
El doctor Jean Seignalet
denuncia y documenta en su obra
La Alimentación. La 3ª Medicina que muchas patologías y la proliferación actual de otras se debe básicamente a cinco razones: la ingesta de leche y sus derivados, el consumo de
cereales domésticos, la cocción de los alimentos, el refino de los aceites y la contaminación y manipulación alimenticia con la consiguiente carencia de vitaminas y minerales.
Seignalet afirma en su libro -muy documentadamente- que el "ensuciamiento de las células" es la principal causa de la mayoría de las enfermedades reumatológicas, neurológicas y autoinmunes en general, además de ser el
origen de más del 65% de los cánceres, entre otras patologías. "Ensuciamiento" que provoca los daños en el ADN que lleva a las células a cancerizarse y que está causado principalmente por las macromoléculas
bacterianas procedentes de la alimentación moderna, que traspasan las finas paredes del intestino delgado y terminan acumulándose en el organismo. Propone para evitar este "ensuciamiento celular", y con ello
muchas enfermedades, su
Régimen Ancestral, Original o Hipotóxico que resumimos en lo siguiente:
-La completa exclusión de la leche animal y todos los derivados lácteos. "La leche de vaca es muy diferente de la materna y particularmente nociva (ANDRE 1983 - BOUDET 1993)".
-La total exclusión de los cereales en la alimentación (trigo, maíz, cebada, centeno, avena) "...porque han sufrido mutaciones y son cocidos, a diferencia de los cereales tomados por nuestros antepasados, salvajes y
crudos (JOUDRIER 1983 - GAY 1987)". Se permite únicamente el arroz y el trigo sarraceno, inofensivos y sin mutaciones (HIGRAM 1989).
-El consumo de productos crudos o, al menos, nunca fritos ni preparados a más de 110º C., por el hecho de que la cocción genera nuevas moléculas inaccesibles a nuestros enzimas: isómeros, moléculas de Maillard,
hidrocarburos aromáticos policíclicos y aminas heterocíclicas cancerígenas... (CUQ 1992).
-La utilización e ingesta de aceites vírgenes obtenidos por primera presión en frío y exclusión total de los extraídos en caliente o refinados, que contienen hexano tóxico, ácidos grasos saturados peligrosos e
isómeros "trans" inalcanzables por nuestras enzimas y muy nocivos (BONDIL 1989 - MANN 1994).
-El uso preferente de productos biológicos y exclusión de productos con aditivos alimentarios como colorantes, conservadores, estabilizantes, o contaminados por pesticidas, abonos, hormonas, antibióticos
administrados a los animales, etc.
-Suplementar las dietas con minerales, oligoelementos, vitaminas, antioxidantes, fermentos lácticos, ácidos grasos esenciales, etc., ya que los déficits son frecuentes debido a las aberraciones en los métodos de
producción agrícola y de la cría del ganado (DUPIN y HERCBERG 1992).
Una exposición detallada -y actualizada- del Régimen lo tienen en:
El Régimen Ancestral
EXPERIENCIAS (Enero 2007)
No puedo relatarles experiencias resultante de su aplicación, porque estas informaciones llegaron a mis manos (gracias a mi querido primo Pedro Jesús García Calderón) a finales de 2006, cuando ya llevaba unos años investigando y
comiendo de manera diferente -y gozando de una indudable mejoría-, sin embargo, si puedo contarles algunas experiencias propias en este terreno, pues algunas de sus teorías y afirmaciones
(por otras referencias y por mis propias deducciones) ya las llevaba a la práctica. De mis experiencias en la alimentación (ser autodidacta obliga) sólo les voy a contar un caso, o mejor dicho, relatarles la
influencia o capacidad que tenía un alimento para producir unas crisis inmediatas. Se trata de los caracoles. Durante algún tiempo, convencido de que las comidas -o quizás algunos productos concretos- tenían alguna incidencia en el proceso de mi enfermedad, estuve anotando cuanto comía durante la semana. Tan sólo pude constatar el efecto de una de las comidas, los ya reseñados caracoles. Daba igual que éstos
fueran los pequeños (Theba pisana) como los grandes o "hurgados" (Helix Aspersa), así como la forma de cocinarlos (naturalmente, siempre con un cuidado exquisito en sus lavados). Indefectiblemente, al día
siguiente de haberlos comido se presentaba una crisis con dolores bastante fuertes en cualquiera de las articulaciones (pies, piernas, brazos, manos, etc.). No había lugar a dudas, puesto que los comí
expresamente para comprobar los efectos en varias ocasiones y durante períodos que gozaba de una apreciable mejoría. Así, pues, y aunque desconozco el modo en que los caracoles inciden en la activación de la
Artritis, no me cabe duda de que su consumo es perjudicial para los que padezcan esta patología (más adelante descubriría que se debía a las yerbas -muchas de ellas venenosas para nosotros- que le sirven de alimento. Lo explico más
abajo).
Y como, hoy por hoy, estoy completamente convencido de la importancia de la alimentación en el desarrollo o remisión de la Artritis Reumatoide, y de la bondad y certeza de los procedimientos del Dr. Seignalet, por cuanto puede servir para ahorrar muchos dolor y sinvivir a otros que sufren, todo mi interés ahora es que sepan de sus descubrimientos en estos terrenos.
Lógicamente, y dado que el profesor murió en 2003, dentro de mis recursos prosigo investigando en todas las materias al objeto de ampliarla y mantenerla actualizada. En próximos
artículos trataré sobre todo lo relacionado con sus teorías.
Ampliación. Enero 2014
Aunque la referida experiencia sobre los caracoles estaba totalmente justificada en su día (tiempo anterior a
2006), y no volví a comerlos desde entonces, debo relatarles que, en estos últimos tiempos, curado o con una
completa remisión de mi Artritis Reumatoide, he vuelto a introducirlos en mi dieta y comido en varias ocasiones
(temporada primavera/verano los pequeños y principios de invierno los gordos) sin advertir ni el más mínimo
problema. Queda claro, pues, que la posible acción nociva de las caracoles tenía lugar cuando mi organismo
estaba saturado por los muchos tóxicos que ingería con la alimentación convencional.
Quiero también reseñar -para que los deliciosos caracoles queden libres de culpa- que la posible toxicidad de
estos animales puede venir impuesta por las diversas hierbas que suponen su comida habitual en el campo, entre
las que se encuentran algunas que, aunque ellos las digieren sin que les causen el menor daño, para nosotros
los humanos son bastante tóxicas. Podemos intuir que, aunque los ayunemos unos días y los lavemos
concienzudamente antes de guisarlos, siempre pueden quedar residuos tóxicos en su cuerpo que, dependiendo de su
cantidad y toxicidad, pueden afectarnos.
Tras la adopción del Régimen Ancestral -repito-, libre nuestros cuerpos del enorme ensuciamiento que la
anterior alimentación causaba en nuestras células, la repetida toxicidad de estos pobres bichos -siempre que
los ayunemos un par de días o, mejor, les demos de comer (hojas de col, lechuga, rebanaditas de pan, harina,
etc.), es incapaz de
causarnos el menor trastorno.
Así, pues, si ya llevan tiempo con el Régimen, no se priven de comer de vez en cuando un plato de caracoles, de
los pequeños con caldo propios del verano o de los gordos con tomates llegadas las lluvias. Bien hechos, están
deliciosos.