Renunciaré a escribir si me hace falta, retroceder al curso de mi infancia. Por aquel entonces
en hojas viejas y caducadas escribía poesía riéndome de mí, de ellos, de todo lo que me
rodeaba, haciéndome pasar por escritora sencilla, pero en el camino porque he sabido rezar a
su hora sin esperar nada a cambio.
Supe dejar de pensar en los que no me querían y cambiar el rumbo de mi vida. No juego sola, no
lo es brindar a vuestras espaldas pero si viéndoos las caras y poder seguir hablando,
pensando, seduciendo y enamorando.
No publicaré "Brindis de poetas", no estaría bien entregar tanto a una sociedad malhumorada
que me pisoteó mil y una veces y me amarga.
Ha mejorado un poco mi salud, no haber tomado jamás medicinas se nota en mi cuerpo lleno de
bacterias enfurecidas que quieren sacarme la vida.
He escrito en el ordenador relatos de historias falsas, me reconozco mujer nueva, hechicera,
hada, callejera y desvinculada.
No sé si llegaré al día de mañana, mi tos deja en mí profunda huella, las jaquecas pesadillas
y me duele el abdomen, pero renaceré a mis anchas porque hay medios, ganas, fe, religión y
porque soy yo. Porque por eso soy yo.
Cinco de abril, mañana emitimos en 16:9, un nuevo reto para el que me preparé. Nadie me dará
palmaditas en la espalda ni ascenderé, pero debo hacerlo bien porque sé como se hace, porque
no quiero quedar mal y es mi trabajo.
Ahora sé que soy mujer adulta, pero jamás dejé de ser aquella niña porque hacerlo sería
aceptar lo que me envuelve y no deseo en mí ese sentimiento.
Cuando crezca estaré lejos, olvidaré momentos de rebeldía, contestaciones, renuncias, malos
pasos, olvidos, incongruencias, envidias, fueros internos. Entonces sabré que habrá valido la
pena rezar, que el camino estaba ahí también para mí, única ruta verdadera y actual, mi
destino, luz, senda que me llevará al valle de los enamorados porque también tengo derecho a
participar de tal condición, soy hija de Dios y no he sido declarada culpable por ningún
Tribunal Universal que esté en gracia de los santos.
Impropio de mi edad tan avanzada es mi condición amar a quien me ama, y sin embargo en este
deseado encuentro vuelvo a sentir que tengo veinte años.
Crecí tarde, pero jamás comprenderé a la sociedad en que me encuentro, para eso no ha llegado
el día.
Esta es la historia de Rosalía, flor del jardín que nadie cuida, por eso hija del sol.
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