Reflexiones sobre lo que podría ser “arte”
Aunque parezca extraño, las reflexiones que escuché, hablaban todas de una especie de “carne
artística”: “voluntad y vocación para crear arte”. Por eso casi titulo este artículo cono
“Carne artística”, precisamente.
Algunas de estas reflexiones paso a expresarlas de manera generalizada, pues sus autores no
quieren publicar sus nombres.
Arte es acariciar tu gato, darle de comer y engordarlo. Ver sus ojos de color miel y
abrazarlo.
Es ir por debajo del túnel, cerrar los ojos y desnudarse.
Con arte buscas amor, enganchas al otro a la pasión, luchas con el corazón.
Arte que puede con todo, el queso se corta haciendo uso de el, el pan se amasa con estilo y la
canción bien cantada es apreciada por las masas. El que me lea sin criticarme también será un
gran artista que completará las formas inconclusas de mi artículo sobre lo que dicen terceras
personas, que en principio, podría englobar este término. Artículo que por dejar puertas
abiertas a la imaginación, podría llegar a perder todo su candor y color.
Las personas guardan arte en sus carnes, en los besos caprichosos, los fingidos, amorosos,
dados a hermanos o a padres. Mentir es también un arte, muchos sacan sobresaliente en “ser
mentirosos”, lo tienen también las risas, las rosas y las mariposas.
Con su uso, consigues que te quieran y te lleven al altar, con talento tu primer beso das,
digno de un cuadro de Picasso, Rembrandt o Modigliani.
Caminar por las calles de Caracas, sin miedo, es arte. Comunicarte con desconocidos también lo
es.
Correr toda clase de peligros, más te vale saber cómo hacerlo. Escuchar la música de tu
despertador, cantar en la ducha, peinar al perro, mirarte al espejo y aceptarte físicamente,
comprar un vestido rojo para lucirlo frente a tu amado. Todo es actividad artística, y tú eres
un artista.
Un cirujano realiza obras de arte con los bisturís, también puede hacerlo un dentista, un
arquitecto, un barrendero. El mundo está lleno de arte y todos tenemos madera artística, pura
y dura. Es transmisible y abundante. Relajante y penetrante. En ocasiones denunciable y
denigrante. Aplastante y humillante. Puede que prodigioso y beneficioso. Pero también podría
ser intangible y precioso. Perceptible y del color de las rosas.
Hay arte en los edificios, en la sonrisa de un niño, la publicación de una revista, las fotos,
los recuerdos de tu mente, los sueños, los amuletos, el trabajo, la cocina, la limpieza y las
dietas.
El arte que yo más amo, es la pintura. El dibujo figurativo o no, inquietante, con toques de
maestría renacentista, modernista o impresionista. Arte profundo dado en cada pincelada, en
cada color seleccionado, en cada trazo, título dado a la obra y destino que se le dará.
Pintar engrandece el espíritu, nutre tus pensamientos, te saca de lamentos inciertos, aclara
tus dudas, te promociona en un nuevo mundo, te hace ser feliz y sentirte realizada.
Pintar es dar felicidad. Es crear un mundo mejor, representarlo a tus anchas, desde tu punto
de vista y tu perspectiva, tu virtud y osadía, tus noches y tus días.
Arte es ver dormir a mi Lourdok, que nueve años vivió en la calle, y ahora es un gatito de
casa, que es feliz, duerme feliz. Respira feliz y me hace muy feliz.
Carne, puede que entradita en carnes, pero no demasiado. Carne producto de las verduras,
cereales, féculas y frutas. Pero no de otras carnes, porque se respeta y quiere cambiar el
mundo de los animales.
Carne que respira y con la que se seduce, se luce el traje, se muestran y ocultan partes del
cuerpo, según el peso y ganas que tengas. Pero carne para el arte.
Eso sientes tú, puede que yo, sí, yo también.
Carne que se mueve lentamente y busca crear formas escultóricas, pintar, escribir o cantar.
