Quería escribir este mes de Septiembre, aprovechando que comienza ese Otoño que nos traerá a
todos días grises y nublados, cuestas abajo de lo que fueran fiestas y jolgorios en los largos
y calurosos días agosteños, sobre algo muy similar que nos ocurre -también a todos- cuando se
nos presenta la factura de los años y la vida laboral se va al garete para ser reemplazada por
eso que llaman jubilación.
El concepto Jubilación, que proviene del vocablo latino “jubilare”, que significa júbilo o
expresarse con alegría, no me cabe dudas de que tuvo que ser inventado por algún histrión de
operetas cortesanas -con ribetes bien sádicos- para regocijo de su señor. Y así lo recogió el
diccionario de la RAEL. Y así de chistosa y bondadosamente nos lo aplican los bien intencionados
gerifaltes del Ministerio de Empleo y Seguridad Social o el de Hacienda.
Y es que, si miramos para el dadivoso estipendio o paga que recibe cada mes cualquier jubilado
de esta España nuestra, o a las generosas subidas con que les aumentan cada año los ceros de
la paga -vean la magnificación del chiste-, tampoco me cabe duda de que el referido histrión inventor de palabrejas sufría una
enfermedad harto contagiosa -a la que no le faltaban los virus de la inacción, la indiferencia y el desinterés-, con la que nos dejó infectados
ad aeternan tanto a
los gerifaltes ministeriales como al señor encargado de las riendas.
Llegado aquí me doy cuenta de que, como la temática de este artículo es la jubilación, el
pésimo estado actual de las pensiones -muy por debajo de la media europea- y el negrísimo
perfil que se nos presenta para su futuro, además del desinterés del Gobierno y demás responsables de su situación,
aderezado, cómo no, por su buen número de políticos corruptos y granujas de todo tipo... más
las rendijas por donde se desvanece la plata que nunca fue..., y como tendría que repetirme en temas ya escritos, considero más conveniente ponerles aquí unos renglones que ya escribiera
y publicara en Arena y Cal en febrero de 2013. "
El imperio de los granujas" es su título.
Como reflexiones sobre la superchería política queda bonito. Y es
lo siguiente:
"El viceprimer ministro y ministro de Hacienda japonés, Taro Aso, declaró días atrás
públicamente "que hay que dejar morir a los ancianos para liberar al Estado de los gastos en
asistencia médica". Y remachó su aserto diciendo "que es imposible resolver el problema sin
dejarles morir lo más pronto posible".
Tan sorprendente actitud -aunque decirlo públicamente se sale de toda regla- no puede
extrañarnos en absoluto, toda vez que es una decisión política, y los políticos, en general y
salvo honrosas excepciones, como todos bien sabemos, tienen tres metas u objetivos
fundamentales desde el mismo momento en que decidieron hacer de su ideología una profesión.
El primer objetivo es hacer que, en todo momento y a los ojos de quienes les designaron para
el cargo, las misiones que se les encomienden sean brillantes y no dejen lugar a dudas de que
son ejecutadas con la mayor eficacia. Para ello, para conseguir esos objetivos, no pueden
dejar que se interpongan barreras ni cortapisas de ningún tipo, Si son necesarios sacrificios,
se hacen, si hay que prostituir principios, se prostituyen; si hay que ser ciego, sordo y
mudo, se pone a trabajar el ingenio y la inteligencia para ser el mejor imitador del
distraído, del tonto y del muerto. Y si las soluciones a adoptar pasaran por causar deterioro
o menoscabo en los derechos, haciendas o, incluso, la vida de los administrados (como en el
ejemplo citado), se recurre a los argumentos clásicos, como el de los "inevitables daños
colaterales", o a filosofías como la de Maquiavelo y se afirma que "el fin justifica los
medios". Todo ello amparado por los inefables e irrebatibles argumentos de "por el bien
de la mayoría".
El segundo gran objetivo es mantener el puesto a toda costa. Y, aunque ya la consecución del
primero lleva aparejada enormes posibilidades para esta continuidad -y le son aplicable la
mayoría de sus normas-, se debe ser consciente de que hay que potenciar aún más la
inteligencia y el ingenio para no ser ni el muerto ni el tonto ni el distraído ante las
intentonas de los que vienen detrás abriéndose camino a codazos y bocados. Por supuesto, es
imprescindible mucha estancia y presencia ante los ojos del jefe, estar siempre de acuerdo con
lo que éste diga o piense y, dentro de una exquisita prudencia, aflorarle muchas veces la
sonrisa por medio de bien estudiados y espontáneos halagos. Sutilezas...
