertaría en el cuerpo de la cucaracha y absorbería el impacto y la radiación. Los efectos del explosivo quedarían en el interior del animal y no se trasladarían al medio ambiente ni a la población.

El presidente dio la orden de utilizar la nueva arma. Se aguardó a que el insecto avanzara a una zona aislada y contando con el carácter inofensivo del animal, un par de grupos entrenados llegaron hasta él e insertaron en las patas y en varios puntos del vientre los explosivos atómicos. Los distintos medios trasmitieron desde la distancia las alternativas; cada cinco minutos, un locutor repetía el anuncio del gobierno, asegurando a la población que aquellas bombas no producirían ningún daño en los habitantes de la ciudad.

Instaladas las cargas, se espoleó a la cucaracha para llevarla aún más lejos: un desierto de piedras al que el insecto corrió con rapidez. Entonces se detonaron las cargas y el animal se detuvo un instante. Del vientre y de las patas emergió un humo primero gris que luego fue tomando una intensa coloración rosada. El insecto se sacudió, abrió por un momento las poderosas alas, las hizo vibrar y luego siguió su camino. Los científicos que elaboraran la bomba, aseguraron que el interior del animal se habría destrozado, aunque la cucaracha seguía adelante, con el mismo paso rápido. Por consejo de quienes idearan la bomba se aguardó veinticuatro horas a fin que los efectos letales de la radiación completaran su proceso. A la mañana siguiente, la cucaracha había dado su décima vuelta al perímetro de la ciudad, y a eso de las diez realizó su familiar pirueta de pararse en las patas traseras y hacer vibrar el cuerno, con lo que desaparecieron diez personas que transitaban por una de las calles del centro.


2
Cuando se cumplió un mes de aparición de la cucaracha, el presidente del país se presentó en cadena nacional para anunciar que “el glorioso Ejército de la Nación, había terminado definitivamente con la subversión apátrida".

La versión era cierta: no quedaban subversivos que pudieran participar en una conjura contra el gobierno. El presidente aclaró que muchos, fueron ejecutados luego de juicios sumarios en los que se aplicaba la pena de muerte reglamentada por las leyes para actos de conjura. Los restantes habrían sido ultimados en tiroteos. No habló de las torturas aplicadas ni de los fusilamientos en el lugar donde se los encontraba.

Hasta el momento la política de aniquilación procuraba dejar "semilleros". Llamaban así a los pequeños grupos que debían generar nuevas organizaciones de tipo celular. Esto engendraba nuevas amenazas terroristas y justificaba la necesidad de que los militares continúen en el poder. Solían comparar la subversión a “una serpiente, a quien cortaban una parte del cuerpo, pero volvía a crecer en tanto la cabeza permaneciera intacta”. Durante aquellos años de dictadura, los discursos del mandatario terminaban con la misma frase: “Prometemos a nuestro sagrado pueblo que alguna vez encontraremos la cabeza del ofidio apátrida, y cuando la cercenemos sin piedad, el terrorismo internacional habrá dejado de existir”

La cucaracha había sido considerada un arma de la subversión, de modo que acabar con sus organizaciones garantizaba que el enorme insecto detendría su accionar. Sin embargo, la tarde del día en que el anuncio que se escuchó a través de la cadena nacional, el invulnerable animal emitió el viento cargado de vacío que llevó por los aires a un edificio lleno de veteranos de guerra. Además de las desapariciones de cuadros e instalaciones, el ejército relacionó la cucaracha con otros acontecimientos extraños y alarmantes. Ya no era tan sólo un grupo de oficiales que súbitamente se enamoraran y escribieran poemas de amor. Coincidiendo con el temido gesto de la cucaracha que iba acompañado de un vibrar del cuerno, se producían episodios vergonzosos para la institución. Era frecuente que militares de alta graduación se reunieran en lugares públicos, donde se quitaban los uniformes, vestían ropas de mujer y ejecutaban escandalosos bailes. Un grupo de coroneles y tenientes, entregaron sus uniformes y sus armas y se retiraron a llevar una vida solitaria en un lugar del monte ubicado en la desértica zona del noroeste del país. En un principio se procuró impedirlo, pero ya la prensa internacional estaba informada. La dictadura se vio impedida de obrar: de hacerlo, recibirían nuevas acusaciones sobre violaciones de los derechos humanos que agravarían la situación. Las cámaras del mundo filmaron a los siete oficiales vestidos con hábitos de arpillera y viviendo en un miserable cenobio. En varios reportajes, afirmaron que mantenían entre ellos orgías homosexuales regidas por las fases de la luna. Los científicos especializados en la cucaracha, también atribuyeron al animal aquella influencia.

