El indianismo en Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas
Don Álvaro o la fuerza del sino, ha sido analizado desde numerosas lecturas críticas, pudiendo
ser agrupadas, de acuerdo a Valero y Zighelboim en tres tipos: la lectura de la obra como una
injusticia social y cósmica dada la intervención del sino según Cardwell, la lectura religiosa
desde la perspectiva de Cueto, dado que Don Álvaro comete suicidio en su final trágico; y por
último la lectura sociopolítica, enfatizando el carácter marginal y el rechazo de que es
objeto por los representantes del viejo orden, por lo que Peña le considera un paradigma del
teatro romántico. Con esta crítica es con la que la mayoría de los críticos han incidido y a
la que me uno subrayando el carácter de mestizaje de Don Álvaro como la nueva problemática que
subyace en el trato que el Duque de Rivas da al indiano.
Como resultado de la emigración a las Indias, se forjó el mito del indiano enriquecido. De
éste se hizo eco en la literatura castellana del s. XVI en las obras del teatro de Lope de
Vega y Calderón de la Barca principalmente. Posteriormente es en s. XIX cuando se ve reflejado
específicamente en el teatro por la obra del duque de Rivas Don Álvaro o la fuerza del sino
donde se asumió plenamente dicho mito en la figura de Don Álvaro.
En el presente artículo propongo que si bien los rasgos de una problemática por diferencias
sociales subyacen como problema de fondo de Don Álvaro o la fuerza del sino en el manejo que
el Duque de Rivas da a la figura del indiano, se introduce el racismo como una problemática
nueva a través del mestizaje de Don Álvaro. Propongo también que Don Álvaro asume una actitud
transgresora, que desafía al orden establecido desde el momento en que se atreve no tan solo a
adquirir bienes y títulos como lo hacían los demás indianos, sino que se atreve a querer
integrarse al estamento que le rechaza, al pretender en amores a Leonor la hija del Marqués de
Calatrava. Si bien es cierto que no desafía el régimen verbalmente, lo hace con su actitud, no
de palabra sino de hecho al intentar robar a la Calatrava. Se observa en este artículo también
que el mismo carácter mestizo que posee Don Álvaro, le otorga una nueva característica
distintiva a la figura del indiano, del nuevo hombre, del nuevo indiano mestizo que como
creación del nuevo mundo continua la diáspora de regreso a España, resaltando la transición
del romanticismo al modernismo.
La intencionalidad del Duque de Rivas, su contexto, sus enlaces.
El triunfo del Romanticismo español lo marca el estreno de la obra del Duque de Rivas, la
noche del 25 de marzo de 1835. Desde la época de Calderón de la Barca han pasado por el mundo
y por España muchas cosas. Según Valbuena Prat,
Don Álvaro o la fuerza del sino queda enraizado en la tradición baja del pueblo de las
supersticiones de gitanas y abulia andaluza ante la suerte. Y lo produce un alto poeta
intelectual, cordobés forjado en la Ilustración. Fue clásico primero, y de formación
humanista, pero su fatalismo nada tiene que ver con la tragedia clásica. Se ha dicho que en
Don Álvaro o la fuerza del sino hay anti catolicismo, aunque en la obra halla mucho de fervor
y motivos religiosos, pero el resultado no puede ser más contrario al de un teatro católico. Y
no es que la obra sea anticatólica. Es que el autor actúa en lo peor. El no contentarse con la
interrogante abierta de un escéptico, sino que, como se puede hacer en este mundo, condena a
Don Álvaro, o da la sensación de que tiene que condenarse (961).
El drama es tan rico en problemas, que a decir de Valbuena, es tan tragica en lo que cabe,
como La vida es sueño, de la que proceden muchas semejanzas y entre ellas el célebre monólogo
de Don Álvaro, el de la jornada tercera.
¡Que carga tan insufrible
es el ambiente vital
para el mezquino mortal
que nace en sino terrible!
¡Qué eternidad tan horrible
la breve vida! Este mundo,
¡Que calabozo profundo
para el hombre desdichado
a quien mira el cielo airado
con su ceño furibundo!
