El actual Hospital de San Carlos de San Fernando
(Cádiz), un moderno edificio de 12 plantas de altura inaugurado en 1981, y que, como
continuador del antiguo hospital de Marina creado en 1809, fuera de uso exclusivamente
militar, pasó a ser de uso compartido en 2005 mediante un acuerdo con el SAS, para, desde
octubre de 2014, convertirse en un centro hospitalario de uso civil dependiente de la Consejería de Salud de la Junta de
Andalucía y adscrito al Hospital Universitario Puerta del Mar de Cádiz.
Sus capacidades como un auténtico Hospital al servicio de la población isleña, a pesar de las
dificultades económicas por las que atravesamos en estos años de crisis, se van potenciando y
convirtiendo en una innegable realidad día tras día. Las áreas en las que presta servicios van
adquiriendo funcionalidad poco a poco, consolidándose y abarcando las nuevas y necesarias
prestaciones de cada especialidad. Con un simple vistazo a sus cada vez más equipadas
instalaciones, urgencias, quirófanos, consultas médicas, triaje, salas de espera, curas,
observación y reanimación, habitaciones de hospitalización, etc., y conocer un poco al
personal médico, cirujanos, especialistas, internistas, técnicos, enfermería, celadores, y al
personal de servicios y administración, se tiene perfecta conciencia de que el Hospital de San Carlos
está predestinado a ser un centro hospitalario de referencia en la Bahía de Cádiz.
Y puedo afirmarlo porque estuve ingresado en él -e intervenido- los pasados días 23 y 24 de
mayo.
Se trataba de una hernia inguinal -bastante molesta ya- que había que reparar mediante
cirugía. Esta operación -que aunque es cirugía mayor se considera ambulatoria- es bastante
común y frecuente en la población y no implica grandes riesgos. Normalmente, a las pocas horas
de la intervención el paciente puede ponerse de pie y, eludiendo cualquier tipo de esfuerzo,
caminar con toda normalidad. Comenzado el postoperatorio, lógicamente, se necesita la toma de
analgésicos y antiinflamatorios durante varios días. Pero eso es todo.
La operación requiere anestesia regional -vía epidural-
y se realiza mediante un corte o sajadura en la zona de la ingle -unos 8 cm.- para permitir
el acceso a la hernia y músculos abdominales. Tras localizarla y separarla de los tejidos de
alrededor, se reintroduce en el abdomen y se cosen los músculos de la pared añadiendo una maya
como refuerzo. Concluido este procedimiento, se grapa o sutura la incisión
exterior para cerrarla. Todo este proceso operativo se suele concluir en una hora. Acabado
éste, el paciente pasa a la zona de postoperatorio y observación.
Lo normal es que en estas salas y con este tipo de cirugía -que como digo, es considerada de
régimen ambulatorio- el paciente esté unas cuantas horas hasta que pasen los efectos de la anestesia y pueda ponerse de pie. Normalmente, todos los operados durante la
mañana son dados de alta y se marchan para su casa sobre las cinco de la tarde. Pero en mi
caso, quizás porque el Dr. Ricardo Noval, que me atendiera en mi visita para comprobación de
datos preoperatorios, pienso que, muy prudentemente, teniendo en cuenta que fui operado de
Flutter auricular hace 4 años (o quizás porque -muy acertadamente- no quería que me fuese sin
admirar las magníficas vistas que se pueden contemplar desde las espaciosas y bien dotadas
habitaciones individuales de la octava planta), decidió no darme el alta hasta la mañana del
día siguiente. Me pareció bien. Un poco más arriba solo tenía el Cielo.
Y no quiero finalizar esta breve síntesis sobre el actual Hospital de San Carlos sin dar
mis más sinceras gracias a todos cuantos me atendieron en esta breve estancia en el mismo.
Entre ellos, a
los cirujanos Dr. Armando Lisandro y Dr. A. García Poley, al anestesista Dr. Manuel Valero y a
auxiliares y enfermería de quirófanos por
la exitosa intervención llevada a cabo. Al Jefe de Servicio del Hospital de Día, Dr. Ricardo
Noval, por su afabilidad y atenciones, y a los internistas, enfermeros/as, auxiliares, celadores y demás personal del Centro por
la amabilidad y prestancia con que me trataron. Y, aún a riesgo de que quiera interpretar
estas letras como una vulgar exégesis adulatoria, no puedo por menos que resaltar que es
fácilmente advertible en todos cuantos cito, además de su gran profesionalidad, la enorme
voluntad de servicio y amor a su centro de trabajo que demuestran cada día.
Dicho queda.
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