Contraposiciones y opuestos binarios en la poesía erótica de Delmira Agustini.
En el ambiente del Uruguay finisecular, al cual García Pinto parafraseando al crítico Carlos
Real de Azúa le considera “caracterizado por la desintegración de la visión decimonónica del
mundo motivada por la creciente vigencia de un acendrado individualismo, por el ataque a lo
burgués y mesocrático en el plano estético, y en lo social, por la actitud reformista y el
vitalismo asentados en parte en el pensamiento nietzscheano, de gran difusión en
Hispanoamérica” (15). Nace Delmira Agustini (1886-1914) en medio de una familia acomodada, en
la cual fue educada dentro de la rigidez moral propia de la burguesía montevideana de la época
entre las cuatro paredes de su hogar y por sus propios padres, como rezaba la tradición de las
familias de ese tiempo. Receptora de una esmerada educación, como puntualiza su biógrafa Clara
Silva, Delmira creció vigilada estrechamente “por la figura en muchos sentidos omniabarcante
de su madre que le lleva a subrayar la extraña y paradójica convivencia entre una Delmira
pública que transitaba cómoda entre las costumbres de su época y una Delmira íntima que se
dejaba arrastrar por los delirios de la escritura” (Silva 30). A lo cual se contraponen las
investigaciones que García Pinto aduce haber realizado en torno al tema en la edición Cátedra
de Poesías completas. Delmira Agustini basada en “documentos personales y en particular en lo
que respecta a las cartas familiares, no he encontrado ninguna evidencia de tal desarmonía.
Por el contrario en muchos aspectos de su vida Agustini se apoyo en esa lealtad solidaria que
parecía encontrar en sus padres” (19).
En medio de la dualidad de ese Montevideo libertario y conservador, es donde Agustini crece y
se desarrolla empezando a publicar sus primeros poemas en la revista La Alborada a partir de
1902, ya para el año siguiente esta misma revista le invita a colaborar creando una nueva
sección que la misma Delmira Agustini titulara como “Legión etérea” habiendo sido su
inauguración anunciada con gran bombo y platillo en agosto de 1903 y de las cual cabe
mencionar que “Las semblanzas” que Delmira envió a “Legión etérea” bajo el pseudónimo
retorcidamente modernista de “Joujou” se caracterizan por la ornamentación lingüística y la
frase elogiosa que repite la ondulación neo barroca del decorado ambiental del fin de siglo” (
Ibíd. 20). Ya para febrero de 1907 Delmira publica su primer libro de poemas El libro blanco
(Frágil) prologado por Manuel Medina Betancourt. Después de una gran encomiástica acogida,
para 1910 publica Cantos del mañana prologado por el escritor Manuel Pérez y Curis. Su tercera
publicación llega con el título de Los cálices vacíos con un pórtico de edición dirigido a
Rubén Darío donde le elogiaba y esperaba de alguna manera su legitimación.
Mi propuesta es que para intentar develar los misterios, entender los mecanismos que envuelven
la personalidad de la poeta a través de su estética erótica es fundamental captar el manejo de
los opuestos binarios -ambivalencias- que ella hizo manifiestas en su obra poética -como parte
fundamental- para entender el discurso erótico y la espiritualidad misma de Delmira Agustini.
Ellos, los opuestos binarios nos llevarán de la mano para adentrarnos en la percepción
erótica-mística- vivencial de la poeta y de acuerdo a Molloy, “en la política comunicacional
de su imagen” (59).
La vida activa de Agustini empieza intelectualmente hablando en medio de la que fuese su
primer gran dualidad, el primer opuesto binario; por una parte, el ambiente que le rodeó a la
publicación de sus primeros poemas era el ambiente del Uruguay que despertaba ante nuevas
propuestas sociales y políticas, verdaderamente controversiales para la sociedad burguesa de
la época, tales como la nueva ley del divorcio, que siendo la primera vez que se hacía en el
Uruguay denotaba una verdadera controversia existencial, una sacudida para la conciencia
burguesa de las familias; por la otra, de manera opuesta, Delmira Agustini realiza sus
publicaciones primeras con el total apoyo de sus padres, como una señorita cuidada a quien los
suyos le llaman "La Nena" cariñoso apelativo que le signara a lo largo de su corta vida, y que
le permite negociar más tarde, su posición ante la crítica y ante su propia vida, en medio de
las dualidades que se le presentan como necesarias de acuerdo a Doll y que más tarde le
ayudarían a vencer para explayar su propio yo poético y vivencial.
