• Juan R. Mena
    Contraluz

    Poesía, filón de la palabra

    por Juan R. Mena

POESÍA, FILÓN DE LA PALABRA O IDEAL LITERARIO

Para Valle-Inclán no hay diferencia esencial entre "verso y prosa. Todo buen escritor, como todo verdadero poeta, sabrá encontrar número, ritmo, cuantidad para su estilo. Por eso los grandes poetas eliminan los vocablos vacíos, las apoyaturas, las partículas inexpresivas, y se demoran en las nobles palabras, llenas, plásticas y dilatadas”. Para el poeta de las Sonatas, la poesía está, verso o prosa, en el lenguaje, y el lenguaje halla en la poesía su mejor expresión; de ahí que la poesía sea el filón del que sale la palabra para escritura del escritor y uso del hablante.

Pero vayamos a las exigencias del estilo. Advirtamos que antes de que El arte como artificio del estilista ruso se conociera en Occidente, ya poetas como Vallejo (el de Poemas humanos, sobre todo), García Lorca, Neruda y Miguel Hernández “desfiguraron” el texto a favor del “extrañamiento”.

El Ultraísmo proponía en su primera cláusula que el arte literario se redujese a la metáfora como único recurso retórico, tachando adjetivos inútiles, frases medianeras y nexos. (Ya Aristóteles, autor del primer Arte poética de Occidente, decía que la metáfora era lo que diferenciaba al verdadero poeta.)

También recomendaba el uso de la tipografía versal a gusto del poeta, lejos del encorsetamiento clásico, además de otras normas. En lo que se refiere a la metáfora, es cierto que hay un antecedente del Ultraísmo en el Futurismo, además de los teóricos rusos del siglo XIX, como Potebnia y Knechenik, como la cláusula de que el lenguaje pretenderá la supresión de adjetivos y adverbios para dar un mayor dinamismo y rapidez verbal, hasta la "destrucción de la sintaxis", dejando las palabras en libertad, como quiso el Futurismo, en expresión luego de Apollinaire. Eso es lo que intento poner en claro aquí.

Si todo está dicho, como dice Goethe, hay que remozar el lenguaje y sorprender al lector, como dijo Vivaldi. Es decir, una poesía no se puede justificar por la comunicación ni el sentimiento sino por el avance que haya conseguido con su grado de expresividad. Y esa expresividad tiene el deber —y el placer indecible— de sensorializar los conceptos, de pintar como ya dijeron Simónides de Queos, Plutarco y Leonardo da Vinci (“La pintura es poesía muda y la poesía pintura parlante”).

Cada verso ha de estar desfigurado con respecto a la lógica, propio de la poesía convencional que no se exige y sestea en sus carriles redichos.

La poesía es un registro sugerente y no definidor. Da a entender, no explica, como dijo Mallarmé.

La poesía se deja entrever como si fuera la revelación de una sensibilidad avanzada, mágica, sorprendente, una síntesis de filosofía de la vida y arte expresivo para captar la atención del lector.

"Así como los árboles mudan la hoja al morir el año ...así también perecen con el tiempo las palabras antiguas..." VII (Horacio: Ad Pisones).

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