Parte II: Vida e inclinaciones artísticas del pintor.
Según la Página de Internet On Line, Taringa, de la que sacaré todos los apuntes que no sean
del Jardín de las Delicias:
El Bosco es el sobrenombre por el que conocemos al genial pintor holandés Jeroen van Aeken.
Nació en la localidad holandesa de Hertogenbosch, cerca de Amberes, en el ducado de Bravante.
Sin embargo, no hay noticias de que saliera de su ciudad natal, ni siquiera a la próspera
ciudad comercial de Amberes.
Su familia estaba dedicada tradicionalmente al oficio de pintor: su abuelo, su padre, su tío,
sus hermanos y su hijo. El taller familiar lo heredó Goosen, su hermano mayor, que de esta
forma poseía en exclusiva el derecho a usar el apellido familiar Van Aeken que distinguía las
obras de este taller frente a las de otros talleres de pintores.
Por ello, Jeroen tuvo que buscar un nombre con el que organizar su propio taller y
diferenciarse de su hermano; latinizó su nombre de pila transformándolo en Hieronimus y eligió
por apellido el nombre de su ciudad natal S'Hertogenbosch, simplificado Bosch, nombre que en
España derivó hacia El Bosco.
Este cambio en su nombre tuvo lugar hacia 1480, cuando también se casó con Aleyt van Meervene,
joven procedente de una buena familia que proporcionaba una buena dote al matrimonio. Por esas
fechas, Hieronimus obtuvo el título de maestro, imprescindible para trabajar de forma
independiente. Los encargos debían ser numerosos, ya que queda constancia de que pagaba uno de
los tributos más altos de la ciudad y de que vivía en la mejor zona de la ciudad, en la Plaza
Mayor.
Su clientela estaba formada por burgueses, clérigos, nobles y la Hermandad de Nuestra Señora,
cofradía religiosa dedicada a la Virgen de la que El Bosco era miembro. Uno de sus encargos
más importantes lo recibió en 1504: pintó para Felipe el Hermoso un Juicio Final, lo que
indica que su fama había llegado a la Corte borgoñona.
Su estilo recogía claramente los fantasmas de los años finales de la Edad Media, en los que la
salvación tras la muerte era una gran obsesión. Existen pocos datos de su vida, siempre llena
de leyendas que intentan explicar el enigmático significado de sus cuadros. Su formación como
pintor la pasó en el seno de su familia: fueron sus propios hermanos y su padre quienes le
enseñaron el oficio artesanal. De esto se deriva una cierta torpeza compositiva, aunque
enseguida estableció su temática favorita: la debilidad humana, tan proclive al engaño y a
ceder a las tentaciones.
Una de sus fuentes de inspiración favoritas fue la cultura popular. Los refranes, los dichos,
las costumbres y leyendas, las supersticiones del pueblo le dieron múltiples temas para tratar
en sus cuadros. Da a los objetos de uso cotidiano un sentido diferente y convierte la escena
en un momento delirante, lleno de simbolismos. Todos sus cuadros están impregnados de un
sentido del humor burlesco, a veces cruel.
El Bosco vivió en un mundo cruel, la organización de los estados nacionales brillaba por su
ausencia y en los terrenos rurales se imponía la ley del más fuerte. La ignorancia y el
analfabetismo alcanzaban a un 90% de la población, que veía su esperanza de vida en poco más
de los cuarenta años. Las enfermedades endémicas y las epidemias, frecuentemente de peste,
diezmaban a la población, cuando no se trataba de guerras mantenidas durante años.
En tal estado de cosas, en toda Europa se produjeron abundantes movimientos heréticos, sectas
que trataban de romper con la Iglesia, que ostentaba un poder y un lujo excesivos. Los
movimientos heréticos trataban de retornar a las raíces del primer cristianismo, con
comunidades en las que se compartieran los bienes. Casi todas las sectas fueron perseguidas,
con casos como el de Savonarola en Italia. Sin embargo, en Alemania, muy cerca de Países
Bajos, Lutero conseguiría triunfar pocos años después de la muerte del Bosco.