En tanto, crecían los grupos que se apostaban cerca del insecto reclamando ser arrastrados por aquella brisa tibia que los obligaba a ascender. Al principio fueron prohibidos por la dictadura gobernante, pero ante el aumento de las desapariciones y el creciente caos que ganaba la mayor parte del país, el estado dejó de ocuparse. Fue así que multitudes vestidas con túnicas blancas y entonando melodiosos cantos, reclamaban día tras día a la cucaracha el rapto que los haría felices por toda la eternidad. . Por alguna razón caprichosa e inexplicable, quienes lo deseaban eran no eran arrebatados; el viento cargado de sustancia se cebaba en las personas y los grupos que más arraigo mantenían en la sociedad.

3
La mansion del doctor Petrov era la única que se mantenía en pie en varias manzanas a la redonda. Al haber desaparecido las casas que la rodeaban, los habitantes de la residencia disfrutaban de un horizonte sin edificios, donde volvían a brillar los largos y dorados crepúsculos del otoño. Las luces artificiales también habían disminuido, y desde las terrazas, las estrellas brillaban como nunca.
El estudio pormenorizado de la mansión y de sus prolongaciones, había dado lugar a una nueva disciplina: la “Petrovología”. Desde la aparición de la cucaracha, los especialistas habían detectado una niebla que no era un fenómeno atmosférico común y que rodeaba la casona. Al observarla con detenimiento se advertía en medio de la bruma la silueta de una gigantesca mujer reclinada sobre el techo.

Los petrovólogos, todos ellos muy altos, con largos cabellos y barbas y vestidos con túnicas, tomaron fotos que mostraron a la hembra enorme de la que se veía el rostro, los cabellos y un par de pechos enormes y desnudos derramados sobre las tejas.

Esa fue razón suficiente para que a pesar de la desaparición de personas y propiedades, se inaugurara el primer congreso de Petrovología. Los especialistas fueron convocados a la mansión de Petrov a fin de establecer el significado de aquel nuevo elemento que había cambiado el perfil de la casa. En la mañana del día del congreso los petrovólogos se sentaron en una mesa redonda instalada en el jardín de la mansión. El propio Doctor Petrov les indicó las consignas: a fin de introducir al tema, los catorce integrantes debían pronunciar un nombre que identificara aquella figura. Antes de empezar, un sensor ubicado en una de las paredes, avisó que la cucaracha gigante se encontraba a tres millas de la reunión.

Los participantes, empezaron. El primero de ellos dijo el nombre que según él correspondería a la imagen: “La Diosa Madre”. Al pronunciarlo, su cuerpo se elevó hacia el cielo y en pocos segundos desapareció. Sin inmutarse por el rapto de su compañero, el siguiente petrovólogo, pronunció el segundo nombre: “Isis, la esposa de Osiris”, y de inmediato fue raptado. El tercero continuó: “La Virgen María…”. Cada denominación que aplicaban a la entidad que seguía brillando con su cuerpo de niebla, iba acompañada por la desaparición del petrovólogo que la profería. Al terminar, los catorce se habían marchado y en ninguno de ellos desapareció la expresión de júbilo en el momento de desaparecer. Fue entonces cuando la figura de la mujer se desplazó desde el techo de la casa, y voló hasta instalarse encima de Petrov. Allí los enormes senos cayeron sobre el médico, protegiéndolo por segunda vez del viento cargado de sustancia.