Si bien, Don Álvaro o la fuerza del sino no es la primera obra del Duque de Rivas en la que
aborda el tema del indianismo, si es la primera en la que se toca el tema del indiano que
además de ser caballero y rico, es un mestizo. El Duque de Rivas ya había tocado el tema del
indiano en 1840 con la obra de Tanto vales cuanto tienes publicada en Madrid, la cual trata de
la historia de un indiano rico que llega a España procedente de Lima. Hasta esta obra, el
indiano es tratado en forma muy similar a como se trata en el teatro de Lope de Vega, un
indiano que es rico y generoso y que también es pretendiente en corte. A continuación podremos
ver la diferencia entre el indiano de la primera obra del Duque de Rivas y el indiano
romántico de Don Álvaro o la fuerza del sino.
Si bien el indiano de la primera obra del Duque de Rivas Tanto vales cuanto tienes trata de un
indiano rico y generoso, y a manera de Lope se comporta como caballero, en su obra cumbre del
romanticismo, Don Álvaro o la fuerza del sino, ya el indiano Don Álvaro aparece que además de
ser rico, generoso y toda una gama de virtudes que el pueblo le corea, posee una
característica nueva, que a manera de estigma le señala, es su carácter mestizo, el hecho de
ser producto del Nuevo Mundo, es decir que no tan solo es un español que fue y vino, sino que
es un español que nació, que es producto del Nuevo Mundo, como diría Michael Iarocci, Don
Álvaro es, el resultante de un hibridismo.
Aunque en realidad, cabe anotar que este carácter del mestizo no era realmente nuevo, pues
citando nuevamente a Iarocci, este carácter del mestizaje lo observamos ya en la figura de
Gómez Suárez de Figueroa quien siendo hijo de Don Sebastián Garcilaso de la Vega y de una
noble Inca, llega a España en 1560 tratando de rehabilitar el nombre paterno. Grandes
coincidencias que finalmente conducen a enfocar de una mejor manera el fenómeno del
indianismo.
La figura del indiano o El indiano en contexto, su tragedia.
¿Que era el indiano? Para iniciar es necesario definirle contextualizando la figura del
indiano tal y como está reflejado en el teatro del Siglo de Oro y en el teatro romántico. En
el Siglo de Oro el poder y la influencia internacional del gobierno español culminaron. Era el
tiempo de la colonización del Nuevo Mundo. La gran mayoría de las obras sobre América eran
sólo accesoriamente literarias – cartas de descubrimiento, crónicas e historias. Ya desde el
mismo Colón también aparecía en la literatura ficcional como indiano, pues Lope de Vega nos lo
presentó en El Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón.
En los tiempos de Lope los descubrimientos y la conquista americana eran ya historia. En ese
tiempo el comercio con las colonias aumentaba de año en año. En el contexto abordado el
indiano se desarrolló en una figura muy importante para el teatro del Siglo de Oro. Y también,
más tarde, para el teatro romántico.
¿Pero quién es el indiano para los autores del Siglo de Oro y para los del teatro romántico?
¿A quién se refieren? Parafraseando a Spellmeyer, ¿Qué es un indiano, un chapetón, un criollo
o un perulero? ¿Existe el típico indiano? Para este análisis se tiene que tener en cuenta que
en la mente del público existía cierta vaguedad acerca de la localización e identidad de Las
Indias. Pues, para el pueblo solo existía una unidad del concepto de Indias y esto era un tema
en las escenas de Lope de Vega y Duque de Rivas.
En los diccionarios también existen numerosas significaciones de la palabra indiano. Por eso
voy a plantear definiciones diferentes de esta expresión. Indiano según el Tesoro de la lengua
castellana de Sebastián de Covarrubias, a finales del siglo XVI, es “el que ha ido a las
Indias, que de ordinario éstos vuelven ricos” (12).
Con respecto a la imagen del indiano, para Ana León, ser indiano en el siglo XVII era un icono
representativo que identificaba a los participes que lograban regresar de América, es decir,
la diáspora que volvía a su lar de origen.
Así, la Real Academia Española en su Diccionario de la lengua castellana, publicada en 1732 y
conocida como Diccionario de autoridades, intenta separar el indiano del indio o del
americano: “sujeto que ha estado en las Indias y después vuelve a España” y el muy rico y
poderoso.
La palabra chapetón está definida de manera muy imprecisa. Se refiere según el diccionario de
la Real Academia Española no sólo a los españoles sino también a todos los europeos que hace
poco han llegado a América. Pues, cuando este término aparece en la literatura, se sabe
solamente en el contexto a quién se refiere la expresión.
