RESUMEN DE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO POESÍA, FILÓN DE LA PALABRA (Editorial Fanes,
2017 ) EN RADIO LA ISLA DE SAN FERNANDO (CÁDIZ)
Los motivos que me llevaron a componer este libro fueron los siguientes: Necesidad de ubicar
los tramos de mi trayectoria poética inducido por unos criterios generacionales.
Me pregunto: ¿Existen las generaciones dentro de la historia literaria?
Respuesta: Lo demuestran las diferencias de temas y usos del lenguaje poético.
Poesía, por tanto, de tres generaciones:
—La de la posguerra: Poesía social
—La de los años cincuenta-sesenta: Realismo crítico
—La de los años 70: Poesía de los Novísimos, que yo llamaría también Poesía de la Transición.
Pero, además de esta razón de diferenciarse unos poetas y escritores de otros, hay otra razón
que sobreviene cuando la madurez del lenguaje ha alcanzado una cota significativa en su
diferenciación y la poesía quiere ir más allá de la comunicación, propósito éste que
obsesionaba tanto a los poetas de la llamada poesía social como a la poesía crítica del
realismo ya maduro de los años sesenta. Podría haber surgido entonces un anhelo irresistible
de renovar la potencia creadora de la lengua, pero no fue así, y el cambio de generación, es
decir: la del paso de los poetas del realismo crítico a los llamados poetas Novísimos, no fue
más allá del cambio de temática. Hemos de advertir que el nombre de Novísimos viene del título
que dio José María Castellet a su libro editado en 1970 y titulado: Nueve novísimos poetas
españoles, libro en el que recogía poemas de jóvenes poetas desmarcados de la poesía social y
del realismo vigente. No se ha de olvidar que estos poetas nacidos en los años cuarenta fueron
los que renovaron los temas de la poesía española y tal vez a causa de ello dieron al lenguaje
poético una bocanada de frescura, aunque tampoco he de callar que a mí me parece una poesía
falta de espontaneidad que no tuvo en cuenta aquella definición del poeta francés Leconte de
Lisle, que para mí es oro de ley, y que dice: “Sólo hay poesía en el deseo de lo imposible y
en el dolor de lo irreparable”.
Esto era el comienzo de una nueva manera de entender la función poética, una especie de puente
hacia el tramo que quiero alcanzar. Sin embargo, lo mismo que señalo el significativo valor
literario de estos poetas, también he de decir que ninguno de ellos tuvo una intuición
suficiente al menos, de una expresividad llamativa del discurso entramado por el verso
superando la obsesión o la imposición del tema como motivo predominante del poema.
Cuando yo leí El Arte como artificio del estilista ya mencionado, me di cuenta que en España,
incluyendo a Neruda aquí, hubo poetas que ya de forma inconsciente hicieron un esfuerzo para
desligar el lenguaje poético de las deudas con el pasado; quiero decir que ensayaron sin
previa didáctica y sin ningún influjo nacional o extranjero, una manera de presentar la poesía
como una potencia creadora de nuevas impresiones para el lector. Juan Ramón Jiménez en su
obra, ya de la época que él definiría como verdadera o suficiente, La estación total, García
Lorca en Poeta en Nueva York, Vicente Aleixandre en La destrucción o el amor, muy en concreto
en su poema “Se querían”, y Miguel Hernández en casi toda su obra después de Perito en lunas,
muy clásica todavía, hicieron realidad la postulación del formalista ruso, sin ellos saberlo.
Y a esta conclusión es a la que quería yo llegar cuando, un día, la sensibilidad del uso de la
lengua literaria se encuentra con la teoría formalista del estilista ruso Vixtor Shklovski.
¿Qué postula este estilista nacido en 1893 y fallecido en 1984?
Nos dice que en arte hemos de desvincularnos de las frases desgastadas, de la deuda con el
pasado literario y, por lo contrario, innovar de manera que lo que se escribe parezca nuevo, y
así los objetos o lugares descritos aparezcan como si no hubiesen sido vistos antes. Digámoslo
con una metáfora coloquial: Hay que reverdecer las palabras. Hay que dotar de lozanía a las
expresiones conducentes a emocionar al lector. Quiere decir que la poesía debe sorprender más
que contar —ya todo está dicho, si no recordemos aquello de que “Nada hay nuevo bajo el sol”,
como dice el Eclesiastés— y más que convencer debe tocar la fibra de la imaginación del
lector, sacarlo de una realidad gris y hacer que imagine otros mundos, como dijo el poeta
francés Paul Eluard: “Hay otros mundos pero están en éste”. Por ello, ésta es, pues, la
conclusión a la que deseaba llegar, es decir: La consolidación de la función poética en el
lenguaje como valor primordial del poema. Y es también una lucha contra el factor lastre como
lo llamara el catedrático estudioso de nuestra Literatura Guillermo Díaz-Plaja.
Con todo mi respeto a la poesía que han escrito hasta ahora los poetas más significativos del
pasado y el presente, he de insistir en que la creación está por encima de la comunicación;
que no basta con expresar sentimientos sino que lo que se exponga ante el lector esté
desvinculado de textos ya manidos; o sea, que escribir poesía no sea un ejercicio para el que
se dispone de frases redichas ya desprovistas de originalidad capaz de sorprender al que lee.
La valoración recae, por tanto, en la facultad que tiene el poeta de maravillarnos, más que de
confesarnos un ideal o un sentimiento, y más que de su fidelidad a un lenguaje heredado, nos
fascine su habilidad para crear imágenes que traduzcan pensamientos abstractos, que son tan
desafortunados en el poema. Hay que acordarse de la frase de Picasso: “Yo hago lo imposible
porque lo posible lo hace cualquiera”. Y, por si fuera poco, oigamos lo que dice Marcel
Proust, el famoso novelista de En busca del tiempo perdido: “Sólo la metáfora puede dar una
suerte de eternidad al estilo”.
Y acabo mi intervención con lo siguiente: Considerando el problema a niveles de poesía más o
menos oficializada por la crítica profesional y los criterios selectivos de las mejores
antologías, la técnica del realismo en el menester poético con sus frases hechas o poco
autoexigentes, tendrá que tomar conciencia de que el imperativo de la creatividad se irá
imponiendo hasta diferenciar la poesía que no emociona ya, de la que nos cautiva por una
maravillosa estrategia de estilo.
(Extracto de la presentación del libro en Radio La Isla, en una entrevista llevada a cabo por
el profesor y poeta Ramón Luque Sánchez)
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