4
La desaparición de los estudiosos puso en entredicho la seguridad que ofrecía la mansión en cuanto al viento cargado de sustancia. El propio doctor Petrov tuvo que convocar a una conferencia de prensa, en la que explicó que los Petrovólogos se encontraban en el jardín, más precisamente en un sitio cercano a la periferia donde no llegaría la protección de las enormes tetas de Karina. Todo se aclaró cuando se dio a luz un documento firmado por los investigadores en el cual afirmaban su intención de inmolarse a fin de lograr que las mansiones del inframundo y su correspondiente celeste se unieran en una hierogamia que cambiaría el destino de la humanidad y evitaría la desaparición de la raza humana por “ese viento que prolonga en exceso el impulso original de la creación”.

Era evidente que con la desaparición buscada, el grupo no había logrado la hierogamia que debía terminar con el fenómeno. Luego de la desaparición de los catorce hombres, la cucaracha siguió con sus paseos por la ciudad desolada. Hombres y mujeres continuaron evaporándose y los discursos del presidente, el único vocero autorizado del gobierno, sugerían un grado importante de cansancio y desaliento.

En todo la mansión no se produjeron nuevas desapariciones. Los grandes senos de Karina, que en las mañanas adquirían una consistencia nebulosa, y que ganaban turgencia durante la tarde, seguían ejerciendo su segura protección.

En declaraciones a la prensa, Petrov explicó que la verdadera Karina había sido una de las primeras en desaparecer como consecuencia del viento cargado de sustancia. El rapto de la Reina de la Bailanta, se produjo al tercer día de la aparición de la cucaracha. Aquella aparición era la forma que había tomado una entidad convocada por Petrov; la misma que se manifestara por primera vez en el inexistente sexto nivel de la biblioteca, el lugar de gestación de la cucaracha gigante. La entidad tomó la forma de la mujer y se presentó para proteger a Petrov luego de la desaparición del mayordomo Anselmo. Ya de regreso en la mansión, el galeno convocó al espíritu, que manteniendo la misma forma de la bailantera se presentó para proteger la vivienda. Entre ella y el viento cargado de vacío que soplaba al llegar el crepúsculo, mantenían un complicado equilibrio y de ese modo ni la casa ni sus ocupantes eran absorbidos por el extraño fenómeno.

Al saber que la residencia era el único sitio seguro en la ciudad, se requirió al médico para que convocara otro espíritu similar con el fin de proteger el edificio “Águila”, sede del ejército y del gobierno. Petrov realizó algunas invocaciones. Las entidades que se presentaban eran femeninas y en todos los casos se negaban a proteger el enorme búnker. Con forma de viento, volaban alrededor del edificio, llegaban a Petrov, negaban con la cabeza y se alejaban para no regresar. Una de ellas confió al médico que no querían “salvar a esos militares genocidas y misóginos”.

El médico desplegó su capacidad diplomática. Ante la imposibilidad de lograr una protección en el edificio, dio complicadas explicaciones acerca de las influencias anagógicas y catagógicas; habló sobre los ambientes etéreos y los aoristos gnómicos inversos que impedían a la magia actuar en aquella área. Ofreció que un número reducido de Militares de alta graduación encontraran protección en la mansión, la que se mantenía segura debido a la figura que en todo momento gravitaba desde el techo.

A partir de entonces, y a cambio de dar cobijo a la plana mayor de militares, un helicóptero del ejército proveía diariamente los alimentos necesarios, para que la servidumbre no saliera y se viera expuesta al rapto .