Profesión o entretenimiento que vives con talento, que vende o no, que mueve tu cabecita y te
convierte en un creador, que sobrevive sin esfuerzo, si le gusta lo artístico, la difusión, la
popularidad y los saludos por las calles.
Arte que todos desean mirar y admirar, con el que dejas al mundo con la boca abierta, con el
que sonrojas y enamoras.
Arte en las calles, el estudio, el salón de tu casa pintada de color melocotón.
Arte en los libros, en tus recuerdos de viajes, en tus dibujos de tu infancia y en tu forma de
mover el cuerpo por las aceras de tu pueblo.
Todo en ti es arte puro, tu mirada, tus labios, tus abrazos, tu maquillaje, los músculos
desarrollados en el gimnasio, tu decir “adiós” o “hasta siempre”. Tu rechazo o aceptación, tu
pedir perdón y arrepentirte de la mala acción, tu peinado y vestido, el color de tus zapatos y
el dibujo de tus pantalones.
En todo, vive y sobrevive, como una humilde doncella, el arte.
Las alfombras tienen arte, la forma de los animales, el amanecer, las cortinas, el diseño de
las sillas, los cojines, los sofás estampados, las telas. Todo.
Voy a ser verdaderamente sincera, desde chica he escrito poesías y las he guardado. No sabía
el motivo, pero hoy sí que lo sé. Tenía que fabricar un libro con los pensamientos de mi
niñez. Hoy existe, pero aún no es público. Espero que algún día sí, de lo contrario mi trabajo
no tendría sentido.
Hoy sé que todo se debe a una oscura vocación, que siempre dejé de lado por quitarle
importancia. Sin embargo, siempre se empeñó en salir a flote porque tengo un poquito de carne
artística.
Esto es, ganas de pronunciarme, de hablar, de narrar y describir con el corazón y los
pulmones. Ganas de atravesar las paredes blancas con mis letras más o menos bien compuestas y
también con mis dibujos y pinturas.
No ganas de comerme el mundo, aunque sea glotona. Eso no. Pero si de que me lean y me
recuerden como una mujer, una dama, amante de la pluma y el papel. Amante de los relatos,
poesías y artículos de opinión y divulgación histórica. Amante del libro y la revista, del
cómic, del arte figurativo y abstracto. De su arte y el tuyo.
Saltar el muro de la indiferencia, de la competencia leal y desleal, convertirme en escritora
demandada por la sociedad y poder ofrecer mi producto. Espero que algún día, para beneficio
del mundo animal. Nunca para el humano, salvo por las lecturas que te ofrezco.
La vida es corta, el entretenimiento es necesario. Mover las muñecas y los dedos, mancharte
con el óleo y las tizas pastel. También con el carboncillo y las acuarelas. Todo será parte de
tu vida.
Mucha carne de artista o poca, es igual, lo hago y ya está. Lo hago y lo guardo o no, pues,
como en un caso de mi pasado, lo he dado. Tal pasó con cien acuarelas tamaño dina4, que decidí
regalar a unas monjas de clausura para que no viesen solo santos. Pero también porque
apreciaban mi arte y eran mis amigas. El caso es que las agradecieron mucho.
Carne de artista y tú, si terminas de leer esto, tendrás carnet de artista y tal vez también
descubras que tus huesos llevan arte. Espero que así sea.
Romper la silla, la mesa, los moldes sociales, manifestarme y movilizarte. Los artistas tienen
fama de rebeldes e inquietos, de transformadores sociales, de pasar del rojo al blanco y del
naranja al azul, y todo porque el blanco combina con el azul y el naranja no combina con el
rojo demasiado bien.
No resulta fácil internarse en este mundo, como tampoco lo fue empezar en el colegio o a
trabajar. Hay que conocer los elementos y trabajar mucho con los materiales. Hay que amar la
libertad, la forma, la ruptura y la cotidianidad.
Hay que liberarse y perder la vergüenza, correr velozmente sin tropezar ni mirar atrás.