La definición del perulero de la Real Academia coincide también con la de Covarrubias: “El que
ha venido rico de las Indias del Perú” (22). Pues, las dos palabras, perulero e indiano, se
refieren a personas ricas.
Según estas definiciones no se trata solamente de un español que estuvo un cierto tiempo en el
Nuevo Mundo y que después volvió, sino también de un español del Nuevo Mundo. Nosotros podemos
ver que existen muchas palabras que se refieren a un español que tiene algo que ver con
América. Algunos vuelven de dicho lugar, otros tienen su lugar de nacimiento allí y no
vuelven. Para esta tarea la palabra indiano, el español que vuelve rico de América, es la
palabra adecuada, porque los dramaturgos del Siglo de Oro y del teatro romántico en cualquier
caso no hicieron una diferencia entre los rasgos de un indiano y los de un criollo. Es hasta
que aparece Don Álvaro o la fuerza del sino que la figura del indiano se torna diferente, en
el sentido de ser ya no un propio que vuelve a España, sino un mestizo.
El honor es sin duda, uno de los motores que accionan a la obra de Don Álvaro, orillándole a
ese limbo de tragedia que se respira a lo largo de la obra. Desde la primera opinión que de él
se hace en boca de los del pueblo, al cuestionar su origen y sus prebendas, muy a pesar de sus
atribuciones físicas y morales que se le imputan a manera de virtudes, siempre se entrevé el
cuestionamiento de su origen y actitudes. De tal manera que ante el enriquecimiento y la
honorabilidad de un indiano siempre subyacía la pregunta: ¿Qué negocios pudo haber hecho en
Las Indias un indiano, que había salido de España sin recursos, volviendo con un saco de oro?
Y en muchos casos la pregunta aún continúa sin respuesta.
La tragedia por el honor mancillado sigue a Don Álvaro, y así lo vemos en la búsqueda y
persecución de que hacen objeto al indiano, los hermanos Don Carlos y Don Alfonso, que ante la
muerte del padre tenían el deber honroso de lavar la afrenta; los cuales actuando bajo el
sello de las normas que la aristocracia española seguía para recuperar la honra, siendo
necesario matar al ofensor para anular la deshonra, todo esto cara a acara, en ningún caso a
traición.
Resulta de alguna manera, lógico este argumento si visualizamos al Duque de Rivas como un
noble, conocedor de esta trama social y vivencial vigente en sus días, y no es raro que así
sea, pues Ángel Saavedra, Duque de Rivas, dicho en palabras de Rey Mazas, como noble, sin duda
buen lector del teatro áureo, encontró en él, desde a Lope a Calderón, una tradición dramática
que funcionaba frecuentemente como fuerza sustitutiva del destino trágico antiguo, la defensa
de la honra y el honor (260). Empapada de tragedia, Don Álvaro o la fuerza del sino, por ser
tragedia donde campea el honor, resulta de un final de lo mas doliente y abrumador, con razón
Verdi optara en su obertura por un final diferente en el que la tragedia se suavizase, al
menos un poco y apareciese como una obra implorante de misericordia, pues en palabras de
Valbuena.
Don Álvaro queda abismado en la encrucijada de las tinieblas. Ni la supuesta condenación del
personaje, puede ser segura. En caso de unos crímenes y un suicidio, contra una libertad
plena, es más cristiano pensar en la (misericordia) final, aún en tal caso, que clama el coro
de frailes. La obra es típica de un mundo desorbitado, en que las grandes preguntas no tienen
contestación. Parece más que anti providencialista, sustentador de una providencia al revés.
Que apoya al mal, y persigue el bien en laberinto que conduce a un horror injustamente
esencial. Pero Don Álvaro lleva en sí todo el dolor del mundo; y su humanidad generosa, parece
estrellarse contra lo de abajo y contra lo de arriba. Es difícil encontrar un héroe de más
simpatía humana, en los ámbitos de la escena universal. Y también peor tratado por toda clase
de suertes. Desde la pura casualidad, al concepto más rígido de un honor trasnochado, todo lo
rodea como un enjambre de sierpes venenosas. Y el cielo, no está callado. Se ha vuelto contra
él (962).
El indiano rico en el teatro de Duque de Rivas, primer cuestionamiento o enfrentamiento.