Las organizaciones que estudiaban la residencia tambièn se presentaron para que se les brinde cobijo a los miembros. Los criados tendieron colchones en los pasillos, y todas las habitaciones fueron ocupadas. En tanto, un grupo enorme que aumentaba día tras día, se había instalado en las inmediaciones. Desde allí cantaban con voces lastimeras, emitiendo himnos y oraciones hacia Karina, la Reina de la Bailanta. Se repartían entre el grupo estampas de la mujer cuyos senos suaves podían palparse con las yemas de los dedos; por un ingenioso sistema de líquido caliente mantenido por un pequeño termostato inserto en la estampa, permanecían siempre tibios.

Cuando el espacio fue rebasado, el médico dio la orden al anciano que reemplazaba a Anselmo en su carácter de mayordomo, para trasladar a los nuevos habitantes en grupos de siete hacia el libro del futuro. Ubicados sobre sus hojas abiertas, serían llevados a las versiones subterráneas o celestes de la mansión, donde en las respectivas réplicas de la residencia, también disfrutarían de los servicios básicos: un plato de comida al mediodía, otro a la noche, sitios donde bañarse y una cama para dormir.

Entre los que aguardaban en las afueras de la casona, la noticia fue tomada con alborozo. El propio Petrov explicó a todos los reunidos que la mansión se replicaba hacia arriba y hacia abajo en forma indefinida. Si aquello no era suficiente, muchos de los mundos que el sabio había descubierto servirían para proteger a los habitantes que no desearan ser raptados por el viento cargado de sustancia.

5
El presidente de la nación, con el carácter de comandante en jefe de las tres fuerzas, se presentó en forma clandestina en la residencia de Petrov. Llegó vestido de paisano y con una fuerte escolta que lo seguía a la distancia.

No era la primera vez que se encontraban; el galeno se había entrevistado con él en tres oportunidades. Al hacerse públicos estos encuentros, varios grupos que hasta el momento seguían sus posturas y sus prédicas, lo acusaron de traidor. Petrov no contestó en forma directa, pero en conferencias o entrevistas periodísticas, no dejaba de decir que su buena relación con los miembros del ejército permitía influir sobre ellos, logrando que la crueldad con los enemigos políticos no fuera tan extrema.

En este caso, el presidente solicitó a Petrov que se ocupara de tratar de detener no tanto la desaparición de personas, sino aquella epidemia que corría entre los militares de carrera; la que hacía que muchos de ellos se vistieran de mujer o escribieran poemas de amor. Antes que el militar se presentara, Petrov sabía que venía a pedir ayuda. Había recibido las visitas de tres militares, uno por cada una de las armas anticipándole el tema central que tocaría el presidente: una solicitud de ayuda para que la cucaracha gigante detenga su accionar.

"Petrov, recuerdo una de sus conferencias donde señalaba que los poderosos de toda la historia siempre echan sus culpas a otros de lo malo que ocurre. Reconozco que no somos la excepción. Este bicho no ha sido fabricado por la subversión. Usted y yo sabemos que la propia lucha contra la subversión es una farsa. Lo que buscamos es algo que nos permita disminuir la población. Yo soy un hombre de acción, pero los que saben nombran a un tal Malthus. Al principio pensamos que esta cucaracha nos ayudaría: fíjese si no que forma tan sutil de llevarse a la gente, sin dejar rastros. Creo que el bicho debiera trabajar para nosotros, Petrov. Lo único es que se mete con el ejército, usted lo sabe también. Yo le confieso que no creo en la magia, el chamanismo y esas técnicas que usa, pero no gobierno solo. La Junta de Comandantes, ha reclamado que sea usted quien con sus jugos, sus rezos y esas cosas que hace pruebe echar la cucaracha. Sabe que este es un pacto de caballeros. Que todo esto queda entre nosotros, en el secreto más absoluto. Si cumple, será recompensado. Nos conoce, Petrov. Sabe que somos crueles, pero generosos. Dígame lo que quiere a cambio y se lo puedo ofrecer.

