
Recordemos que la generación llamada de los Novísimos (años 1968 ó 1970) abrió varias brechas
en el muro de la poesía que había consolidado el realismo crítico de los años
cincuenta-sesenta. La poesía no sería ya “un arma cargada de futuro”, como escribió Gabriel
Celaya sino una múltiple actividad de la imaginación sobrevolando una realidad peligrosa sobre
la que se ciernen amenazas de todo tipo. Una de esas brechas es la culturalista, la de hacer
de la cultura algo más vivo y sugerente que el marchamo académico para la frialdad de las
bibliotecas.
El libro que nos ocupa ahora, Antología de imposibles, no es precisamente culturalista si por
esto se entiende rememorar una época, un autor o un libro para prestarles voz y traerlos a la
actualidad por obra y gracia del lenguaje poético. Lo que sí podemos anticipar es que es un
poemario inclasificable por los elementos que lo constituyen: poemas, recuadros en los que se
evoca a un autor -en este caso al filósofo inglés empirista del siglo XVIII David Hume-, así
como grabados. Y no por ello el libro está fuera de los márgenes de la lírica, que es donde
debe estar todo libro de poesía, se supone; los textos que aparecen aquí son disímiles y lo
mismo nos encontramos con la “Antología ilegible de Li Quingzhao” que con un poema elegíaco
titulado “Inscripción para E..B. y familia”, en el que el sentimiento sorprende por su
hondura, lejos de otros poemas en los que el autor divaga por diversas parte del mundo:
“Tu niño ha muerto y no tengo consuelo para ti.
Ni una palabra atraviesa los tendones de tu furia,
ni el silencio estrepitoso de tus venas y latidos,
ni siquiera la epidermis de tu estambre, escamas
y cortezas.
Tu niño ha muerto y no me sirven los cálices boecianos,
los mantras parroquiales o la rimas de un Nobel:
no tienes consuelo sin sus ojos, sin su sangre,
sin sus manos;
y solo sabes que, porque duele, existes; porque existió, te duele…”.
Se expone el fragmento de un poema que tiene una gran fuerza lírica en medio de otros poemas
con sabor, yo diría, que casi cosmopolita por la diversidad de sus escenarios, con el
recuadro, además, de la persistencia del filósofo inglés del siglo XVIII David Hume…Y me
pregunto: ¿La inclusión del pensador empirista es una preferencia del autor o bien una manera
de hacer tabula rasa de la racionalidad como embalaje literario de la poesía al uso
tradicional?
Considero interesante este libro variado en su manera de concebir el poemario, fuera de toda
linde convencional, casi cajón de sastre de sus propias ideas, y como dice su prologuista
Rafael Saravia: “Este libro es capaz de hacer zapping y no dejar de ser flor de cerezo. Sabe
congregar en el mejor de los bailes los deseos que Shakespeare hubiese borrado de Google y
hace de su lectura un lugar para la imaginación donde la verdad no deja jamás de estar
presente”.
Como los libros anteriores comentados, Editorial Dalya logra con Antología de imposibles otro
éxito con su entrega al público por la presencia editorial del libro.