• Peregrina Flor
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    La obra del Bosco (6)

    por Peregrina Flor


Parte VI: ¿Existe amor en la obra del Bosco?

No puedo despedirme del día de hoy e irme a cama sin antes hacerme esta pregunta: -¿Hay amor en la obra del Bosco?

Pues como no tengo sueño, la responderé a mi modo. Así que a continuación y para intentar dar respuesta, voy a hablar de diferentes conceptos y descripciones que escuché sobre este autor holandés, inolvidable él.

Hablaré como si fuesen todos míos, porque los comparto, y las fuentes están en la vida misma y en saber escuchar a los que hablan de arte.

Puede que el Bosco llevara una vida bohemia o estuviera desvinculado de la verdadera religión y en relación con una secta, pero de lo que casi no me cabe duda es que no sabía lo que era el amor y le costaba la fidelidad, la relación con una sola pareja, la entrega católica y el amor sagrado.

Él deseaba la carne y los huesos de las mujeres, las melenas rubias y la blancura de sus cuerpos provocadores, sus rizos peligrosos, ojos y abrazos, besos y entregas incondicionales y sin ningún contrato firmado.

Era amante de los errores humanos, del dejarse llevar, de la fusión sin fusionarse, del pecado de la carne.

Era libre o libertino, tal vez algo cretino, equivocado y osado, presuntuoso y orgulloso, y no obstante, sabiéndose hijo del Padre. Por ello le admiro.

Amor y temor veo reflejado en su Jardín de las Delicias. Amor por todas partes, seres como Dios los ha traído al mundo, un mundo que todo lo ofrece gratis al pecador. Un mundo globalizado y sin fronteras al exterior ni a nuestro hoy. Un mundo amable y cruel a la vez, de amor y temor. Pero la crueldad de Dios es porque quiere que seamos puros, inocentes, celestiales y amigos suyos, que no le amarguemos la vida. Que no destruyamos su mundo.

Es una obra llena de matices importantes, el rojo resalta en las fresas grandes y ricas. Que les invitan a pecar y probar su sabor.

Es una obra para observar mucho tiempo, pero que llega a desesperarte.

Un trabajo complejo, pensado, coordinado, con detalles.

El Bosco sabía pintar, sabía de enganche al contemplador, era hilo conductor al Más Allá.

No era un hombre sencillo trabajando, ni un vago. Cogía lienzos de grandes dimensiones para rellenarlos de elementos.

Era progresista y visionario, precursor de otros pintores, maestro y algo autodidacta.

Se dejaba llevar por las ideas, por sus adentros, malestares, dudas, complejos y desaciertos.

Era distinto y sin embargo, del montón. Con los mismos deseos y pesares que otros hombres del entorno, del pasado, presente y futuro.

Amaba la línea curva y las composiciones circulares, que parecían bailes de tribus africanas alrededor de la víctima que iba a ser sacrificada.

Luchó por decir que hay otro mundo que nos perdemos una y otra vez por los vicios de la carne, ser usureros, difamadores, corruptos, alocados y ateos. Sin embargo el hombre selecciona lo que desea, y a él le tienta llevándose muchos aciertos, el diablo.

Nos lo perdemos todo, pero podremos vivir una y otra vez, la reencarnación, la carne, proseguir, seguir existiendo, como animal, blanco o hombre negro. Vivir sin embargo y a pesar de los fallos, los lamentos, los errores y castigos. El hombre puede mirar al otro lado de los ángeles celestiales y decidir sus trayectos y alimentos en cada momento y ante cualquier circunstancia.

El Bosco gusta de representar ese amor así, carnal, desnudo, consentido y perdiendo el sentido. Errando con ganas, sin pensar en las consecuencias, el jardín es delicioso y hay que pasárselo muy bien.

Era feo el Bosco, espero que fuera mejor por dentro, porque en sus retratos reconozco su feura aunque el talento no le ha abandonado. Quizás era feo por pecador, que yo creo que lo era. Si me equivoco, le pido perdón.

Sabe mover los pinceles, sabe disponer los elementos en el espacio, sabe contar sus historias, de que sabe, sabe.

Sabe dirigirse a mí en los valores del cuadro, en su pensamiento lento y sobresaltado.

Sabe hablarme y sé escucharle, pero el verdadero secreto de sus trazos se los llevó a la tumba, porque las interpretaciones pueden ser muchas, todas sentidas y perturbadoras para quien ame la paz y la vida en calma. Bosco sabe de arte y lo demuestra y yo atenta me desplazo casi muda sobre sus cuentos. Porque tiene mucho cuento.

Quiero ser invisible y colarme en los pensamientos de esas decenas de mujeres sin ropa, gozando, pero puede que infelices. Todas infieles.

Bosco, ese es tu bosque, menuda pieza que fuiste que viviste temiendo lo peor, la perdida real de la religión, la huida de las enseñanzas del Señor.

Menuda pieza que fuiste, menudo hombre de paja, me pregunto si alguna vez quisiste o te paseaste por ese jardín sin escuchar los pedidos de tu corazón.

Amor a los paisajes del Bosco. por todas partes nos nace, amor circunstancial, no exento de los descuidos del cristal.

Amor y mi obra a los animales dedico en beneficios, por ello me gusta ver representado el mundo animal, porque de alguna forma él también les ayuda.

Amor que no es pasajero, es extranjero y se queja, amar si es amar sí que puedo y ya lo vivo y respiro, lo transpiro y medito, mientras otros me releen sin enterarse de nada, por compromiso de plata y mecanismos de lodo que no les embellecerá.

Amor, que no es claro ni decidido ni lo bendigo ni conservo y que estiro y estiro porque veo ese jardín inconcluso, y me deprimo, porque es evidente que los que obran mal deben caer muy abajo y dejarme en paz, con estas letras que no les desean ni les consuelan, y así vivo, pensando al derecho y al revés sobre el sentido de sus pinceladas, meditando en que las amo y las odio, pero nunca les perdonaré estos minutos de observaciones en dónde me repetí una y otra vez, cometiendo los mismos aciertos o errores de loca de remate.

Amor que viaja lejos, que naufraga y se hunde, que se desplaza como una lagartija y trepa sobre rocas de gelatina.

Amor, yo siento amor entre ellos, tal vez esté equivocada, pero respiro correspondencia en sus deseos y cuerpos, fragancias y osadías, entregas y melancolías. Pero amor carnal.

Y el rostro del Bosco en la tercera parte del tríptico, me dice claramente que fue como ellos y se condena en primera persona. Así le vemos, sentimos y recordaremos. Así fue ese personaje de la historia del arte, de nombre y pincel inolvidable, de lucha sin cuartel por representarse entre tantos otros como ha estado: amando, sintiendo, peregrinando, pecando y deseando pecar. Escapando en cada trazo hacia el vicio.

Amar, el amor se pierde pues no deseo condenarme como él, porque tengo resortes para salir y buenos amortiguadores y pastillas de frenos.

Me conduzco bastante bien frente a mi volante y puedo volar a todas partes en mi coche Renault Dacia Logan.

Y si miento o no aquí en mis historias, mi problema es y no de más nadie, mis cuentas las rindo yo, y si paso doce meses sin dormir, juro que resistiré.

Lo haré buenos ángeles, con su ayuda porque yo cuidé de vuestra vida también, como muchos otros. Lo haré por ello, por vuestro buen genio y aciertos y porque llegasteis a cielo. Al menos, lo intentaré.

(Continuará…)

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