Pues, como les decía el pasado mes, en el que me quería
permitir hacer una reflexión sobre las circunstancias generales que inciden
en el origen del proceso independentista catalán, qué lo motiva; quiénes lo planifican, dirigen, inician y mantienen y, dada su
enorme importancia a nivel político, económico y social, quiénes asumen las tan graves como
trascendentales consecuencias y quiénes pagarán el pato de las tan
temerarias e irreflexivas acciones, tras revisar y valorar miles de fuentes, intenté hacerlo, pero... que si quieres arroz, Catalina.
Ya les apunté que el caso es tan irracional, descabellado e
incoherente que no conseguí encontrarle justificación o causa lógica sobre cuáles son los motivos que inducen a
los dirigentes catalanes a pretender la total independencia de España.
Lo único que pude deducir -después de tantas páginas leídas- es que Cataluña -el pueblo
catalán en general y ricoshombres, señores y mandamases en particular- como les decía, es un país especialmente
rebelde, refractario a servilismos, inconformista, insumiso, difícil de someter, libertarios tozudos, siempre metidos en líos y rivalidades
(les hablaré ahora de ello)...
Y así les escribí una breve pero ilustrativa síntesis sobre la infinitud de revueltas
y rebeliones que han tenido lugar en las tales tierras desde que, en el siglo IX y con Wifredo
el Velloso a la cabeza, el condado de Barcelona, se
escindiera (como regalo de los descendientes de Carlomagno) de la Marca Hispánica del Imperio carolingio.
Pero, observando más a fondo las circunstancias que rodean a la mayoría de rebeliones y
acciones libertarias, aún teniendo como un hecho significativo el que el pueblo catalán se
advierta como rebelde y refractario a servilismos, nunca han sido estas las causas originales
e intrínsecas de las múltiples rebeliones. Las auténticas causas las tenemos en la desmesurada
ambición, egoísmo y rapacidad, unidos a una total falta de solidaridad y de luces, de
ricoshombres, señores y mandamases en general que, en todos los tiempos, han ocupado el poder
y llevados las riendas de la región catalana. Y, contemplando los últimos tiempos, únanle a
toda esa cohorte de amos y señores los no menos poderosos individuos que nos introduce la
actividad política y el poder público, es decir, a los políticos.
Dicho esto, esbozado el panorama, quiero precisar que las adjetivaciones al pueblo catalán
como rebelde, refractario a servilismos, inconformista, insumiso, difícil de someter,
libertarios tozudos, siempre metidos en líos y rivalidades, etc., no son atribuidas porque se
adviertan como consustanciales, como aptitudes natas propias de su carácter, sino como
producto de imposiciones, órdenes y exigencias de ricoshombres, amos y señores en los tiempos
anteriores. Y, en la actualidad -últimos 40 años-, del proselitismo, adoctrinamiento y abusos de poder de los altos cargos
políticos y mandamases en general. Era común en los siglos pasados la total pleitesía y
sumisión del vasallaje a sus amos y señores, y, en la actualidad -por poner algún ejemplo-, es
buena prueba de ello el hurto de toda referencia histórica a España y la negación a impartir clases en castellano en las
escuelas. Una más de las muchas vilezas e iniquidades que han formado parte del programa de
odio y aversión a todo los español.
Y a este despropósito, refiriéndonos ya en exclusiva a los políticos actuales, a los últimos en ocupar los
altos cargos de la Generalitat, hay que añadir buen número de inaceptables iniquidades.
Porque engañar a todo un pueblo pervirtiendo sus razonamientos,
envenenando sus pensamientos, buen juicio y recto proceder con multitud de mentiras y promesas
falsas -con absoluto desprecio hasta a su inteligencia-, no es otra cosa que vileza, ignominia, injusticia, perversidad, infamia, maldad...
Mentiras como "España nos roba. Se quedan con el producto de nuestros
esfuerzos." Promesas incumplibles como "Llegó la hora de irnos, nos independizamos, nos separamos definitivamente de
su tiranía. Nos vamos como un país independiente, libre y democrático. Seremos reconocidos por Europa y todos los países
del mundo..."
El salvapatrias, el iluminado que así procedió, que así engañó y malmetió a todo
un pueblo, sabía que mentía, que todas sus promesas eran incumplibles, que en el Estado
español existe una
Constitución y unas Leyes perfectamente reconocidas, contrastadas y aceptadas por toda Europa y demás países democráticos del mundo.
Leyes que impedían llevar a cabo unos
propósitos absurdos y sin otros argumentos que su santa voluntad, por la fuerza, sin aportar el único
argumento válido que es el del total consenso y aceptación del Gobierno, de las demás
Autonomías y de toda la población
española.
Las consecuencias, a pesar de que el Gobierno no ha utilizado ni aplicado las Leyes Constitucionales
en todo su rigor, no se hicieron esperar. A finales de noviembre eran casi tres mil las
empresas que habían huido de Cataluña cambiando a otras regiones españolas su sede social y/o
domicilio fiscal. Y aún hay otras muchas -a la espera del cariz que tomen los acontecimientos-
decididas a hacerlo.
Otra prueba de la descabellada acción llevada a cabo por los hasta ahora dirigentes de
Cataluña es la sobrevenida pérdida de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), con una plantilla de casi
900 funcionarios y más de 40.000 profesionales que visitarían cada año Barcelona por motivos
laborales. Un durísimo golpe para la economía catalana y para la española.
Y también, a la espera de los acontecimientos, unos en la cárcel, otros enjuiciados y otros
huidos a terceros países, se encuentran los causantes y responsables del tan irracional
disparate. Las acciones cometidas en tan monumental dislate son de tal gravedad que la
mayoría son consideradas delitos en el ordenamiento jurídico con penas de bastantes años de cárcel. Es lo que les espera.
Pero es la Justicia, totalmente independiente y sin nada que ver con el Gobierno y su política, la
que dispone.
Llegado aquí, quiero reconocer, y así lo reconoce las leyes españolas (derechos fundamentales
garantizados por la Constitución española), el Gobierno y la
inmensa mayoría de los ciudadanos de este país, que todos los individuos tenemos derecho a
tener una cosmovisión, a ser respetados en nuestra ideología, a manifestar nuestros criterios si así lo
consideramos y a tratar de obtener cualquier cambio o mejora que afecte a nuestros intereses o
calidad de vida. Pero todo ello ha de ser dentro de la legalidad vigente, ajustándonos a lo
que en ese tiempo marquen las leyes aceptadas por todos -o la mayoría-, y de ninguna manera por
la fuerza o violentando los criterios y derechos de los demás. Parece bastante lógico que así
sea. Sin embargo, está claro que no todos piensan igual. La acción sobre la que aquí reflexionamos es una total exposición de fuerza y altanería,
negación y desprecio a los criterios y principios ajenos y flagrante violación de todos los
derechos de los demás.
El Gobierno y la Justicia de la nación, aunque un tanto lentos y contemplativos, están obrando
con la suficiente sensatez al cesar a todos los altos cargos de la Generalitat, aplicar el
artículo 155 y convocar nuevas elecciones para el 21 de diciembre.
Esperemos que la sensatez de todos los ciudadanos catalanes -nativos y foráneos-, nos
demuestren con su recto proceder que Cataluña es y seguirá siendo la región acogedora,
abierta y emprendedora que, española, europea y del mundo, nos llena a todos de orgullo.
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