Don Álvaro es sin duda, en comparación con la figura trazada de los indianos por Lope de Vega
también es un caballero rico. Solo que la gente como es común en el caso de los indianos, lo
que inquieta es el desconocimiento de su origen, lo impreciso de su procedencia. A decir en la
escena II de Don Álvaro o la fuerza del sino nos damos cuenta de que la gente no sabe mucho
del indiano, ni menos de su carácter mestizo, y lo único que les consta es que es un caballero
rico,
Canónigo: Fuera de Sevilla nacen también caballeros,
sí señor; pero… ¿lo es don Álvaro?... Sólo sabemos
que ha venido de Indias hace dos meses y que ha traído
dos negros y mucho dinero…Pero ¿quién es?...(57)
A pesar del origen incierto y la moralidad dudosa Don Álvaro sin embargo, tiene buena fama en
la sociedad. El pueblo valora a don Álvaro con sus palabras. Es un buen partido, pudiera serlo
para el pueblo, para la generalidad de las mozas, excepto para el Marqués de Calatrava. Aunque
indudablemente que en las opiniones vertidas se aprecie el concepto positivo y la valoración
alta en que las personas del pueblo tienen al indiano Don Álvaro. Al mismo tiempo podemos
observar que, en estos diálogos subyace lo que podríamos señalar como el primer enfrentamiento
entre la aristocracia decadente en materia económica y la riqueza y poder exhibidos por el
indiano Don Álvaro. Se observa su osadía en el hecho de que contrasta al padre de Leonor, el
Marqués de Calatrava, que no quiere a don Álvaro como yerno porque es un hombre que ha llegado
recién de América y que ni conoce su clase social ni su raza. Y no se encuentra dentro del
estamento de Leonor, que es elevado y tampoco es un hombre español. En este punto vemos
reflejado el choque entre los estamentos sociales que existían en esa época, que aderezado con
el problema racial, es la clave de todo el drama, lo vemos en la jornada IX cuando Don Alfonso
da el término “mestizo” a don Álvaro:
Soy un hombre rencoroso
que tomar venganza sabe.
Y porque sea más completa,
te digo que no te jactes
de noble… Eres un mestizo,
fruto de traiciones…(61).
Al componer el Duque de Rivas su Don Álvaro o la fuerza del sino, indudablemente que estaba
siendo influenciado por propias experiencias como exiliado y que aunado a su anterior
experiencia teatral, supo fijar los temas de relieve que ya habían jugado un papel importante
en las tragedias; sobre todo la lucha del amor, el sufrimiento que conlleva y su nexo con la
muerte. Aunado a la lucha que implicaba el enfrentamiento con los valores establecidos entre
el antiguo régimen, con una situación jerárquica inamovible, y el deseo de realización de su
amor.
Indudable que también el propósito de Don Álvaro fue la obtención de ese amor personificado en
Leonor, y con ello el ímpetu de arrasar las barreras ideológicas y sociales que le impidieran
el acceso a la amada; la transgresión de las normas por el héroe resulta evidente desde el
momento en que se presenta clandestinamente en la mansión de los Calatrava dispuesto a
perpetrar el robo de la amada, aun sabiendo que el enfrentamiento con el Marqués de Calatrava
podría ser factible, decide, había decidido realizarlo. Una transgresión al orden establecido,
enmarcado en la deshonra y la violencia perpetradas por el sino. En medio de ese sino, le
perseguiría, a manera de diáspora sanguínea su carácter de mestizo, para estigmatizarle
doblemente a lo largo de su vida.
Por otra parte, El Duque de Rivas nos presenta a don Álvaro desde su origen como un hijo de
transgresores, Don Álvaro es el hijo de un virrey español y de una princesa inca que ha venido
a España con el intento de lograr indulgencia para sus padres, reos de haberse rebelado contra
la autoridad de la madre patria. Desde este momento le asigna un destino, el cual reitera con
el concepto de "sino" que le otorga el Duque de Rivas a Don Álvaro desde el título mismo de la
obra. Como si le otorgara un destino fatídico desde su origen mismo y la razón por la cual se
encuentra en España. A pesar de que Don Álvaro posee todas las cualidades idóneas que le
convertirían en un hombre honorable y de gran interés, pues es buen mozo, generoso y valiente
además de buen torero, es finalmente un enamorado infeliz. Su superioridad -que es también la
causa de su marginación- se manifiesta enseguida en aquel «mirar con dignidad y melancolía a
todos lados» casi como apoderándose del mundo circundante, y en su sentido del tiempo, que le
diferencía de los demás. Es un ser nocturno que no podía sino aparecer por primera vez al
anochecer, cuando los vecinos de Sevilla están tranquilamente sentados a charlar y descansar.