En medio de esa dualidad de dos actuaciones antagónicas de género sexual: la mujer-niña…y la
mujer-erótica, (razón de la extrañeza que causa su imaginario poético), construye un
imaginario amoroso en su poesía que da cuenta de los discursos de su época sobre el cuerpo, el
amor y la mujer, de modo conflictivo y complejo. Ella-Delmira Agustini- negocia, a través de
su imagen niña, la posibilidad de la estructura poética, concesión que la sociedad le impone.
La cual mediante el discurso amoroso, proporciona una imagen de mayor densidad, al mismo
tiempo transgresor y concesivo con los modelos de su tiempo (60).
Aunque el origen de nuestra poeta fue de lo más claro y esmerado, es indudable que su corta
vida estuvo envuelta y signada por grandes dualidades, opuestos binarios y que sigue aún
después de su muerte, trágicamente envuelta en un halo de misterio que hasta la fecha es
necesario seguir investigando y develar. Se sabe que fue poseedora de un talento y
sensibilidad totalmente fuera de serie que le permitió desde la imagen de “La Nena”, utilizar
una máscara como propone Eleonora Cróquer citando a Josefina Ludmer en “Tretas del débil”.
Creo que Delmira Agustini recurrió al disfraz -a la postura si no de Nena, de mujer frágil e
ingenua- como protección y solución de comodidad. Esto es, utilizó la máscara de la Nena para
encubrir tras ella un diálogo que oponía, al deseo callado de la mujer dariana, el erotismo
“feroz” de la mujer que, más allá del silencio al que ha sido tradicionalmente sometida,
expresa no la voz de un Eros distante, sino su propia voz: la experiencia del deseo (22).
Dos grandes vertientes se abren para iniciar el estudio de las ambivalencias, los opuestos
binarios -como gusto llamarles para hacer una alegoría numérica que nos indique mayor y
preciso acercamiento a la razón- esa gran ambivalencia que abre es la oposición entre cuerpo-
alma, erotismo-espiritualidad que se manifiesta abierta y constantemente en la poesía de
Agustini. En medio de pleno Modernismo, Delmira Agustini introduce una nota nueva y fresca, se
atreve, transgrede casi sin saberlo, o casi sin quererlo -al menos así parece- desde la
primera publicación de sus versos, cuando "cándidamente" fue llamada por sus colegas hombres
como "la niña talentosa" "La de ingenuo talento" la que no se explicaban cómo podía hablar de
cosas, o lo que es peor -podía entender- de cosas y sentimientos que resultaba inaudito que
pudiera entender una mujer de su condición.
Vemos como en los versos de su primera obra se encuentra plenamente influenciada por Darío, en
“El hada color de rosa” de El libro blanco hablando incluso de hadas y ensueños, de dulce
sueños donde apenas tocaba el sino a su dormida puerta:
El hada color de rosa que mira como un diamante,
El hada color de rosa que charla como un bulbul.
A mi palacio una aurora llego en su carro brillante,
Esparciendo por mis salas un perfume de Estambul (110).
Si seguimos la trama del desarrollo de la vida de nuestra poeta, veremos cómo pasa a ser la
mujer esperanzada, llena de pletórico deseo de vivir, y anhelos de encontrar en el otro
-búsqueda tal vez de la necesaria alteridad- esa complementariedad, dejando incluso de ser "La
Nena", para pasar a ser la transgresora de los cánones de comportamiento victoriano en que
había crecido; ella, Delmira, sueña en color de rosa podría decirse, al leer en "Rebelión" de
El libro Blanco:
Él es por sí, por su divina esencia,
¡Música, luz, color, fuerza, belleza!
¿A que el carmín, los perfumados pomos?
¿Por qué ceñir sus manos enguantadas
A herir teclados y brindar bombones
Si libres pueden cosechar estrellas,
Desviar montañas, empuñar los rayos?
¡Si la cruz de sus brazos redentores
Abarca el mundo y acaricia el cielo!
Y la Belleza sufre y se subleva (99).
