LIBROS RECUPERADOS

Al margen de una poesía anecdótica, entre el recuerdo nostálgico o los deseos imposibles, o
bien de unas divagaciones de poesía urbana, el poemario de Terra sum, como este título
sugiere, surge de las raíces humanas del poeta, pero de una humanidad imposible de certificar
como una investigación científica y, sin embargo, intuida como una revelación de lo telúrico,
con lo que recuerda aquel título de Vicente Aleixandre Pasión de la tierra. El autor empieza
por su génesis envuelta en lo inexplicable: “Sobre el origen siempre duerme el misterio
fiel / que secunda y alienta la razón, / para volverla hambrienta en su incapacidad / y
alimentarla eternamente”.
Estos versos podrían servir de señal al lector para comprender esta especie de épica del
individuo antes de ser un ciudadano con número de identidad y ser aún una expresión
biológicamente anónima de la naturaleza no sólo en el vientre materno sino. simultáneamente a
este proceso, en la matriz de lo específicamente humano; “Y tú fuiste creciendo,/ irguiéndote
muy firme, /como una estalagmita helada,/ levantando los brazos hacia el sol…/” El poeta va
más allá de la filiación personal como ser humano y se considera unido a la manifestación de
la vida como caldo de cultivo de su futura humanidad ya con nombre propio desde la voz
alentadora de la madre.
Ahora bien, las secuencias poéticas del libro son una continua evocación de la materia con
latido de hombre como si, después de su venida al mundo, un instinto poderoso le llevara a
buscar el principio vital como una fuente a la que nadie debería olvidar como ser salido de un
magma maravilloso y a la vez enigmático, como el canto al aire, recordando con ello uno de los
cuatro elementos que el filósofo Empédocles consideraba básicos de la vida.
Del aire pasa al fuego con la audacia de Prometeo: ”Esa llama que tú robaste, Prometeo”.
Pero no podemos considerar el poemario como una lucha de esos elementos en el vientre de la
tierra-madre hasta configurar un ser orgánico impasible a la historia cotidiana: "Cómo puede la
tierra desangrarse / por la boca del hombre”. Así que como rey de la evolución, el hombre-poeta
comulga con la historia como presto a iniciar la suya, a pesar de un cierto rasgo kafkiano,
que no le impide llegar al amor: “Mujer y barro, río que no cesa, / génesis adorable de lo
único cierto, / en tu espacio descansa todo lo acontecido / y en tu deseo sueña mi futuro…”.
Libro unitario y denso en su tema y expresado con palpitantes versos blancos entre
alejandrinos y endecasílabos en su mayoría. Como dice en palabras lúcidas su prologuista
Josela Maturana, “Terra sum” se convierte en un libro en el que la poesía ejerce una tentativa
de infinito…”, lejos, pues, de la poesía de la experiencia de los postnovísimos, ya que nace
el poeta en 1961, aparece en su obra con un potencial lírico muy considerable tanto en
imágenes como en intuiciones que “supone el conocimiento de una génesis y un destino”,
siguiendo a la prologuista.
Dotado de un fuerte vitalismo, Manuel Saborido nos entrega una especie de íntima epopeya desde
el barro primigenio a la historia que ya está configurada por el amor: “En tus dedos la flauta
se transformó en mil versos / cuando tus pasos fueron agua de margarita. / Siempre fueron tus
huellas, agua blanca, / alimento de sal para tu voz, / vestida de jazmín”.
Concluyamos esta breve reseña afirmando que este poemario es un acierto de publicación por la
editorial Dalya, que a su vez se esmera en la edición, para goce de los que leemos poesía, y
ésta, en concreto, nacida de una necesidad de autoconocimiento, desde el germen biológico de
la vida hasta la conciencia histórica, por medio de la palabra.