LOS OBJETIVOS EN LA ENSEÑANZA DE LA LENGUA Y LA LITERATURA
En los objetivos de la enseñanza de la Lengua y la Literatura que se ha de exponer en la
memoria exigida en las oposiciones, hay que ser muy precavido y tener la perspicacia de
considerar la Lengua como la asignatura básica, incluso para aprender y enseñar la Matemática,
considerada hoy junto a la Física y Química y las Ciencias Naturales, como disciplinas
fundamentales para la cultura contemporánea con orientación científica.
La Lengua, incluso entendida como habla, basada por supuesto en la norma, es el medio de que
disponemos para el entendimiento la gente, sólo así somos personas con todos los derechos
jurídicos que ello comporta y, además, personas hablantes, aunque esto parezca una
redundancia.
Ahora bien, lo que le interesa al autor de este artículo es ponderar de cara a los alumnos la
importancia que tiene la Lengua en todos los niveles: hablada, escrita en los usos sociales y
recreada en la Literatura. Sin la Lengua no nos podemos mover, pero no podemos restringir el
empleo de la Lengua a las necesidades de cada día, de cada momento para relacionarnos; además,
de esta instrumentalización práctica, la Lengua tiene capacidad de traducir nuestra
imaginación, de darle voz a nuestras fantasías, de modo que esos contenidos de conciencia se
quedan escritos como actas preciosas de nuestra intimidad; ése es, pues, el uso más querido de
la Lengua, el que recoge nuestros sentimientos y, precisamente por esta confidencialidad, la
escritura alcanza un grado de nobleza que incumbe a todos porque ¿quién no ha escrito alguna
vez en su vida un bosquejo de su interioridad como para retenerlo en el papel con el fin de
que le sirva de recuerdo en un inevitable deleite de sentirse protagonista de unas vivencias
intransferibles?
Por ello, la Lengua ha de ser enseñada en esos tres niveles: el educativo, el conversacional e
instrumental y el creativo.
Dice Anacarsis, filósofo escita que vivió en el siglo VI a. C: "La lengua es lo mejor y lo
peor que tiene el hombre". Eso significa que la Lengua, en nuestro caso la Lengua como
instrumento de comunicación oral y escrita, tiene una responsabilidad incuestionable. Se educa
al alumno en el valor de la Lengua. En las declaraciones que nos pueden comprometer así como
en el uso descuidado y también como en la recreación de nuestros pensamientos en el papel, el
hablante y el escritor ponen su corazón o bien lo ocultan con la palabra, que no se oculta
esta opción manipulada de la Lengua.
Para el alumno la enseñanza de la Lengua es capital y el amor a ella lo conduce a la
Literatura, que lo mismo amplía los horizontes del conocimiento que lo deleita con su lectura.
La Literatura es la historia de los sentimientos del hombre durante los siglos. Querer
ignorarla es renunciar a la propia identidad como ser humano. Toda la Literatura romántica o
de ficción, filosófica o humanística, publicitaria o periodística enriquecen al ciudadano y la
renuncia a ella es condenarse al empobrecimiento mental y a la marginación social en el orden
de las relaciones entre ciudadanos de una misma comunidad lingüística.
La Lengua tiene sus límites como los tiene el pensamiento, aunque está claro que la riqueza
del pensamiento va más allá de las posibilidades del lenguaje; aun así, oigamos la frase
siguiente de Ludwig Wittgenstein : "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente”.
Sigo creyendo que hay ideas que la Lengua no podría expresar, como aquel “un no sé qué que
quedan balbuciendo” de San Juan de la Cruz, como impotencia o limitación de la Lengua, al
revés de lo que dice el filósofo alemán (aunque él dice “su” lenguaje) y que se queda en lo
inefable, pero ya es bastante de agradecer el servicio que nos prestan las palabras.
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