Así, en medio de este inaudito talento, se ven los colegas en la necesidad de admitir que el
escándalo que ésta poeta causara fuese por su carácter transgresor de los valores
pre-establecidos por los valores victorianos de la época para la mujer. Valores que le
condenaban a ser mujer-objeto, un yo-objeto de la poesía, sufriente y doliente si acaso, mero
reflejo del otro, mas nunca expuesta como un yo activo, sujeto mismo de sus propios poemas,
expresando sus propias dolencias, sentimientos y perspectivas desde su yo íntimo, sensorial y
sentida, auto percibida como un sujeto de su propio erotismo. Caminar con la poesía de
Delmira, nos asoma invariablemente a su mundo sensorial, como dice Márquez, parafraseando a
Henríquez Ureña: “la poesía de Delmira posee las características propias de un arraigado
erotismo, pero al mismo tiempo, y de manera paradójica, de un mundo religioso en donde se
descubre un calvario que se encuentra inmerso en las contradicciones de vida-muerte;
dolor-placer; deseo-impotencia; maldad-bondad, etcétera” (216). En medio de estas dualidades,
vemos como se presenta la vida-muerte como una de las constantes de su obra, así como la del
bien-mal, alma- carne, como si en esto presintiera la ronda de la muerte, de la suya propia
muerte, en “Lo inefable” inserta en su yo poético, exclama premonitoriamente:
Yo muero extrañamente…no me mata la vida,
No me mata la Muerte, no me mata el Amor;
Muero de un pensamiento mudo como una herida (193).
Encontrar los hilos eróticos en la urdimbre de los versos de Delmira, es tarea relativamente
fácil cuando le vemos bajo la luz de la sensibilidad que aflora desde los que fueran sus
primeras manifestaciones poéticas, en El libro blanco publicado en 1910 hasta en Los cálices
vacíos al aparecer un animal como símbolo erótico: el cisne:
Y vive tanto en mis sueños,
y ahonda tanto en mi carne,
que a veces pienso si el cisne
con sus dos alas fugaces,
sus raros ojos humanos
y el rojo pico quemante,
es solo un cisne en mi lago
o es en mi vida un amante… (255).
Si ciertamente Agustini vino a poner una nota fresca en medio del Modernismo decadente, con su
postura transgresora al hacer la mujer sujeto de deseo, también es cierto que sufrió en carne
propia el desencanto de las dualidades del modernismo, -como si la dualidad le acechara- ella
no se libra de este influjo de las dualidades entre el bien y el mal, de ser ejecutora y
seguidora de lo correcto-aceptado y lo incorrecto-censurado de la sociedad, incluso de la
sociedad de poetas que le circunscribe en el Uruguay del momento.
Es un hecho que la poesía de Agustini desestabiliza el pensamiento crítico de sus
contemporáneos, nos dice García Pinto, al mostrarse abiertamente la visión del imaginario
erótico-poético femenino. La critica trató de recubrir el erotismo femenino mostrado desde la
percepción de una mujer, pues era desusado, inaudito que se abordara el erotismo desde la
perspectiva femenina sin menoscabar la creatividad masculina, viril y vigorosa desde el
momento en que se articulaba desde la voz femenina, es decir desde una experiencia erótica
falocéntrica, tradicionalmente abordada desde la perspectiva masculina en “Visión”,
Y era mi mirada una culebra
Apuntada entre zarzas de pestañas,
Al cisne reverente de tu cuerpo.
Y era mi deseo una culebra
Glisando entre los riscos de la sombra
¡A la estatua de lirios de tu cuerpo! (236).
De acuerdo a Márquez, “En Delmira encontraremos un mundo de oposiciones determinados que nos
muestran una clara ambivalencia entre el cuerpo y el espíritu” (220). Nos muestran una
contraposición entre el espíritu y la materia. Tal como lo expresa con "-A veces ¡toda! soy
alma; / y a veces ¡toda! soy cuerpo",
Cayó en tus brazos mi alma herida
Por todo el Mal y por todo el Bien: mi alma
Un fruto milagroso de la vida
Forjando a sol y madurando en sombra,
Acogíase a ti, ¡como una palma
De luz en un desierto de la sombra…! (255).
En esta forma podemos percatarnos de la manera como Delmira percibía su propia dualidad: alma
y cuerpo, al mismo tiempo, oscilando entre ambas, se sabía sujeta a lo azaroso que era la
relación con otra alma. Sin embargo, la dualidad de la esperanza de la vida-amenaza de la
muerte; le ronda, y ella lo sabe, lo siente, pues según Aletta “esta presencia de la muerte,
de las sombras y de la noche constituye un contrapunto constante al amor y la vida en los
poemas de Agustini” (338), desbordante de eros hasta en la muerte misma, se ilustra
magníficamente en "Boca a Boca”,
Copa de vida donde quiero y sueño / Beber la muerte con fruición sombría, /
Surco de fuego donde logra ensueño / Fuertes semillas de melancolía. / Boca
que besas a distancia y llamas… / En silencio pastilla de locura / Color de sed y
húmeda de llamas… / ¡verja de abismos en tu dentadura! / Sexo de una alma triste
de gloriosa, / El placer urges de dolor; tu beso, / Puñal de fuego en vaina de
embeleso, / Me come en sueños como un cáncer rosa…, / Joya de sangre y luna,
vaso pleno / De rosas de silencio y armonía, / Nectario de su miel y su veneno, /
Vampiro vuelto mariposa al día (301).