Reaparecerá en casa del Marqués en la que llamara «noche en que vi de repente/ todas mis
desdichas huir»; después,, en una selva «en noche muy oscura» (III,4); es tarde o noche cuando
huye de Veletri (poco antes el capitán le había llamado:«¡Hola, luces!»); el gesto postrero de
su existencia lo cumple al «ponerse el sol en un dia hermoso», mientras «se irá oscureciendo
la escena» (30).
Agregando los estamentos de la jornada I y III, tal parece que nos recordara "El que mal
comienza, mal termina" en cuanto a las predicciones de la gitanilla para reforzar la fuerza
del sino, …Hace pocos días que le dije la buenaventura (y por cierto no es buena la que le
espera si las rayas de la mano no mienten), y me dio una onza de oro como un sol de mediodía
(I, 48).
El destino de Don Álvaro, de alguna manera estaba "echado" desde el momento en que aboga por
sus padres estando de "vuelta" en España -hijo de transgresores- además de su manifiesta
tendencia a la ruptura de las normas sociales, al pretender la mano de Leonor, nada menos que
la hija del Márquez de Calatrava. Nótese aquí el enfrentamiento de los diferentes estamentos
sociales, cuando enamorado Don Álvaro solicita en amores y trata de incluso de robar a Leonor,
consumando con este acto, un doble reto a las normas de la sociedad aristocrática: primera, la
pretensión de mezclarse siendo un "indiano", y en segundo término, el tratar de robarla de su
propia casa, consumando don ello la deshonra a los Calatrava. Don Álvaro parafraseando a
Valero y Zighelboim, es una figura de disolución, pues al transgredir marcha inexorablemente
hacia su autodestrucción pues, “…siembra el caos entre las instituciones del viejo orden con
que se topa en su camino: el patriarcado, la vieja aristocracia de sangre, el ejército
imperial, la Iglesia”(54).
El problema subyacente del drama de Don Álvaro, no tan solo se da por la transgresión y lucha
de valores producto del choque entre diferentes estamentos, sino que también se ve potenciado
por el carácter mestizo de Don Álvaro, lo cual le posiciona en una doble estigmatización: el
ser indiano y mestizo, cual engendro del nuevo mundo, de la cual luchara en vano por salir,
potenciando incluso el final trágico. En este sentido, don Álvaro es un instrumento, más que
un blanco de las fuerzas del destino.
Interesante es anotar, para una mejor contextualización histórico política la relación que
Michael Iarocci establece entre la circunstancialidad que une diferentes y a la vez conexos
sucesos y/o personalidades con la aparición de Don Álvaro y la fuerza del sino; En primer
lugar, cronológicamente hablando, la presencia de Gómez Suárez de Figueroa (1560), y la
creación operística de Giuseppe Verdi La forza del destino (1862). Para plantearnos las
coincidencias, paralelismos y discrepancias existentes entre éstas y Don Álvaro y la fuerza
del sino, para remarcar la manera como al ser modificado el final en la obertura Verdiana, se
subraya la influencia de la modernidad a través de la intencionalidad de Verdi para darle un
doliente pero no trágico final a la obra del Duque de Rivas, cambiando con esto el trágico
final característico del romanticismo, y la manera sobre todo, de cómo el concepto de
modernidad trata de eliminar la identidad y continuidad, pero resulta imposible porque le
lleva en sí mismo, le lleva adentro.
Finalmente, Don Álvaro o la fuerza del sino como obra cumbre del romanticismo, con su
escenario de condiciones sociales y políticas del decimonónico nos sirve de señalamiento, en
la figura del indiano Don Álvaro de un fenómeno un nuevo hombre producto de la diáspora
ultramarina proveniente del Nuevo Mundo, un nuevo ser, el mestizo que al retornar a España en
la persona de un indiano, el mestizaje le añade un carácter doblemente polémico. Muy
representativo de lo finisecular y relacionado con el desmantelamiento de las estructuras
sociales y económicas del antiguo régimen.