Nada queda en tu pasado, más que una niñez afortunada, una madrina Maruja que te enseñó a
pintar y que te quiso como a una hija y un padre, que fue gran amante de los animales y los
coches.
Nada queda más que el Parque Carabobo, dónde andabas en bicicleta y conociste a los perros
Duque, Rocker y Roquita y a su dueño, un prestigioso escultor.
Nada más que el recuerdo de la clínica dental de tu padre y de la habitación en la que te
refugiabas mientras él trabajaba.
Simplemente quedan recuerdos de un laboratorio dental, dientes que parecían morderte y que
metían miedo.
Sentirse fuera del mundo, extraterrestre, en soledad, diminuto, pero siempre dentro de las
composiciones humanas y componiendo belleza con fiereza y pudiendo ofrecer en ocasiones
fealdad sin maldad. De todo hay.
Seamos inocentes, que salga lo que salga y busquemos un fin, un beneficio, que para mí
descansa en los amables y misericordiosos animales del mundo. Ya he dicho que personas no,
porque ellas ya pueden llegar a sacar provecho de su propio arte.
Además, tu obra es exclusivamente tuya, nadie tiene ni tendrá derecho a robártela.
Ahora mis gatos duermen y los he tapado con unas camisetas de color verde limón. Se las pedí
en el almacén de vestuario de una televisión al señor Rubén, hombre que guarda siempre las
camisetas usadas de las manifestaciones pacificas, para la mejoría en el empleo. Me las dio
todas, unas treinta, y ahora sirven para dar calor a mis michos.
Recuerda entonces:
“Arte es todo, en todo lo hay. Destina tu obra a lo que tú quieras, obra que siempre será
tuya, por ley.
Los recuerdos están bien, pero en el pasado nada hay ni nada vive ya”.
Se olvida uno de Quinta Crespo, Las Mercedes, La Candelaria, la Avenida Libertador y Avenida
México, del estupendo Parque del Este, dónde íbamos a correr con nuestra madre. Pasamos de las
seis puertas de hierro que hay que atravesar para llegar a tu apartamento en Caracas, de los
pesados llaveros y las alarmas de los coches.
Olvidamos que nos robaron la cadena de oro, nos perseguían por las calles, y que las
ventanillas del coche debían estar cerradas.
Pero recordamos, sin embargo, que cada mañana, el cielo estaba todo rojo, siendo señal de
esperanza, y no obstante celebramos, que desde el interior de tu coche con las ventanillas
cerradas, podías observar las pinturas de los habitantes de los llamados ranchos, situados en
las laderas de los cerros más empobrecidos. En esos adolescentes está la vena artística,
innata y que se lleva un sobresaliente.
Olvidamos las ilusiones y envejecemos con calma, amigos del ordenador y las buenas palabras,
buscando siempre no perder el control y evitar la ignorancia.
Carne artística, bueno es tenerla, acrecienta tu fe en Dios, tu salud, tu salida de las
dificultades y tu madurez.
Cultivemos el amor y amarremos bien nuestros trazos, que sólo deben pertenecer a quiénes
deseemos.
Vivamos rodeándonos de las obras de otros, defendamos la propiedad, la ley de propiedad
intelectual, las creaciones regulares y esporádicas. Seamos verdaderos artistas.
Que no nos pongan la zancadilla ni nos hagan caer gratis cuando deseemos dar forma a una idea.
Y recordemos: “lo nuestro es nuestro, lo marca la ley, la razón. Que otros hagan lo suyo, lo
propio, si lo quieren poseer”.
Luzcamos nuestro buen hacer, la ordenación de los elementos y la elección de los colores.
Caminemos hacia la unión por medio de nuestras creaciones, y por ello, ellas deben descansar
en los brazos de gente que propicia y ama la paz.
Arte es todo lo que cuento y que no caiga en el olvido lo que aquí explico porque estas
palabras son sinceras y sabrán más de ellas.
Seamos buenos artistas.
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