POESÍA, FILÓN DE LA PALABRA O IDEAL LITERARIO
Para Valle-Inclán no hay diferencia esencial entre "verso y prosa. Todo buen escritor, como
todo verdadero poeta, sabrá encontrar número, ritmo, cuantidad para su estilo. Por eso los
grandes poetas eliminan los vocablos vacíos, las apoyaturas, las partículas inexpresivas, y se
demoran en las nobles palabras, llenas, plásticas y dilatadas”. Para el poeta de las Sonatas,
la poesía está, verso o prosa, en el lenguaje, y el lenguaje halla en la poesía su mejor
expresión; de ahí que la poesía sea el filón del que sale la palabra para escritura del
escritor y uso del hablante.
Pero vayamos a las exigencias del estilo. Advirtamos que antes de que El arte como artificio
del estilista ruso se conociera en Occidente, ya poetas como Vallejo (el de Poemas humanos,
sobre todo), García Lorca, Neruda y Miguel Hernández “desfiguraron” el texto a favor del
“extrañamiento”.
El Ultraísmo proponía en su primera cláusula que el arte literario se redujese a la metáfora
como único recurso retórico, tachando adjetivos inútiles, frases medianeras y nexos. (Ya
Aristóteles, autor del primer Arte poética de Occidente, decía que la metáfora era lo que
diferenciaba al verdadero poeta.)
También recomendaba el uso de la tipografía versal a gusto del poeta, lejos del
encorsetamiento clásico, además de otras normas. En lo que se refiere a la metáfora, es cierto
que hay un antecedente del Ultraísmo en el Futurismo, además de los teóricos rusos del siglo
XIX, como Potebnia y Knechenik, como la cláusula de que el lenguaje pretenderá la supresión de
adjetivos y adverbios para dar un mayor dinamismo y rapidez verbal, hasta la "destrucción de
la sintaxis", dejando las palabras en libertad, como quiso el Futurismo, en expresión luego de
Apollinaire. Eso es lo que intento poner en claro aquí.
Si todo está dicho, como dice Goethe, hay que remozar el lenguaje y sorprender al lector, como
dijo Vivaldi. Es decir, una poesía no se puede justificar por la comunicación ni el
sentimiento sino por el avance que haya conseguido con su grado de expresividad. Y esa
expresividad tiene el deber —y el placer indecible— de sensorializar los conceptos, de pintar
como ya dijeron Simónides de Queos, Plutarco y Leonardo da Vinci (“La pintura es poesía muda y
la poesía pintura parlante”).
Cada verso ha de estar desfigurado con respecto a la lógica, propio de la poesía convencional
que no se exige y sestea en sus carriles redichos.
La poesía es un registro sugerente y no definidor. Da a entender, no explica, como dijo
Mallarmé.
La poesía se deja entrever como si fuera la revelación de una sensibilidad avanzada, mágica,
sorprendente, una síntesis de filosofía de la vida y arte expresivo para captar la atención
del lector.
"Así como los árboles mudan la hoja al morir el año ...así también perecen con el tiempo las
palabras antiguas..." VII (Horacio: Ad Pisones).
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