Petrov, con su capacidad profética, pudo ver en forma de amplias vibraciones lo que ocurriría. Un punto de máxima inercia que correspondía a la desaparición de todos los habitantes del país, seguido por una completa restauración.

— General no le diré ahora lo que quiero. Usted lo sabrá a su debido momento, y quizá no lo sepa por mí. Le confieso que me estoy ocupando de la cucaracha gigante desde que apareció, pero ahora lo haré más a conciencia. No le puedo prometer nada. En el ámbito sutil donde me muevo, también es difícil avanzar. Usted sabe de lo que hablo: ni las bombas atómicas pueden contra el “bicho”, como usted lo llama…

Siguieron hablando. Petrov no dijo al presidente que la cucaracha gigante se había gestado durante el ritual del uranio, en lo que fuera el sexto nivel inexistente de la biblioteca, el primero en ser destruido por el viento cargado de sustancia. Tampoco reveló que el enorme insecto se engendró luego del abrazo entre Mika y el Escritor Unicornio, el que permanecía oficialmente muerto; del que todos se habían olvidado ante la presencia del monstruoso coleóptero.

Petrov ordenó que se sirviera al presidente una piña colada, la que fue probada por un edecán para chequear si contenía venenos. El supremo mandatario era un hombre de sesenta años. A los treinta se había puesto al frente de lo que sería una de las dictaduras más prolongadas de la historia. Cuando aparecía frente a las cámaras con su uniforme cargado de charreteras y medallas, con la gorra cayendo sobre su rostro, aún mantenía un aspecto de omnipotencia. Ahora, vestido de paisano, se advertían los hombros y los músculos del rostro caídos, el labio inferior vencido y una expresión cansada.

“Reconozco, Petrov, que nuestro gobierno presentó el sagrado ejército como el salvador de la patria. Fíjese ahora: el país se convierte en un gran desierto y ya no nos queda qué salvar. Siempre fui un admirador de Primo de Rivera, y ahora siento en carne propia su famosa frase: "Las dictaduras son como las bicicletas: si se detienen, se caen".

6
Quizá el haber presenciado la gestación del enorme insecto, hacía que Petrov mantuviera un profundo vìnculo con él. Le bastaba concentrarse y dirigir la mente hacia la cucaracha, para saber cómo se encontraba, cuáles serían sus proximos pasos; para recorrer a través de la mente las distintas instancias de su interior.

Aquello le permitía saber que en el tercer lóbulo del hígado del insecto, esa sustancia dura de forma alargada eran el escritor y Mika, abrazados de tal modo que no podían separarse. El ejército y por supuesto Eunnuperia, disponían de complicados escáneres que podían visualizar el interior del insecto. No sólo observarlo, sino precisar cada uno de los órganos y de la composición de los mismos. El tejido humano de la pareja estaba diseminado en el interior del animal: las glándulas suprarrenales, por ejemplo, estaban formadas por células humanas. Aquella formación también, pero los científicos carecían de la imaginación para establecer que el bulto pudiera ser una pareja abrazada.

Petrov decidió mudarse a un pequeño cuarto de la biblioteca. Allí escogió una pequeña habitación que llevaba por nombre: “Nido de los Libros Alados”. Se llamaban así a pequeños volúmenes con forma de luciérnagas, cuyos vientres brillaban en la semipenumbra del lugar. Una forma en que el lector podía abordarlos era ubicándose en actitud de meditar y de ese modo ser penetrado por los múltiples destellos de los libros luciérnagas. Aquello producía una intuición súbita acerca de cualquier tema,.

En el cuarto cerrado, sin ventanas, iluminado siempre por una luz ambarina, los pequeños tratados brillaban con intensidad, para apagarse a los pocos segundos. La particularidad de los volúmenes era que formaban parte del cuerpo de aquellas luciérnagas. Sus vientres estaban formados por alvéolos que simulaban las páginas de un libro. Cuando se posaba la vista sobre ellas, las mismas se agitaban en forma rítmica, como permitiendo al súbito lector descifrar el contenido.

