TEMPUS REGIT ACTUM

(Ilustración: Ray Respall Rojas)
Ese era su reloj de arena, había aprendido a reconocerlo entre miles, sin importar en qué
estante o rincón se hallara. Lo volteó y se dio por satisfecho. Desde que había descubierto la
entrada al almacén de La Muerte podía darse el lujo de vivir el tiempo de varias vidas. Solo
tenía que encontrar una nueva identidad para despistar a la descarnada; una simple precaución,
pues ella solo prestaba atención a aquellos cuyo contenido se estuviera agotando.
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LA PÍLDORA

(Ilustración: Julián Alpízar Blanca)
Había aceptado servir de cobaya para la prueba de un nuevo medicamento, potenciador de las
conexiones cerebrales. Para ello, solo tenía que llevarse las píldoras –en paquetes de diez- a
casa y tomar una diaria, acompañada con el desayuno. Sabían un poco ácidas, pero a peores
sabores y sinsabores estaba habituada. La convocatoria para evaluar candidatos a la prueba le
había caído del cielo… literalmente, junto con la revista donde aparecía publicada, mientras
pasaba por debajo de un balcón.
Cuando firmó el contrato en el laboratorio –se hallaba en óptimas condiciones físicas, era la
persona más sana posible a pesar de odiar los ejercicios y alimentarse de cualquier comida
rápida con tal de no cocinar-, le dijeron que estaba contribuyendo a decidir al mundo a dar el
paso decisivo que establecería el tránsito del homo sapiens al homo superioris… Sonaba bien,
pero le dio lo mismo: con tal que el pago final cubriera las deudas pendientes, las facturas y
la hipoteca, habría dado el mejor paso posible, ya que se acababa de divorciar del clásico homo
fracasado y del proceso solo había heredado los débitos.
Una semana después de iniciado el experimento, la citaron para una reunión a la cual faltó
porque tuvo que llevar de urgencia a su gato al veterinario; ahí se enteró de que a los gatos
también se les podía poner acupuntura y le dio por estudiar toda la noche cuanto texto de
medicina holística halló en la red, gracias a lo cual descubrió que misteriosamente había
adquirido una increíble velocidad de lectura, sumada a una memoria eidética que la hacían
recorrer página tras página, como un scanner viviente… “Si esto es gracias a la píldora,
bienvenido sea el salto evolutivo”, reflexionó y se trazó un plan de estudios. Un empujoncito
más y lograría convalidar las asignaturas que había dejado pendientes en la carrera, o quizás
optar por alguna mejor.
Al atardecer siguiente, estaba estudiando la Cábala en hebreo -un libro recién comprado en un
carrito ambulante cuando fue a comprar su café con leche de la mañana, ya que su ineptitud en
la cocina la inhabilitaba para cualquier cosa que conllevara mezclas y medidas-, cuando vio en
el noticiero que el hospital había sido víctima de un atentado, una explosión que borró hasta
sus cimientos… Y que había ocurrido precisamente a la hora en que ella y el resto de los
sujetos a prueba habían sido convocados.
Su cerebro enhebró en fracciones de segundo lo visto, olido, escuchado, probado… comenzó a
crear nuevas conexiones, sumar y promediar causas-efectos, analizar probabilidades, generar
soluciones, incluso –esto le arrancó una sonrisa de satisfacción mayor que su reciente aptitud
para los idiomas-se reconoció capaz de replicar la fórmula… ¡qué sencillos ingredientes, el
quid estaba en la proporción de cada dosis! La clave para el éxito de su plan era el silencio,
sabía muy bien qué sucedería si era descubierta por “quién sabe quién". Tomó a su gato, su
laptop, y desapareció sin dejar rastros.
Tres meses después, el mundo se sorprendió ante una explosión editorial: seis escritores que
preferían permanecer alejados de la prensa y las cámaras habían acaparado con sus óperas
primas el mercado literario. No eran un grupo, sino una coincidencia, pues cada uno escribía
en un idioma, estilo y género diferente. Para colmo, habían comenzado en editoriales casi
desconocidas, convertidas ahora en imperios de las letras. Ni siquiera sus editores podían
alardear de haberles visto el rostro, toda negociación se hacía online, algo que no sorprende
a nadie en esta era. De haber sumado sus dividendos, darían una de las fortunas más jugosas
del planeta.
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