La poeta, la mujer enfrenta en pleno proceso de maduración, la ambivalencia plena de la vida,
ya que en medio de oposiciones binarias se da el enfrentamiento con su propia noche, con sus
propios sueños, con su propio eros, rezumando amor-deseo-noche-melancolía. Así empieza a
sollozar, y podríamos decir se transforma en la mujer que no solo pide, exige e incluso ataca
en la búsqueda incansable del amado, de su alteridad, a través del fantaseo erótico; lo cual
según Carla Lanieri, en todas las liricas pertenecientes al segundo grupo es el tema
dominante, el de la incesante búsqueda de la "sagrada embriaguez" ("La Miel", p.139) que
proporciona el fantaseo erótico: “…no solo como deleite de los sentidos, sino como expresión
de una entrañable punción ontológica que lleva a trascender lo inmanente - a través de una
relación carnal ilusoria- para sondear las arcanas profundidades del inconsciente y divisar
otras regiones ignoradas, como se puede apreciar en "Ven" (423),
Ven, oye, yo te evoco.
Extraño amado de mi musa extraña,
Ven, tú, el que meces los enigmas hondos
Ven, acércate a mí, que en mis pupilas
se hundan las tuyas
en tenaz mirada,
vislumbre en ellas el sublime enigma
del “más allá” que espanta…
Ven…acércate más…clava en mis labios
tus labios fríos de ámbar,
¡Guste yo en ellos el sabor ignoto
De la esencia enervante de tu alma! (159).
Tal parece que en ésta búsqueda, se animaliza, se auto atribuye características animalescas,
se animaliza en su afán de representar sus febriles deseos, su necesidad corpórea-espiritual
de "tomar- dándose"; así una vez convertida en cisne, otra en serpiente, oscila, sibila y se
sabe capaz de hipnotizar, así como de saciar provocar-saciar el deseo; y en un alarde de
evocar el ritmo, con la misma estética del ritmo de la poesía modernista, se expresa en
"Serpentina":
En mis sueños de amor, ¡yo soy serpiente!
Gliso y ondulo como una corriente,
Dos píldoras de insomnio y de hipnotismo
Son mis ojos; la punta del encanto
Es mi lengua… ¡y atraigo como el llanto!
Soy un pomo de abismo.
Mi cuerpo es una cinta de delicia
Glisa y ondula como una caricia…(294).
Otro aspecto muy interesante, otra faceta de Agustini,-su espiritualidad- se muestra cuando
nos exhibe la parte espiritual, su atracción por lo místico-espiritual, que al fundirlo con su
discurso erótico-sensorial sumariza lo que Carla Lanieri llama “imaginario místico de la
líbido, alcanzando incluso una actitud desacralizante y con ello transgresora, al utilizar la
nomenclatura de artículos religiosos y que alcanzara su expresión más acabada sucesivamente,
en Los Cálices vacíos y El rosario de Eros”(432).
Te inclinabas a mí supremamente,
Como a la copa de cristal de un lago
Sobre el mantel de fuego del desierto;
Te inclinabas a mí, como un enfermo
De la vida a los opios infalibles
Y a las vendas de piedra de la muerte;
te inclinabas a mí como el creyente
A la oblea de cielo de la hostia… (236).
Vemos en la poesía de Delmira, esa angustia de la autovalidación, de la trascendencia,
buscando mas allá de si, a través del otro, en el transcurso de su eroticismo, se encuentra la
muerte como única alternativa, como contrapartida para lograr la continuidad. En Delmira
Agustini, su erotismo está constantemente jugándose en los opuestos binarios, como dijera
Octavio Paz, el erotismo es ambiguo, es represión y licencia, sublimación y perversión, es un
fenómeno dual, es placer y muerte simultáneamente. Así, según Darcie Doll:
La recepción de la época resalta en Agustini su exacerbado erotismo, y la fuerza de sus
imágenes que se destacan como prácticamente inéditas en la poesía escrita por mujeres, al
menos en su contexto inmediato. En ese erotismo, encarnado en las imágenes de la esfinge, el
vampiro, Salomé la cortadora de cabezas, la estatua, la serpiente corresponde a una
representación del amor, a una cara del amor, y, como discurso/dispositivo de actuación en el
mundo, configuran un estilo corporal o modo de hacerse cuerpo (60).
