Parte VII: El Amor para El Bosco
Amar, que palabra tan corta y tan poco explotada, que palabra que se deja perder y caer y con
la que se tropieza mil veces sin reconocerla.
Amar, a nadie le interesa amar. Nadie desea querer. Amar molesta y ocupa mucho tiempo, llegas
a desear la muerte del ser amado si no esta a tu altura y te roba el sentido.
Amar, no ames. Disfruta como hizo él, sabiendo que al final serás de papel. Disfruta y come
esas enormes fresas, símbolo del pecado carnal, pero ya sabes lo que te espera entonces. No
podrás elevarte a las alturas, repetirás curso y llorarás sangre.
Amar, amor entre fresas y animales hermosos, agua de lago y cielo de margarita rosada.
Amor, claro que se puede sentir deseo y decir que es todo amor, y ellos no huyen de el, se
abrazan entre ellos y disfrutan, y lo que les suceda después en esos precisos momentos de su
presente, les da igual.
Amor, yo quiero amar y que me amen, amor de dos, no quiero más.
Lucha, la vida es lucha y no tenerlo todo, es tener medidas en todo. es vivir para ayudar a
otros, pero para ello, debemos tirar hacia lo bueno y respetable, amándonos franceses,
venezolanos, estadounidenses, egipcios, italianos, mejicanos, alemanes, irlandeses,
bolivianos, japoneses, chinos, tailandeses, mozambiqueños, senegaleses y peruanos. Entre
otros. Y cosechar entre todos y por respeto al Bosco y a la vida, el amor al mundo animal, su
protección, cuidado y conservación. Todas las nacionalidades del mundo, aunque aquí sólo
nombre unas pocas. Todas, es todas. De arriba abajo y de izquierda a derecha.
Todas, sin excepciones. Amor.
Amor que mueve sus alas y a mí me dejó contemplando los vicios en los cuadros del Bosco, sola,
en la penumbra, pero no entristecida ni en precario. En realidad, con una sonrisa en mis
labios. No tirando la toalla sino tirando de ella, a ser posible para pasar un día de playa
maravilloso, lleno de energía solar, arena y ricos helados de chocolate y nata.
Amar, no quiero porque me odian, desprestigian y secuestran mi historia, no porque puede
dolerme y puedo yo sentir también necesidad de venganza. Porque a fin de cuentas, amar, no es
más que una palabra. Un verbo inexacto, con poco sentido y puede que trágico. En ocasiones
mágico y siempre lleno de sorpresas que no esperas.
Amar, el amor, amándose, amo, amas...
Nada es si no lo mantienes en el tiempo o das la espalda al ser amado en sus peores momentos.
El Bosco disfrutaba desnudando cuerpos y si los vestía era con vestimentas amplias y llenas de
pliegues, muchas veces ponía muchas personas en escena, porque serán muchos los condenados que
amen vivir teniéndolo todo, todo lo malo, quiero decir. ¿Disfrutarán con ello?, cabe
preguntarse, yo ni lo sé bien ni me importa. Supongo que sí, que gozan y lo pasan muy bien
obviando su verdadero cometido como ciudadanos del mundo.
Yo no tengo nada que hacerle, ni nada quiero hacerle, uno es como es hasta que llega la vida
nueva en que decides que quieres dejar de ser todo lo que mal te conduce y elevarte a las
alturas, descansar en paz, sentirte joven siempre, con fuerzas y energía positiva, entre nubes
de algodón que te acarician y sintiendo la presencia de la paz a tu alrededor. Hay que vivirlo
para saber de qué se trata.
Reconozco que no soy católica practicante, pero soy creyente, no me pesa no escuchar misa,
pero me encanta visitar iglesias, me duele el robo, la muerte y los sinsabores de la vida, la
osadía de algunas personas prepotentes, que angustiadas viven deseando el mal ajeno.