Es decir, nuestro artista vivió en una época de crisis espiritual muy profunda, que condujo
poco después a la ruptura del mundo cristiano. El Bosco prácticamente pintó sólo obras
religiosas. Su piedad era extrema, rigurosa, y presentaba un mundo enfangado, que se revolcaba
en el pecado, casi sin esperanza de salvación. El Bosco ve a sus congéneres pudriéndose en el
Infierno por todo tipo de vicios. Se tiende a mirar sus obras como productos magníficos de la
imaginación y no hay tentación más fácil que identificarlo con el surrealismo. Se comete el
error de pensar que El Bosco pintó para nosotros, que se adelantó a nuestra visión de época y
que en ello radica su valor como visionario.
Pero lo hizo hace más de 500 años y nosotros hoy día somos incapaces de comprender todos los
símbolos y lecturas con que impregnó sus cuadros. Tan sólo aquellas imágenes que resultan
familiares son rápidamente extraídas de su contexto y examinadas a la luz de la psicología del
siglo XX. En la época del Bosco no existía la psicología.
El mundo religioso estaba tan presente o más como los fenómenos cotidianos. En un mundo dónde
no se sabía leer ni existían imágenes apenas, los cuadros del Bosco presentaban una realidad
tan cotidiana como los trabajos del campo. La presencia continua del pecado y la amenaza del
infierno eran ley de vida.
En su obra El Jardín de las Delicias, a diferencia del “Ecce Homo” (1475-80, no hay letras. “Ecce
Homo” fue realizado en témpera y óleo sobre tabla, Städelsches Kunstinstitut, Frankfurt). Se
trata de una de las primeras obras de El Bosco, muy apegada aún a los gustos de la época y
siguiendo los cánones marcados por la pintura medieval. Cristo aparece frente a la multitud y
es presentado por Pilatos de cuya boca salen las palabras "Ecce Homo" como era tradicional en
la pintura flamenca, la masa grita "Crufige eum" y en una tercera inscripción se lee "Salve
nep Redentor Christe" saliendo de la boca de los donantes que han sido borrados. Una de las
torres del fondo tiene la media luna turca, se debe a que en época de El Bosco se identificaba
a los enemigos de Cristo con el Islam.
Lo primero en este análisis fue repasar la vida del extraño pintor. Interesante, sin duda.
Porque un artista de pinceles y lienzos, pinta siempre lo que lleva dentro. Se manifiesta de
ese modo su buen hacer, sentir y saber ganar y perder.
Es su arte con el que va a todas partes, se mueve y menea por los parques de la ciudad, se da
a conocer y se marea luego del almuerzo pesado y rico, de tanto buen arte, como lleva en el
cuerpo. De tanto salero como transmite en sus historias icónicas y sin un sentido del todo
explícito.
Hay que sentirle y consentirle, seguirle y digerirle, amarle y buscarle las cosquillas,
enchufarse a su amor por los colores, sus recreaciones en las formas, su sentir global y
particular, sus pensamientos vivos y sus representaciones icónicas que llega a universalizar,
convirtiendo su trabajo en materia de estudio en las universidades y los colegios.
Encuentro en ella a seres humanos montados sobre animales en movimiento y mi atención se
detuvo en dos figuras negras, hombre y mujer, con algo de flores en el cuerpo, lo curioso es
que son negros, muy negros. Y son minoría clara.
Es evidente que al Bosco, le gusta la piel clara, o es lo que tiene a su alrededor y lo que
prefiere, sus pinceles se llenan de mujeres rubias y delgadas, apasionadas y seductoras.
Transgresoras de las normas. Modernas y alocadas.
He visto además pájaros gigantescos, búhos y pajaritos pequeños, pero muchas aves son mayores
que humanos, choca un poco ver esos tamaños desproporcionados. Choca y ya está.
(Continuará…)
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