En lo vivido está nuestro horizonte, que no es otro que lo labrado bajo los imperios de la
mente, a través de ese camino interno que cada cual hemos de realizar por nosotros mismos. En
consecuencia, seamos francos, que únicamente en un ambiente de sinceridad es posible la unión.
Realmente, para desgracia de todos, lo que encontramos es un mundo dividido e hipócrita,
fracturado como jamás, donde cada día es más difícil hallar sosiego, pues en lugar de vivir en
sociedades inclusivas, justas y solidarias, lo que domina es la exclusión, la injusticia y el
egoísmo, atmósferas que aparte de atrofiarnos, también nos impide salir de esta inseguridad
que nos acorrala y poder soñar con un mundo más armónico. Por eso, mi admiración hacia esas
mujeres colombianas que tejen el futuro haciendo memoria a través de su alma. El grupo se
denomina el Costurero de la Memoria por referirse "al largo camino que han tenido que recorrer
las víctimas de la violencia sociopolítica a lo largo y ancho del territorio nacional y del
territorio existencial". Marina tejió el primer objetivo: la erradicación de la pobreza.
“Siendo desplazada viví en carne propia la pobreza junto a muchas familias que también lo
perdieron todo por culpa de la guerra. El acuerdo de paz fue un gran paso. El fin de la
pobreza será la meta mayor”, manifiesta entre vivencias y recuerdos. Desde luego, son estas
propuestas creativas las que nos acercan, las que nos ayudan a tender puentes y a levantar
esperanzas.
Es público y notorio que en toda adversidad nos salva el anhelo que pongamos en nuestro andar,
por muy inesperados que sean los hechos. En este sentido, veo muy oportuno el tema elegido por
el Foro Económico Mundial de este año, una apuesta que involucra a los principales dirigentes
políticos, empresariales y otros líderes de la sociedad para dar forma a las agendas globales,
regionales y de la industria, alrededor de “crear un futuro compartido en un mundo
fracturado”. Sin duda, esto nos exige hacer un recuento de lo vivido a nivel tanto de
comunidad y de uno mismo, como de la gobernanza global. A mi juicio, es esencial salvaguardar
a la persona humana de todo tipo de mercaderías y esclavitudes, dignificándola, mediante
valores que se centren en la ciudadanía. Precisamente lo recalcó, en parte, el rey de España,
Felipe VI, en dicho Foro, a propósito de la situación catalana: “La lección que hay que
aprender de esta crisis, una lección no solo para España, sino para las democracias en
general, es la necesidad de preservar el respeto a la ley como uno de los pilares de la
democracia y el respeto al pluralismo político y el principio básico de la soberanía nacional
que, de hecho, pertenece a todos los ciudadanos”. En efecto, todos nos merecemos ese
acatamiento a las normas, máxime si es norma de normas como la Constitución, aunque no fuera
más que para protegerme de mi mismo.
Resguardado de la selva no habré vivido en vano. Los del Foro Económico Mundial piensan que
reuniendo a personas de todos los ámbitos de la vida, con influencia e impulso, al menos
podemos dar una nueva dirección al destino de nuestro mundo. La intención es buena, buenísima.
Desde luego que sí, puesto que es a través del diálogo y del conocimiento de esta diversidad,
como podemos avanzar humanamente. No olvidemos que el mundo de las finanzas y negocios tiene
un inmenso potencial para producir un cambio sustancial en todas las personas, mediante la
oferta de trabajos decentes, con salarios dignos, pieza clave para la realización de
sociedades hermanadas, en las que se interesen los unos por los otros, promoviendo la justicia
social, acorde con una distribución equitativa de los beneficios. Algo sumamente necesario en
estos tiempos en los que el informe de referencia de la Organización Internacional del Trabajo
muestra que si bien la tasa de desempleo mundial se está estabilizando, el desempleo y los
déficits de trabajo decente se mantendrán a niveles persistentemente altos en muchas regiones
del planeta. Cuestión que ha de hacernos repensar sobre las generaciones futuras, poniéndonos
en acción, sobre todo en cooperar responsablemente hacia un orbe más auténtico.
Con el tiempo, yo mismo he descubierto que nuestras propias raíces morales están podridas, y
que necesitan regenerarse con las llaves del corazón, para poder hacer familia, que es lo que
realmente nos pone en el movimiento sensato. Ya está bien de deshacer hogares. Arréglense,
pues, los Estados para ser una estirpe de autoridad, competencia y buen ejemplo. Y también,
recompóngase la especie humana, despojándose de esta cultura de lo circunstancial, lo que
paraliza el proceso constante de crecimiento y unidad por el que todos debemos luchar.
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