El tercer objetivo -por extraño que les parezca, con menos enjundia o importancia que los dos
primeros para muchos de estos "profesionales"-, es hacerse con una abundante y saneada
hacienda que permita llevar una vida decorosa y le ponga sus buenos cimientos al futuro. Claro
que -como nos demuestran cada día- no todos se conforman con el poder y la gloria. Los menos
dados a la filantropía no dudan en meter mano donde los dineros y arramplar con todo cuanto se
tercie, llámense comisiones, chantajes, cuentas trucadas o cualquier otra figura que le
permita preparar sus bien repletos paquetes para Suiza. Hábiles en grado extremo e ingeniosos
hasta casi la perfección, la mayoría de ellos suelen ejecutar su quehacer durante años sin que
nadie descubra de qué parte de la chistera saca el mago sus conejos. Pero entre sus filas
también están los cuatro tontos del culo que, por descuido, soberbia o exceso de peso en el
equipaje, se dejan trincar. Son apenas unos miles cada año -la puntita del iceberg-, pero son
los más temibles y más repudiados tanto por los ciudadanos como por los propios compañeros de
profesión, por cuanto son los que más titulares ponen en los medios y más escándalos y
animadversión crean hacia la clase política entre la ciudadanía.
La lista de políticos corruptos, aunque el tema existe desde que el mundo es mundo, toma en
estos últimos años calificativos de enorme e interminable y ha copado portadas de medios
nacionales e internacionales. Casos vergonzosos que ya han llamado la atención de más de medio
mundo y dejado oír voces de algunos dirigentes de nuestra flamante Unión Europea. Y si la
completamos con personajes de otras calañas incursos en las mismas trapacerías, altos
ejecutivos de la Banca, de la Administración, de las jerarquías de Justicia, de la Policía,
empresarios, funcionarios, etc., incluso, tan insólitos como el que afecta a un miembro de la
Casa Real, se comprende perfectamente que el pueblo mire hacia arriba chorreante el colmillo y
recordando a los muertos más frescos de tantísimos hijos de mala madre.
El origen del problema no es otro que la condición humana. La codicia, la falta de principios
y la poca vergüenza de personas que, teniéndolo todo, un buen puesto de trabajo,
reconocimiento y consideración social, tranquilidad para su futuro, incluso, muchos de ellos,
un buen patrimonio y hacienda, pasan de toda ética y hacen suyo lo que es de todos. Acciones
denigrantes ejecutadas por quienes, habiendo obtenido la confianza del pueblo, de
Instituciones y amigos, deberían ser los primeros en dar ejemplo de honradez.
Pero no toda la culpa es achacable a los actores de semejantes desvergüenzas, también el
gobierno y sus instituciones, por su falta de celo, vigilancia y supervisión de las conductas
de todos estos personajes, es responsable de los desaguisados. Urge, pues, no sólo la
actualización e incorporación de nuevas leyes que contemplen todos los posibles delitos, sino
la ampliación y puesta al día o especialización del personal encargado de la supervisión de
todo cuanto pueda ser objeto de transgresión en los diferentes ámbitos.
Es necesario dar paso a esa nueva especie, llamada "responsables", personas de arraigados
principios y perfecta conciencia del bien y del mal, donde todos y cada uno de ellos serían
capaces, no sólo de reconocer una posible culpa ante los demás, sino de amputarse el miembro
infecto si la equivocación o la debilidad les hicieran meter en su bolsa aquello que le es
ajeno.
Es necesario. Incluso, aunque sea el propio jefe el que se tenga que cortar la mano."
Para terminar, si cree que la jubilación en España es igual de esquilmada y nefasta para todo
el mundo, escriba en Google "jubilación de los políticos en España" y lea los secretos que les
revela el montón de páginas que les mostrará. Se asombrará de que, junto al número de
granujas, también en ese plano
superamos ampliamente a los países de nuestro entorno.
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