LA WEB de la ARTRITIS REUMATOIDE
  • Alfonso Estudillo

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    TRES AÑOS SIN ARTRITIS

    por Alfonso Estudillo

Tres años sin Artritis Reumatoide

Enero, 2010

Alfonso Estudillo, Enero 2010Se cumplen tres años desde que aquella maldita Artritis que padecí durante los doce años anteriores se fuera por donde había venido. Tres años ya sin dolores por todas las partes del cuerpo y del alma, tres años sin aquellas noches y más noches sin poder pegar ojo encadenado a las mismas puertas del infierno, tres años sin que en la imagen que me devuelve cada día el espejo vea la de aquel hombre con ojos desbordados por las esperanzas muertas y la vida arruinada por la enfermedad. Tres años sin crisis de ningún tipo, sin fármacos de ningún tipo, sin pesadillas de ningún tipo, sin notar sobre mis hombros aquella gélida mano que me empujaba lentamente hacia la muerte.
 
Realmente fueron doce años terribles, doce años de torturas y de infierno. Doce años caminando por la amargura y sin ver ni la más mínima luz al final del camino. Pero -hoy puedo decirlo-, queda claro que no era mi sino seguir en aquella senda del dolor y la desesperación. Aquellas palabras, tantas veces oídas en las bocas de los médicos, de los especialistas, de todos los que decían hablar en nombre de la muy noble y virtuosa ciencia de la Medicina, "...no se sabe por qué se produce y, desgraciadamente, no tiene cura.", tenían un componente erróneo. Esas palabras, a pesar de ser dichas desde la sinceridad, de llevar una implícita aceptación del desconocimiento y, a veces, oídas en labios de médicos amigos, un cierto matiz de tristeza por no poder hacer nada más, eran también una condena a un suplicio perpetuo, una negación a las esperanzas y una abolición a cualquier reconocimiento a esos otros mundos que están en éste.
 
Esas palabras -hoy puedo decirlo- no venían impuestas por una pretensión de engaño o una simple acción desidiosa o negligente por parte de los médicos o reumatólogos, profesionales que, en su inmensa mayoría -me consta y puedo afirmarlo- sólo buscan la sanación o mejoría de sus pacientes, sino -obligado es decirlo ante la evidencia de que no se hace nada en otros campos que no sean la fabricación y venta de paliativos-, por algo que está mucho más allá y muy por encima de, incluso, las Facultades de Medicina, las Instituciones y los responsables de Salud. No es, no puede ser, otra cosa que el puro negocio, intocables intereses económicos que mantienen las dos grandes patas donde se sustenta este antiquísimo y lucrativo tinglado.
 
De un lado, la cada vez mayor fabricación y puesta en el mercado de alimentos de todo tipo, elaborados con productos transgénicos o modificados en sus estructuras naturales y saturados de fitosanitarios, con multitud de aditivos químicos de los que se ignora su interacción y resultados patogénicos a largo plazo, y, en muchos casos, de dudosos orígenes transnacionales. Y en el caso de los animales, con procedencia de crías masivas en zahúrdas, establos o baterías de jaulas donde, hacinados y sin tener en cuenta los más mínimos derechos para con un ser vivo, se les satura de antibióticos y piensos -que nada tienen que ver con lo que sería su alimentación natural- con el único objetivo de un rápido engorde y mayor rendimiento. A todo ello hay que sumar la aplicación de calor para la elaboración o conservación de los alimentos, en muchos casos altas temperaturas que alteran sus propiedades, desproveyéndolos de nutrientes naturales o convirtiéndolos en elementos nuevos y desconocidos para nuestro organismo.
 
Y del otro lado, la continuada fabricación de medicamentos para paliar los efectos de la cada vez más numerosa lista de enfermedades "de etiología desconocida" que afectan a la población de todo el planeta. Ingentes cantidades de dinero invertidas por los todopoderosos señores de la gran industria farmacéutica, no en buscar los orígenes y causas de las patologías para eliminarlas de forma definitiva, sino en la investigación de fármacos y nuevas moléculas que atemperen y palíen sus efectos para que no cese el río de oro de sus beneficios.
 
Yo, no queriendo admitir la derrota, supliendo mis escasos medios con gran afán e irreductible voluntad, comencé a investigar sobre la decisiva incidencia de la alimentación en la Artritis Reumatoide, y a poner en prácticas los resultados que iba obteniendo. Y, poco a poco, fui descubriendo los positivos efectos que la no ingesta o disminución de determinados alimentos tenían sobre la misma. A medida que iba aplicando esos resultados, los dolores comenzaron a menguar y las crisis a espaciarse en el tiempo. Los resultados eran irrebatibles... Pero no sería hasta conocer el Régimen Ancestral y los estudios del Dr. Seignalet, y a seguirlos, plenamente convencido de su bondad, que los dolores y las crisis se eliminaran por completo.
 
Hoy, tres años después de comenzar el Régimen Ancestral, como sigo sin dolores ni nada que me haga sentir ni pensar que sufrí esa maldita enfermedad, ni he realizado más pruebas que las que ya les conté en agosto sobre la leche (de la que me recuperé completamente), no tengo nada especial que contarles. Únicamente, reiterarles que, si padecen Artritis Reumatoide o cualquiera otra de las patologías que se señalan en la lista de enfermedades tratables con el Régimen Ancestral, no pierdan el tiempo y comiencen a seguirlo cuanto antes. Los resultados, en la casi totalidad de los casos, suelen ser sorprendentes.
 
Así, pues, mientras esperamos el día que la alimentación pase a formar parte de los textos y las clases que se imparten en las aulas de las Facultades de Medicina -que tendrá que llegar-, tomen conciencia de que su enfermedad puede curarse -o remitir en buena medida- mediante el seguimiento del Régimen Ancestral, legado impagable del sabio profesor galo Jean Seignalet.
 
Lean y repasen todo lo publicado y sigan el Régimen al pie de la letra. Por favor. Yo seguiré aquí para intentar ayudarles en todo cuanto pueda con el único objetivo de que también se curen.




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