En este mismo cuerpo, Delmira negocia de alguna manera su presencia a través de sus diversas
mascaras, (La nena, la Bella prodigiosa, la transgresora, etc.) la posibilidad de ser sujeto
activo, poderosa, capaz de expresar e incluso de vivir su propio imaginario como en el “El
Cisne”.
El ave cándida y grave
tiene un maléfico encanto;
Clavel vestido de lirio,
trasciende a llama y milagro…
Sus alas blancas me turban
Como dos cálidos brazos;
Ningunos labios ardieron
Como su pico en mis manos (255).
Necesario es decir, a manera de conclusión que Delmira Agustini fue la mujer que con el uso de
diferentes actitudes, sabe de alguna manera exponer e imponer su imaginario poético, su
erótico imaginario ante el pasmo enfermizo de su época. Ella, "La Nena", como le llamaran los
más cercanos de su vida, la joven poeta transgresora termina siendo victimada, al menos
físicamente, víctima de su propia transgresión, triste e irónicamente armada por sí y para sí,
por manos del ex marido, recibe dos letales balas que le provocan la muerte. Sin embargo, ella
la niña genial, Delmira Agustini no se sometió a las estructuras, trasciende, les usa y se
expresa su yo poético, erótico y vivencialmente expresa también su Zoon politikón. Al mismo
tiempo que ellos, los opuestos binarios nos llevarán de la mano para adentrarnos en la
percepción erótica-mística vivencial de la poeta y de acuerdo a Molloy, en la política
comunicacional de su imagen (59).
Agustini en medio de grandes ambigüedades, de opuestos binarios transgrede y victima,
sosteniendo el rol finisecular, al someterse al matrimonio con Job Reyes, quien de alguna
manera fue víctima del erotismo de ella, de su engaño, y su doble víctima por haber sido
convertido en amante y asesino. Por su parte, Ugarte como su amante, fue víctima por
enamorarse de ella, por haberse dejado ser sujeto-objeto de su deseo, acaso chivo expiatorio
de la evasión. Y por último ella, Delmira misma, por haber sido víctima del sistema, por no
alcanzar el sujeto de deseo, y por haber sido asesinada. Historia sin aclarar, con múltiples
velos que descubrir es la vida de Delmira Agustini, lo cierto es que a través de su poesía,
ella convierte -revierte- la represión de que ha sido objeto durante toda su vida, en una
mascarada, usa como le dijera el mismo Ugarte “la tinta como máscara” para disfrazarse y solo
así realizar la negociación de su percepción de vida, del uso de la expresión literaria para
negociar con la oscurantismo de la época utilizando como algunas otras mujeres de acuerdo a
Doll, “Disfraces…en la negociación inevitable con su época, mujeres-niñas, mujeres –sabias
(Ocampo), mujeres-maestras/madres (Mistral, Storni, De Ibarbourou) mujeres suicidas/locas
(Storni, Rivas Mercado), mujeres raras (Storni, Agustini, Mistral)… todas ellas se agrupan, de
alguna u otra manera en la poesía como lo convencionalmente efusivo, o en el didactismo”(59).
En la poesía de Agustini los opuestos binarios nos llevarán de la mano para adentrarnos en la
percepción erótica-mística vivencial de la poeta y de acuerdo a Molloy, nos ayudaran a
entender la necesidad de analizar con cuidado que, la imagen proyectada es el escritor y
también es su máscara, hecha de lo que se es, lo que se busca ser, lo que queda bien que sea y
lo que se sacrifica para ser. De acuerdo a Doll, la política gestional de la imagen de
Agustini negocia a través de su imagen niña, la posibilidad de la escritura poética, concesión
que la sociedad le impone. “Y mediante el discurso amoroso, proporciona una imagen de mayor
densidad, al mismo tiempo transgresora y concesiva con los modelos de su tiempo. Señalándonos
el inevitable uso del discurso amoroso para negociar su posición en el mundo, sea esta pública
o privada” (60,64).
