LA FÁBRICA
Una amiga hace el camino de regreso de una excursión, va con su hija menor de la mano. A lo
lejos se ve una fábrica, con su enorme chimenea humeante.
-¿Sabes qué es eso? –le pregunta la chiquilina.
-Una fábrica –responde ella.
-Sí, pero ¿una fábrica de qué…? –insiste, con aire de sabionda.
-Creo… que no lo sé –reconoce la madre.
-Ay, mamita –suspira la niña-. ¡Es una fábrica de nubes!
¡ALGUNA EXPLICACIÓN HABRÁ!
La hermanita menor de Tonito –de cinco años-es remolona para despertarse. La madre, para ir
adelantando, comienza a vestirla aún dormida. Él contempla la escena, preocupado.
-¿Ella se murió?
-No –responde la mamá lacónicamente y continúa su labor.
-¿Se desmayó?
-No.
-¿Está enfermita?
-No…
-¡Ah! –el niño suspira aliviado y se aleja–. Entonces solo se le acabó la batería.
DESCUBRIMIENTO
Hace más de una década de este hecho, que dio origen a mi primer poema publicado –hasta
entonces escondía mis intentos de ser poeta-, a partir del cual comenzamos a llamar a mi hija
Sarah, “la princesa majadera”.
Nos encontrábamos paseando por el parque de la esquina y descubrimos, en un montón de
escombros que se acumulaba sin piedad al lado de nuestro árbol favorito, una pluma blanca
demasiado grande para pertenecer a los gorriones, sinsontes, zorzales, bijiritas, totíes y
palomas que, hasta el momento, constituían su universo de seres alados.
Pero mi hija no pierde el tiempo, ni ahora ni entonces, en hacer preguntas. La solución fue
sencilla:
-¡Mira esto, mamá! –exclama, alzándola-. ¡Encontré una pluma de elefante!
* * * * *
Sobre "De príncipes y princesas"

Sarah en una fotografía de la 1ª edición de "De príncipes y princesas".
¿La recuerdan?
Nota de la autora.
Han pasado doce años, Sarah ha ilustrado varios de mis cuentos. No somos famosas todavía, pero
tuvimos una perrita a la que llamamos Pixie y actualmente vivimos en un edificio color rosa al
lado de un parque lleno de árboles. La princesa majadera creció, ahora es una adolescente,
pronto volará lejos con alas propias, pero quedan estas historias. Las de ella, las de Ray, mi
hijo mayor, las de mis sobrinos, vecinitos, los hijos, nietos, sobrinos y vecinos de mis
amigos. Muchas de las anécdotas que aparecerán en esta sección me las enviaban por correo, me
las contaban personalmente, o por teléfono, luego de leer las mías. Puedes hacer lo mismo, si
quieres compartirlas.
Nota del editor.
Aquellos lectores que quieran ver las historias de sus hijos o nietos, o sobrinos, o
vecinitos, reflejadas en esta sección pueden remitirlas a la autora (
kodama@cubarte.cult.cu)
-siempre sin imágenes ni adjuntos, en el cuerpo del correo- con sus datos al final. Marié
Rojas la adaptará al estilo breve de la sección respetando autoría y protagonismo y
haciendo referencia a ellos.
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