No creo en los curas, creo en Dios, creo en sus designios para con los hombres, pienso y
quiero creer que el que la hace la paga, porque Dios es ante todo eso, justicia. De la divina,
real, que se hace esperar y desespera a los justos, pero que llega. Por eso en Los Siete
Pecados Capitales, representa a Jesús en tamaño grande a la derecha, entre ángeles y hay gente
en la tierra como pidiéndole clemencia, porque seguramente les llegó su hora, su mala hora por
vivir contra ellos, que son los jefes que desean que vivamos unos para los otros, en concordia
y armonía, ayudándonos y sabiendo unos de las necesidades que tienen otros.
La ayuda debe hacerse extensiva al necesitado y hambriento, al sediento y triste. Al que
padece injusticias y se cansa de pedirla, sin ser escuchado.
La ayuda debe ser al que sufre por los malos tratos, no al que vive maltratando y haciendo
daño.
Solamente podremos ayudar si sentimos a Dios en nuestro corazón e intentamos seguir sus
indicaciones, entre ellas, que no debemos cometer los siete pecados capitales: lujuria, gula,
avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia.
El último es uno de los pecados capitales más serios. Daría lugar a todos los demás, según las
enseñanzas morales de la Iglesia.
Caracterizado por la tonta convicción de ser más importante y mejor que todos los demás seres
del planeta, adoptando una confianza extrema en uno mismo. Estas personas resultan
desagradables, mejor no estar a su lado. Apartarse de ellas es una buena receta de salud.
La envidia es el sexto pecado capital y hace que las personas vivan con el deseo de conseguir
para sí, cosas que tienen terceras personas. Conduce muchas veces a la avaricia y al deseo del
mal al vecino en el trabajo, calle, familia y en cualquier lugar y circunstancia.
La lujuria es el pecado capital que se produce por tener pensamientos sexuales excesivos, de
día y de noche. Muchas ganas de tener sexo, el convivir con ellos es insoportable.
Está considerada como una adicción al sexo, el deseo de tener intercambios de parejas. Para
nuestra Iglesia Católica, ser lujurioso es confundir el acto sexual dándole un valor que no
fue el que quiso Dios que fuera.
Es utilizado y vivido para otros fines que no son los meramente reproductivos.
La gula la identificamos con el consumo excesivo de comidas ricas, calóricas o no y diversas
bebidas. Se identifica además, con los excesos de cualquier naturaleza que se realicen de
manera irracional y sin necesitarse, como por ejemplo puede ser el abuso de algunas sustancias
tóxicas, la droga o el alcoholismo.
La avaricia es otro pecado capital de peso que hace referencia al exceso, pero en este caso se
refiere únicamente a la adquisición de riquezas y cosas materiales, como el dinero con el que
se busca a la desesperada el cumplirse todos los caprichos.
Cuando una persona es extremadamente avariciosa, ansía adquirir riquezas de toda índole en su
propio beneficio y, por supuesto, no entra en sus planes el compartirlas con absolutamente
nadie.
Así que no esperes nada de una persona avariciosa porque te sacará hasta los ojos si puede.
Creo que he conocido a bastantes en mi entorno cercano.
La pereza es el pecado que crea tristeza profunda y absoluta dejadez. Una actitud negativa
frente a las obligaciones del día a día que a todos nos toca ejercer, especialmente todas las
que tienen que ver con sus obligaciones espirituales, tales como los ejercicios de piedad para
con el resto de seres humanos y la práctica de la religión. Representa la incapacidad que
sienten los seres creados por Dios, de aceptar y hacerse cargo de su propia existencia de
manera digna sobre la faz terrenal.
La ira es mezcla de enfado irracional y ganas de pelearse a golpes, de enfrentarse a otros
seres vivos y destrozar las cosas. Es la negación de la verdad y cosechar deseos de venganza.
También es la intolerancia en grado sumo, ya sea por motivos del color de la piel o sus
creencias.
Todos estos deseos locos volvieron loco de remate al Bosco, que los representó sin cansarse y
a sus anchas.
(Continuará…)
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