La utilización de un microscopio electrónico mostraba irregulares líneas de signos indescifrables. De tanto en tanto, el texto se interrumpía con imágenes de gigantescas rampas, palacios monumentales o construcciones que no tenían relación con nada conocido.

Las luciérnagas—libro fueron vendidas a Petrov veinte años atrás por un comerciante iranio. Los insectos estaban en una caja acompañados por un manuscrito en árabe antiguo que oficiaba a modo de manual de instrucciones. Allí explicaba cómo debían administrarse los alimentos, y algunas indicaiones para acceder al contenido de aquellos libros.

Lo cierto era que en aquella habitación, las luciérnagas en un número exacto de tres mil seiscientos cincuenta, batían las alas sin cesar. Bastaba tomar una de ellas al azar y sostenerla del vientre. Se suponía que en los signos grabados en los vientres de todas ellas, estaba contenido todo lo que ocurriría en el universo en el lejano pasado, en el futuro y en el presente. El idioma condensado de los minúsculos libros, comprendía cantidades vertiginosas de datos. Al ser consultada, cada una de las luciérnagas tenía la capacidad de convocar a las restantes y así entre todas aportaban los datos necesarios para responder a cualquier requisitoria.

En la semipenumbra del cuarto, el doctor Petrov se descalzó. Con las plantas poyadas sobre las frías baldosas, tomó por el vientre a una de las luciérnagas y la sostuvo logrando que el insecto batiera las alas sin cesar.

Deseo conocer el destino de las personas y objetos que son raptados por el viento cargado de sustancia.

El pequeño insecto, al recibir la pregunta, lanzó una línea luminosa que repercutió en algunas de sus compañeras. La línea se torció, creció, giró y se fue uniendo con otras luciérnagas en la habitación. De este modo se generó un dibujo luminoso y preciso: un óvalo que en forma intermitente se convertía en un triángulo. La luz se concentró en la luciérnaga que sujetaba Petrov y el resplandor se transfirió a los dedos del médico; las venas del galeno se iluminaron y a través de la carne y los huesos, su corazón pareció la luz de un potente faro.

En el órgano, el médico recibió varias imágenes que mostraron un unicornio celeste. Lo reconoció: era la esencia de Luigi Luscenti, la bestia mítica que el anarquista ocultara en el interior. Al sentirse observado, el animal levantó la cabeza y con sus ojos negros y luminosos observó a su vez a Petrov. Como señal de que procuraba entender lo que ocurría, una luz súbita recorrió el cuerno hacia arriba y hacia abajo.

El médico también supo que el unicornio descansaba en una especie de galpón con un techo circular y negro que se abría a un crepúsculo iluminado por un sol enorme y rojo. Sin dejar de observar a Petrov, el animal estiraba el cuello, abría la boca y parecía tragar unas formaciones imprecisas que volaban hacia él.

El médico las observó durante un rato. Las luciérnagas seguían aportando datos a su corazón a través del circuito óvalo—triángulo que habían formado en el ambiente de la habitación. Petrov supo que cada una de aquellas exhalaciones de luz era un hombre o una mujer que desaparecían llevados por el viento cargado de sustancia. La bestia que durante cincuenta años mantuvo el resuello y el calor de quien fuera Luigi Luscenti, estaba situada en aquel galpón ubicado en los “arrabales de la realidad”, como luego definiría Petrov a aquella provincia del mundo intermedio, por completo indetectable para radares y otros medios de observación.

Con cada una de aquellas líneas de luz, el unicornio crecía en forma casi imperceptible. El galeno también supo que el animal no estaba solo. En uno de los rincones del galpón, cruzada de brazos, permanecía la ratona Miñajapa llorando con su ojo derecho mientras su ojo izquierdo calculaba con frialdad los datos que llegaban hasta ella desde la lejanía

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