
Con prólogo de Javier Ruibal y un Apunte sobre formulación de la receta, se van dando a
conocer los diez ingredientes, además de la Elaboración de la receta y una brevísima noción de
Dietas que compendian un menú que su prologuista anuncia como “un tratado de pautas amorosas,
en forma de recetas culinarias, cuyo principal objetivo es reeducar la glotonería masculina y
enseñar al hombre a degustar y paladear los sabores con que la mujer se adereza para
entregarse”.
Podríamos decir que la autora se sirve de metáforas acerca de utensilios y temas domésticos
para expresar unos contenidos amorosos, que quedan más aliviados de una presión erótica que de
otra manera no pasarían de poemas amorosos al uso (eso sí: en este caso, dado la calidad de la
autora, muy conseguidos; se ha de resaltar, pues, el ingenio de que se sirve para conseguir
retener la atención del lector). De ahí que estos preliminares con los ingredientes
sazonadores de la pasión, ayuden al lector a captar su curiosidad y pasearla, por ejemplo,
como en el poema “Estampa culinaria”: ”Y la mujer cocina y se va cocinándose. / Se coloca en el
pelo / unas hojitas secas de laurel / y en el vientre pimienta y se adereza / con un poco de sal y
gime y grita / y arranca de su pecho las palabras / y pela con sazón los adjetivos / y aumenta
su dolor al comprender / que la vida la tiene, ahí, en su olla / y el agua de la rabia la
deprime / y resuelve tapar —como ahora mismo hace / con el ave, que casi está dispuesta / a meter
en la lumbre— / la antigua cacerola de sus sueños / y deja sin acceso a todo aquel / que aparezca,
en sus horas , / blandiendo, contra ella, su cuchara”.
Me parece este poema un buen espécimen de este tratado de amor pasado por la simbología —si se
puede llamar así— de la cocina como coadyuvante del apetito con ardides de tropos que nada
tienen que ver con el Kamasutra ni siquiera con el Remedia Amoris de Ovidio, sino que prepara
el ánimo para “la entrega absoluta de los lances del amor, sin demora ni recelo, plena de
emoción, dándose al vértigo amoroso sin miedos ni ambages”, como escribe el prologuista, cuya
precisa y clara presentación hace a este libro de poemas inteligible y amable, distinto de
otros que he leído de Dolors Alberola cuyo interés por el lenguaje poético es bien notable
llegando a emocionar al lector en muchas ocasiones por sus logros.
Parémonos, antes de entrar en el libro, ante la atractiva edición que ha hecho la editorial
Dalya de Mujer en pepitoria con huevo duro, de Dolors Alberola, poeta tan reconocida como
brillante es su andadura poética de la que las solapas del libro nos dan fidedigna cuenta.